Carlos Ruiz Zafón ha sido uno de los escritores españoles de más éxito internacional gracias a La sombra del viento, una obra traducida a más de 50 idiomas y con más de 10 millones de ejemplares vendidos, libro inicio de la tetralogía El cementerio de los libros olvidados. Después de Miguel de Cervantes con El Quijote es, según Planeta, el escritor español más leído en todo el mundo. Ayer en Los Ángeles, dónde residía, Ruiz Zafón murió a los 55 años víctima de un cáncer de colón.

El primer lector y descubridor de La sombra del viento, fue José Manuel Lara Bosch, expresidente del grupo Planeta. Fue, según relataba ayer a Efe el director editorial Carles Revés, «por error». Una anécdota poco conocida que se encuentra en el origen de la publicación de esta novela, un libro convertido en un clásico contemporáneo que dejó el legado del Cementerio de los Libros Olvidados, un símbolo de la lectura y la memoria.

«Cada libro, cada tomo, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él», señala uno de los personajes literarios creados por Zafón, el señor Sempere, a su hijo Daniel mientras le descubre el secreto del Cementerio de los Libros Olvidados.

Había nacido en 1964 en Barcelona, la ciudad a la que consagró su tetralogía narrativa, donde estudió Publicidad, aunque pronto se decantó por su vocación literaria y debutó en 1993 con El príncipe de la niebla (1993), que obtuvo el Premio Edebé de Literatura Juvenil cuya dotación utilizó para poner rumbo a Estados Unidos, donde ha residido desde 1994 con su familia. En California se dedicó a la escritura, de libros, pero también de guiones para la industria cinematográfica: «El guion es un cubito de caldo y la novela el guiso completo», había llegado a decir.El sol angelino vio alumbrar sus siguientes novelas juveniles, El palacio de la medianoche (1994) y Las luces de septiembre (1995), que cerraron La trilogía de la niebla.

De la trilogía juvenil pasó a esa tetralogía del Cementerio de los Libros Olvidado, que mantuvo el éxito de La sombra del viento y que continuó con El juego del ángel, El prisionero del cielo y El laberinto de los espíritus, la cuarta y última entrega de una saga con la que Zafón quería «crear un híbrido de todos los géneros, en el que apareciera la tragedia, la novela policial, la sátira, la comedia de costumbres, la intriga o la novela de amor».

La «zafonmanía», vista como sinónimo de la pasión por la lectura, tenía su traducción en cifras, excepcionales en el panorama literario español y más propio de los grandes bestseller anglosajones, con primeras ediciones de un millón de ejemplares en España; o ventas de casi 250.000 ejemplares en solo un fin de semana.

Querido por los lectores, en sus escasas apariciones en las casetas del 23 de abril, Zafón se veía rodeado de una pompa casi papal, en la que no faltaba la iconografía fantástica, siempre con su anillo de dragón, y con ritmos endiablados de hasta seis ejemplares dedicados por minuto. Seguramente por conocer demasiado bien la industria cinematográfica, Zafón se resistió siempre a llevar a la gran pantalla sus novelas a pesar de que no le faltaron ofertas multimillonarias.

«Este cuarteto de novelas trata sobre los libros, quienes los escriben, quienes los venden, quienes los leen y quienes los destruyen, y sería un error intentar transformarlas en otra cosa para hacerlas más populares o intentar exprimirlas, porque no hace falta que todo sea una serie, una película o un videojuego», llegó a decir.

La academia, con numerosos estudios, análisis e investigaciones sobre su escritura y sus referentes literarios, también se ha ocupado de las novelas de Ruiz Zafón, algo inusual en un autor con tan pocos libros y de trayectoria relativamente corta. Los laberintos y los cementerios aluden claramente a la literatura gótica inglesa, el Frankenstein de Mary Shelley, pero hay otras referencias literarias, como El conde de Montecristo y el Eduardo Mendoza de El misterio de la cripta embrujada; o cinematográficas, como la Rebeca de Hitchcock, Ciudadano Kane de Orson Welles o Metrópolis de Fritz Lang.