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Óbito

Adiós a La Sardà, la actriz de todos los registros

La intérprete fallece a los 78 años en Barcelona tras una larga lucha contra el cáncer - Trabajó con Berlanga, Trueba o Almodóvar, y ganó dos Premios Goya

Rosa Maria Sardà cuando recogió el Goya. rtve

La actriz Rosa Maria Sardà falleció ayer a los 78 años de edad. Se la llevó el cáncer que padecía desde hace algunos años, al que se había rendido tal y como dejó entrever en su última entrevista. Tan clara como siempre, la Sardà aseguró a Jordi Évole que ya no luchaba «contra nada» y zanjó el tema con un mensaje nada alentador que se clavó como una cuchilla en aquellos que esperaban verla recuperarse: «El cáncer es invencible».

Brillante y con un carisma especial para la comedia, Rosa Maria Sardà se hizo un hueco en todos los ámbitos de la cultura. Ha pasado a la historia como una de las actrices más versátiles de la escena española pero también como una de las más polémicas. Con su particular estilo deslenguado, la actriz dedicó su Premio Max de Honor en 2015 a los gobernantes, mandándoles una «bona butifarra», como se denomina en catalán el corte de mangas. Rechazó abiertamente el independentismo y en 2017, devolvió la Cruz de Sant Jordi que le fue otorgada en los 90.

Sardà, hermana del periodista Xavier Sardà, estuvo casada con el también actor Josep Maria Mainat, miembro del trío cómico La Trinca, y tenía un hijo, Pol Mainat.

De formación autodidacta, empezó a hacer teatro de aficionados. No era de extrañar, pues sus abuelos fueron actores. Con posterioridad, dio el salto a la televisión. En 1975, protagonizó Una vella, coneguda olor, basada en la obra de Josep Maria Benet, y 1979 presentó el programa «Festa amb Rosa Maria Sardà». En el cine, trabajó con directores como Ventura Pons -uno de sus amigos inseparables- en películas como El vicario de Olot, con Luis García Berlanga en Moros y cristianos o Pedro Almodóvar, en Todo sobre mi madre.

Sardà interpretó numerosas comedias de factura madrileña, como las de José Luis García Sánchez Suspiros de España (y Portugal) y Siempre hay un camino a la derecha; de Fernando Colomo Alegre ma non troppo y El efecto mariposa; de Fernando Trueba La niña de tus ojos y El embrujo de Shaghai, y de Manuel Gómez Pereira ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? Una de sus últimas películas fue Ocho apellidos catalanes, la secuela de Ocho apellidos vascos y Salir del ropero, estrenada en 2019.

Ganó dos Goyas como Mejor actriz de reparto, por Sin vergüenza y ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? Fue maestra de ceremonias de los Premios Goya en tres ocasiones, en 1993, 1998 y 2001, y reapareció como presentadora al final de la Gala de 2009 y 2010.

En televisión triunfó también con programas en catalán y en castellano como «Olé tus vídeos» y el mítico «Ahí te quiero ver», que la consagró como show-woman y por el que pasó a ser conocida como las grandes divas: «La Sardà».

Pasión teatral

A pesar de su intensa vida profesional en la televisión y en el cine, la actriz nunca descuidó su faceta teatral. Su última aparición fue en la obra Crec en un sol déu, de Lluís Pasqual. Atrás quedaban Tot esperant Godot; Quan la ràdio parlava de Franco; Roses roges per a mi!; El balcó; Mare Coratge; L'Hostal de la Glòria; Shirley Valentine y Fugaç. Se puso como directora al frente de montajes como Ai carai! y El visitant.

En los últimos años, regresó al teatro más clásico, con obras como La casa de Bernarda Alba (2009), de Federico García Lorca, interpretando el papel de Poncia junto a Nuria Espert.

El ministro de Cultura y Deportes, José María Rodríguez Uribes, quiso lamentar el fallecimiento de la actriz destacando su talento por la comedia: «El humor forma parte de un cerebro bien amueblado. Yo no me fiaría de alguien que no tuviera sentido del humor y no entiendo a esas personas incapaces de reirse de sí mismas». Más sentido fue el mensaje del exdirector del Teatre Lliure de Barcelona, Lluís Pasqual, gran amigo de la Sardà: «Se me ha ido una hermana y una persona con la que nos entendíamos fuera del escenario y en el escenario. Y esto es verdaderamente muy difícil». « Siempre se acababa riendo. Tenía esta inteligencia y este sentido del humor hacia los otros y hacia ella misma», explicó Pasqual, que recordó que trabajaba mucho y estudiaba mucho, envuelta en diccionarios para entender el sentido de cada palabra.

«Me daba igual lo que pensara»

El fallecimiento de Rosa María Sardà abrió ayer un socavón también en la escena política. De hecho, incluso el líder de ERC, Gabriel Rufián, tuvo palabras para ella: «Me gustaba tanto lo que hacía que me daba igual lo que pensara. No se va sólo una gran actriz, se va una gran parte del patrimonio cultural que tenemos. Si hubiera nacido en Boston y no en Barcelona tendría 3 Oscars. Así de grande era. Descanse en paz, Rosa María Sardà».

Para el director de cine Juan Antonio Bayona, Sardà era un «mito» de la cultura española que «brilló en el teatro, el cine y la televisión». «Cómo los grandes cómicos de la historia, nos hizo reír horas y horas mientras, sin darnos cuenta, nos enseñaba a ser mejores personas», indicó.

Por su parte, el actor Javier Cámara también manifestó la «pena» que le causó la noticia. «Querida Rosa. Qué pena que te vayas. Cuánto reímos, y cuanto aprendimos de tu inmenso talento. Que mujer especial y brillante fuiste. !Hasta Siempre!», indicó el intérprete en Twitter.

Asimismo, el actor y director Santiago Segura destacó la «inteligencia», «agilidad mental», su «sentido del humor», «acidez» y su «forma de decir e interpretar». «Tuve la suerte de trabajar contigo, de conocerte, y ahí descubrí tu enorme corazón maravilloso. Hasta siempre amiga», señaló Segura sobre la actriz, con quien coincidió en La niña de tus ojos y La reina de España, de Fernando Trueba.

La Sardà se atrevió incluso con la literatura. En diciembre de 2019 publicó su autobiografía, Un incidente sin importancia (Planeta), donde recordaba a sus seres más queridos a través de textos íntimos que había ido escribiendo a lo largo de la última década. En una entrevista manifestó: «Cuando escribí esto no sabía que estaría condenada a morir de cáncer. Pero el bicho sigue ahí, tengo nuevo tratamiento, pero estoy muy cansada. El año que viene veré qué hago. Igual dejo la medicación y que dure lo que sea, a fin de cuentas tengo 78 años. Lo único que me queda por hacer es morirme».

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