La urna con los restos del dramaturgo Pedro Calderón de la Barca está próxima a ser localizada. Los investigadores implicados en la búsqueda confían hallarla en el mes de julio, entre los muros de la parroquia Nuestra Señora de los Dolores, en Madrid, dónde fue depositada en 1902 y desapareció con la Guerra Civil.

La titular de Literatura española en la Universidad CEU San Pablo, Ángeles Varela, que forma parque del equipo multidisciplinar encargado de poner fin a una investigación histórica (avanzada ayer por El País), explica que la búsqueda comenzó hace un año, se paralizó por el coronavirus y está pendiente de un último permiso de la Comunidad de Madrid para que un georradar localice la pared en la que se ocultaron los restos.

La odisea de los restos de Calderón de la Barca (1600-1681) comenzó tras su muerte. Seis traslados desde 1681 en cinco lugares diferentes (repitió en uno: el cementerio de la sacramental de San Nicolás) y todo por que el objetivo inicial era enterrarlos en el panteón de Hombres Ilustres, proyecto que nunca se llevó a cabo.

La urna del dramaturgo pasó de la parroquia del Salvador (donde estuvo 160 años) al cementerio de la sacramental de San Nicolás, de ahí a la capilla de la iglesia San Francisco el Grande para regresar a la sacramental de San Nicolás, y ya en el siglo XIX se trasladó a la capilla del hospital de la congregación de los presbíteros naturales de Madrid, la congregación a la que pertenecía por haber nacido en Madrid.

En 1902, según relata Varela, los restos se llevaron a la nueva sede de su congregación, la actual iglesia Nuestra Señora de los Dolores, que fue asaltada por los milicianos en 1936 «y se quemó durante dos días».

Búsqueda detectivesca

Desde un principio, los restos estaban en una urna de caoba y bronce y en 1902 se colocaron en un arcón del segundo piso, en una pilastra con una arqueta de mármol «y eso fue lo que desapareció en 1936».

«Y aquí -según relata Varela- empieza la película de detectives». Se dieron por desaparecidos los restos y de hecho en la iglesia hay una lápida que dice que allí «estuvo» enterrado Calderón.

Sin embargo, en 1964 un sacerdote congregante de la iglesia reveló, en su lecho de muerte, que los restos de Calderón no habían desaparecido porque nunca estuvieron en la arqueta de mármol, ya que se habían colocado en un nicho hecho en la pared.

Y afortunadamente, comenta Varela, tras el incendio de la Guerra Civil, los muros de la iglesia se mantuvieron intactos.

Por ello, los investigadores que llevan meses recopilando información y que no ponen en tela de juicio la confesión del sacerdote, dispondrán en el mes julio de un georradar que permitirá localizar en los muros el lugar exacto de los restos.

El mando sobre ese georradar estará a cargo del experto Luis Avial, que se ha sumado al equipo multidisciplinar desde su dilatada experiencia. Avial participó en la búsqueda de Marta del Castillo y hace cuatro años, en la de los restos de Miguel de Cervantes.

Varela pone en valor que se trata de una búsqueda sencilla, ni invasiva ni destructiva y ha avanzado que el grupo de investigadores piensa plantear que se haga un documental para dar a conocer una historia «apasionante que refleja la historia contemporánea».

Y aquí subraya que la propia vida de Calderón de la Barca es apasionante en todos los sentidos: «Un militar, que luego es sacerdote, un triunfador en los escenarios, el autor de La vida es sueño que impresiona a los románticos alemanes, y que es copiado por Goethe».

En definitiva, dice, Calderón lo reúne todo, «y a eso añadimos más de dos siglos de peregrinaje en el traslado de sus restos hasta llegar a la Guerra Civil española»