Pasear por València después del seísmo del virus es una sensación difícil de describir. Observar a las personas a través ojos, con la mascarilla abrazada a la nariz y la boca, es segar su esencia, camuflar lo que son, pero hay que cumplir con la obligación para intentar recuperar la normalidad.

De camino a la plaza de toros, que abrió por última vez el pasado 8 de marzo para ofrecer una novillada sin picadores, el recuerdo del parón distorsionaba la ilusión del nuevo porvenir, pero también llegaba la confianza de que la vida, por su propia naturaleza, siempre sobrevive a los muros de la adversidad.

Por eso, en el desenlace de la crisis sanitaria y con casi 90 días de Estado de Alarma, la Escuela Taurina de València volvió ayer al coso de la calle Xàtiva para retomar sus clases. Un máximo de 15 alumnos se hicieron presentes en el ruedo, tan añorado durante esta cuarentena y extrapolado a jardines y salones de casa para entrenar, después de cumplir con las normas sanitarias pertinentes. Al final de la calle Colón, el coso taurino se levantó como un remanso de paz, galvanizado y lascivo, en pleno centro de la ciudad. Un bicentenario guardián de emociones que todo apunta a que se quedará sin sentirlas este 2020.

El matador de toros valenciano y profesor de la escuela taurina, Víctor Manuel Blázquez, tomó la temperatura de la quincena de alumnos antes de acceder al recinto. Luego, automáticamente, se desinfectaron con el gel hidroalcohólico: "Todos cumplieron con el estándar de temperatura y empezamos la clase con toda normalidad", apunta.

Las caras de felicidad, los ojos plenos de ilusión y los sueños intactos por ser torero destacaban entre los jóvenes a pesar de que la fiesta taurina vive abatida, casi asfixiada: la mayoría de espadas y ganaderos no han actuado desde octubre del año pasado. Esto significa que miles de familias se encuentran sin ingresos y muchos ganaderos ha tenido que deshacerse de gran parte de las reses por no poder mantenerlas. Tanto es así que ayer, la Fundación del Toro de Lidia solicitó la intervención del Defensor del Pueblo para que "cese la discriminación por parte del SEPE a los profesionales taurinos y puedan recibir las prestaciones establecidas sin más trabas".

El torero no elige una profesión, como el que se hace policía o ingeniero. Se trata de ser escogido y, una vez se acepta ese reto, hay que estar preparado para recorrer un largo y arduo camino. Pero sentir esa vocación "vale la pena", expresan los alumnos.

A las cinco en punto de la tarde, hora tradicionalmente taurina, arrancaron las clases después de tres meses. Jóvenes de Algemesí, Gandía, Casinos, Torrent o Gilet se acercaron a València para seguir soñando con ser toreros. Como ellos, hay otros 30 adolescentes valencianos con el mismo deseo en la Escuela Taurina, órgano que pertenece a la Diputación de València. Sus ídolos no son ni Messi ni Cristiano Ronaldo, sino José Tomás o Ponce, Ureña o Román porque "son personas que han tenido graves cornadas, no han dejado de torear y se arriman cada vez más", puntualizan. El resto de los alumnos retomarán las clases los martes y los jueves, respectivamente divididos en dos grupos, hasta nueva orden: "No podemos hacer clases de más de 15 alumnos porque la normativa es muy exigente. Los padres y acompañantes tampoco pueden entrar a la plaza", aclara.

Ayer, el ruedo tenía un gran charco en el centro a causa de las fuertes lluvias de la mañana y estaba un poco blando, pero las ganas de los chavales por volver a pisar esa arena casi sacra hizo que se desarrolla la clase allí. Empezaron a ejercitar el físico con carreras, separados por más de dos metros y desperdigados por los más de 50 metros de diámetro que tiene el coso de Monleón. Luego, ataviados con las mascarillas y de manera individual, empezaron a torear de salón. Capotes y muletas, todos propios porque no se podían prestar a ningún compañero según las normas sanitarias, dibujaron las faenas concebidas durante el confinamiento.

Volver, ese infinitivo que hizo famoso el tango de Carlos Gardel gracias a la poesía de Alfredo Le Pera, se hizo efectivo ayer en la plaza de toros de València. Pero había que andar con pies de plomo. Mucho más que delante del toro. La prudencia y las medidas de seguridad fueron la tónica de la tarde de ayer. Los entrenamientos estaban coartados por la falta de cercanía, fundamental para triunfar en el toreo porque cuanto más se arrima uno, más posibilidad hay de emocionar.

Por su parte, los tentaderos de la escuela también se retomaron con cuatro alumnos cada jornada en viajes de dos coches: "No pueden ir los cuatro en el mismo vehículo", apunta Blázquez. El viernes pasado tuvieron cita en la ganadería castellonense de Aida Jovani y este fin de semana vuelven para seguir la puesta a punto.

De esta manera, la plaza de toros de València recuperó su pulsación vital aunque con una rozadura amarga en cada latido: la falta de apoyo por parte de las autoridades a uno de los sectores "más castigados" por la crisis del coronavirus. Por eso, el próximo sábado, a partir 19.30 horas, se ha convocado un "paseo reivindicativo" en los aledaños del coso valenciano para defender la tauromaquia. El espíritu del 13M en aquellas Fallas del 2016 vuelve a las calles valencianas.