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Pere Cervantes: "Es imposible superar algunas crisis sin consumir cultura"

«Toda guerra tiene las mismas víctimas: las mujeres», asevera

Pere Cervantes: "Es imposible superar algunas crisis sin consumir cultura"

Tras dedicar más de veinte años de su vida a la policía en puestos de España y el extranjero, Pere Cervantes abandonó el cuerpo para dedicarse a la escritura. El chico de las bobinas es su quinta novela.

P ¿Cómo está pasando la cuarentena un escritor?

R Si fuera un avión, díria que ahora el vuelo se ha estabilizado. He pasado altibajos, episodios de ansiedad e insomio. Me refugié en la literatura y ha ido mejor. He estado en shock creativo desde el primer día del Estado de Alarma, no he podido escribir nada hasta hace unos días. Pero la lectura ha sido como un balneario emocional.

P El título de su obra, El chico de las bobinas, retrotrae a Cinema Paradiso. ¿La historia también?

R En cierto modo. En Cinema Paradiso, el protagonista, un chaval de 12 o 13 años, tiene en el proyeccionista Alfredo a su mejor amigo. Nil Roig, El chico de las bobinas, también se hace amigo de un proyeccionista, Bernardo. El ambiente de ambas obras puede ser parecido, y bienvenido sea. Soy muy cinéfilo, y Cinema Paradiso está entre mis películas preferidas.

P ¿Le ponemos a Nil Roig la cara de Salvatore Cascio?

R Comparten amor por el cine, pero no la historia. Salvatore es un niño que encauza su afición y se convierte en director. Nil es el hijo de un maqui y de una mujer, Soledad, que ha de sacar adelante un hogar. Su relato es el del niño del bando perdedor de la Guerra Civil. Salvatore convierte el cine en su carrera, para Nil es tan solo un escape.

P En la novela aparecen homenajeadas cintas y cineastas clásicos: El mago de Oz, Gila... ¿Qué director haría una buena película de El chico de las bobinas?

R No lo hubiera dicho nunca, pero después de ver Mientras dure la guerra, firmaba que la hiciese Amenábar. No es que le menosprecie; al contrario, es un director al que siempre he admirado. Pero no sabía cómo se desenvolvería en ese registro más sensible que requieren las pequeñas historias en torno a la guerra. Y el caso es que la película me parece magistral.

P La mujer de la familia nuclear franquista tenía un papel muy determinado. Soledad se sale de él.

R Me gusta hablar de El chico de las bobinas como un doble homenaje. Por un lado, un canto al cine desde la literatura; por otro, una reivindicación de las heroínas anónimas. En los tres años que estuve destinado en Kosovo, en la posguerra de los Balcanes, vi muchos paralelismos con la posguerra española. Por ejemplo, que todo conflicto tiene las mismas víctimas: las mujeres. Y nadie pone su nombre a las calles. Soledad, y Delfina, otro personaje femenino de la novela, son su retrato.

P El villano de esta novela es la autoridad, la Brigada Político-Social franquista. ¿Es un mejor antagonista que el clásico asesino de la novela negra?

R Para escribir el libro, me documenté sobre la policía de aquella época. Pude acceder a testimonios de personas torturadas. Y me enamoré de la posibilidad de crear un villano así. Algunos me han dicho que este inspector Valiente es demasiado malvado. Pero el 90 % de la escritura del personaje está basada en hechos reales. Incluso las escenas más duras beben de relatos directos.

P En sus cuatro novelas anteriores exploraba los entresijos de la profesión policíaca. En El chico de las bobinas, menos, ¿se ha cansado, es una huida?

R Tiene más que ver con cómo me tomo el trabajo de escritor. Fíjate precisamente en Amenábar: cada película que hace es muy diferente a la anterior. Ésta es también mi forma de motivarme, plantearme el reto de escribir una historia distinta cada vez. Golpes no tenía nada que ver con Tres minutos de color, y ésta era distinta a La mirada de Chapman. El chico de las bobinas es muy diferente a aquellas, y la próxima lo será respecto a esta.

P La nota común parece el papel de su propia experiencia.

R Sí; en este caso, Barcelona, donde se desarrolla la historia, es donde crecí. Al decidir que abordaba una novela histórica, vi que ambientarla en mi barrio ayudaba a disminuir la enorme cantidad de documentación a la que acceder. Fue la última parte del proceso creativo. La idea original era hacer un homenaje al cine, luego intenté comprobar en qué momento histórico tuvo más importancia. En la posguerra sirvió para que mucha gente pudiese soñar.

P Podría haberse ambientado en la crisis del coronavirus.

R También nos hemos refugiado en la ficción. Es imposible hacer frente a determinadas crisis sin consumir cultura. Netflix ha sido el gran ganador de la pandemia, su facturación se ha disparado.

P La policía se ha convertido en una figura muy controvertida en estos tiempos. ¿Cómo ve el estado de la profesión, ahora ya desde fuera?

R Resulta complicado desligar la función policial del estado emocional de la sociedad. Cuando está crispada, la presencia del policía es poco agradecida, ya que su papel es controlar las calles. La opinión sobre el cuerpo siempre sufre altibajos, y solo quienes les han necesitado directamente tienen un agradecimiento eterno. Es una pena que aún haya prejuicios sobre la policía en base al pasado, que ya está muy superado. Invito a que la gente sea más comprensiva, que revise sus prejuicios, y que valore cada situación como se merece.

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