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Entrevista

Steven Johnson: "Las crisis te obligan a pensar en grandes soluciones"

El escritor cree que la pandemia reseteará las relaciones humanas: «Esta crisis examina la forma en que trabajamos y estudiamos»

Steven Johnson: "Las crisis te obligan a pensar en grandes soluciones"

La mayor epidemia hasta entonces en la historia de Londres. Un asesino con nombre de bacteria siembra las calles de cadáveres. Un médico tenaz le sigue la pista, con la ayuda indispensable de un párroco descreído. Sucedió hace más de un siglo, pero podría ser la turbadora historia de nuestros días. El escritor Steven Johnson escribió El mapa fantasma (Capitán Swing) hace más de una década, pero el coronavirus lo ha puesto de nuevo en boga, con su reciente publicación en España. El libro es un «thriller» científico sobre la epidemia de cólera de 1854 en el Londres victoriano, pero también un relato muy actual sobre los cambios que generó en la metrópolis británica. Divulgador científico y experto en innovación, ha escrito una docena de libros y dirige ahora un podcast sobre el coronavirus. Responde a las preguntas desde su casa en Brooklyn (Nueva York).

P ¿Pensó al escribir el libro que una epidemia todavía más letal se cebaría con nuestra generación?

R En el siglo XIX pensaban que era una aberración vivir en ciudades tan grandes. Creían que la gente moría joven porque era imposible gestionar urbes de 2,5 millones de habitantes. Al final del libro refuto ese argumento, y sostengo que, si escuchas a la ciencia, te ocupas de la salud pública y construyes un sistema eficiente de alcantarillado, puede funcionar. Pero también especulé con los riesgos que enfrentan los grandes núcleos. En el epílogo, pido al lector que imagine qué pasaría si un virus de influenza golpeara Nueva York: decenas de miles de personas morirían en semanas y parte de la población huiría. Es básicamente lo que ha sucedido. Ya habíamos estado cerca otras veces.

P ¿Qué le ha sorprendido más sobre la respuesta a la pandemia?

R No soy admirador de la Administración Trump: no me sorprende lo mal que lo han hecho. Estamos en una situación parecida a la de 1854. Lo único que protegía entonces a los londinenses eran los datos, el análisis que hizo el doctor John Snow de los informes de mortalidad. Averiguó dónde moría la gente y eso le permitió discernir que el cólera había contaminado un pozo cercano. Tampoco ahora tenemos aún tratamientos ni vacunas. Nuestra mejor defensa es el análisis de los datos, que nos ayudan a predecir la trayectoria de la covid y cambiar comportamientos en función de la curva.

P ¿Qué podemos aprender de aquella epidemia de cólera?

R Como ahora, el miedo se apoderó de la sociedad. La gente se moría muy rápido, familias enteras y los coches fúnebres ocupaban las calles. Pero «El mapa fantasma» es una historia sobre el progreso, de cómo la tragedia engendró una nueva idea que solventó el problema. Doce años después, el cólera había desaparecido para siempre de la ciudad. Espero que también surjan nuevas herramientas, estrategias y una mayor seriedad en la preparación de los gobiernos para hacer frente a esta amenaza.

P Parece como si la pandemia hubiese desaparecido. Esa actitud no funcionó en 1918. ¿Nos estamos equivocando?

R Creo que sí, pero también es cierto que estas cosas se calman. Es posible que tengamos un verano tranquilo donde la gente pueda pensar en otras cosas. Si la transmisión del virus es inferior a una persona por contagiado, nos podemos relajar un poco y esperar a la vacuna mientras nos preparamos para una potencial segunda oleada.

P El cólera en Londres cambió la sociedad. Se construyó un sistema eficiente de alcantarillado. ¿Qué cambiará esta vez?

R No soy de los que creo que nada volverá a ser igual o que la gente no querrá vivir más en las ciudades. Si mueren otras 50.000 personas y a principios de 2021 tenemos una vacuna, se volverá a la vida normal. Tenemos una memoria corta. Yo vivía en Manhattan durante el 11-S y semanas después las cafeterías volvieron a estar llenas.

P Muchas cosas cambiaron con el 11S, como la vigilancia con leyes intrusivas€

R Cierto. Lo que ha hecho esta crisis, de un modo que hubiese sido imposible sin ella, es examinar la forma en que trabajamos y nos educamos. Qué es necesario y qué es superfluo. ¿Vale la pena subirte a un avión para asistir a una reunión o basta una videoconferencia? Es posible que industrias enteras decidan que es mejor trabajar desde casa o que parte del currículum escolar se complete de forma remota. Estamos inmersos en un experimento masivo para determinar hasta dónde deben llegar las interacciones personales.

P ¿Son las crisis buenas para favorecer la innovación?

R Pueden serlo: te obligan a pensar en grandes soluciones. Ahora se están ensayando nuevas formas de recoger datos, como los termómetros conectados a internet. Cuando la gente se toma la temperatura, los resultados se envían de forma anónima a un servidor y nos permiten detectar anomalías. Estas compañías llevan unos cinco años recogiendo datos, de modo que pueden compararlos con la temporada normal de gripe. A principios de marzo, cuando Nueva York registraba sus primeros casos, constataron que las temperaturas de la ciudad estaban disparadas. Y también vieron que empezaban a bajar cuando se alcanzó el pico de muertes. Eso ya existía antes, pero nos hemos dado cuenta de que es increíblemente valioso.

P EE UU atraviesa una crisis económica, social, sanitaria y política . ¿Estamos asistiendo al final del siglo americano?

R No lo sé. Hay días que me pregunto por qué no vivo en Barcelona. Ya no somos líderes del mundo en las categorías que importan, aquellas que reflejan el bienestar de la población. Pero este es un país gigantesco. Cuando me deprimo por la situación de mi país, pienso que no soy ciudadano de EEUU, sino de Nueva York o California. Los estados del oeste son casi como una mini nación. Hay mucha gente progresista, sistemas que funcionan, no tienen déficits y eso es también parte de EE UU.

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