Me asombra leer las bases de la convocatoria que ha realizado el Ayuntamiento de València para otorgar, mediante concurso público, una beca de investigación de 6.000 euros sobre la figura, la obra y el legado de Vicente Blasco Ibáñez. Y no porque considere que no se deben aportar más estudios sobre un personaje valenciano que adquirió una dimensión universal con sus escritos políticos, sus iniciativas y sus novelas, traducidas a múltiples idiomas. Fue alguien que sí puso en el mapa a València, y en muchas de sus obras se reflejan las características de la sociedad valenciana a caballo entre el siglo XIX y el XX. A él se le ha atribuido en los textos de divulgación de Historia de la Literatura, tal vez sin demasiada matización, ser el Zola español, como si no fuera más que un seguidor del escritor francés. Pero desde los años 70 hasta la actualidad Blasco ha contado con una ingente cantidad de estudios, de calidad desigual, pero que han difundido muchos aspectos de su vida y de su obra. La Institución Alfons el Magnànim o el Muvim, por ejemplo, a lo largo de estos años ha realizado dos exposiciones con unos amplios catálogos.

En 1986 el IVEI, vinculado al Magnànim, organizó una exposición y editó un volumen «Vicente Blasco Ibáñez. La aventura del triunfo. 1876-1928», con artículos y material gráfico de investigadores españoles y extranjeros. Además, en 1999 la revista Debats le dedicó un amplio dossier en los números 64-65, con la aportación de varios autores sobre las distintas dimensiones del escritor. También se habían ido editando diversas publicaciones en forma de fascículos sobre aspectos de su trayectoria: «Vicente Blasco Ibáñez. Viajero»; «Vicente Blasco Ibáñez, 1898-1998 Centenario de La barraca»; «Blasco Ibáñez, Político y Blasco Ibáñez, cineasta». Antonio Laguna publicó «El Pueblo. Historia de un diario republicano, 1894-1939 (1999)», donde analiza su faceta periodística en un capítulo sobre La forja de un rebelde. Pero aún hay más: «Epistolario de Vicente Blasco Ibáñez-Francisco Sempere (1901-1917)» (1999); La biografía política de Vicente R. Alós (1999) y del mismo autor Reorganización, Supremacía y crisis final del blasquismo (1929-1936), junto con las biografías clásicas de León Roca; la reedición de Juli Just, Blasco Ibáñez i València (1990); las obras de Ramiro Reig Blasquistas y clericales (1986) y su biografía Vicente Blasco Ibáñez (2002); o artículos como el de Joan Fuster en Destino: «Recuerdo y juicio de Blasco Ibáñez en su centenario. Su obra literaria» (núm. 1541, 1967) o el libro de Alfons Cucó Sobre la ideología blasquista (1979). También están los de P. Tortosa, La mejor novela de V. Blasco Ibáñez: su vida, (1977), la Biblioteca de Historia Social editó La sociedad valenciana en las novelas de Blasco Ibáñez. Proletariado y burguesía, de Enric Sebastià con estudio preliminar de J.A. Piqueras, preámbulo de José María Jover y prólogo de Joan Reglà (2000), o el del escritor y premio nacional de Literatura Juvenil por dos veces, Vicente Muñoz Puelles, El último manuscrito de Blasco Ibáñez (2017).

Entre octubre de 2011 y febrero de 2012 la Diputación de València hizo otra exposición en el Muvim, siendo director del mismo, Javier Varela, con la publicación de dos grandes y amplios volúmenes que recopilan estudios de varios autores sobre el escritor y político, y se recogen artículos de la época sobre su figura y hazañas. Pero, sobre todo, una de las obras claves y casi definitiva es la biografía que publicó en la editorial Taurus Javier Varela El Último Conquistador. Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) (2017), un trabajo de 947 páginas con un aporte documental de archivos de España, Argentina y Francia, principalmente, que es comparable a las grandes biografías que en su día editó el Magnànim sobre Rousseau y otros. Por ello me resulta chocante que, junto con la abundante literatura administrativa-jurídica de la convocatoria, se señale, en pocas palabras, que el objetivo es «establecer las normas que han de regir la concesión de una beca de investigación sobre la figura de Vicente Blasco Ibáñez, su obra o su legado». Sin más. Ignoro si la responsable de la concejalía de Patrimonio Artístico y Recursos Culturales, Gloria Tello, que es miembro del jurado, conoce la bibliografía citada para precisar qué aspecto cabe ampliar en la investigación sobre el escritor y político. No hubiera estado mal, por ejemplo, que se destacara la controversia con otro republicano, Rodrigo Soriano. A no ser, claro, que puedan existir intereses de concederla a alguien que tiene algo que aportar.