El cine ganaría mucho como entretenimiento con la supresión de todas las bandas sonoras. En vez de prohibir la insoportable 'Lo que el viento se llevó', debería censurarse la música que lleva un siglo atormentándonos desde la pantalla cinematográfica, y que solo cumple su misión cuando no se escucha ni se oye. Naturalmente, por Ennio Morricone haremos la misma excepción que Janis Joplin con el feo Leonard Cohen. Sin detenernos en las obras maestras de indudable contenido intelectual del compositor italiano, sino en la trilogía de Por un puñado de dólares rodada en el desierto almeriense.

Se suponía que el spaghetti western degradaba al Lejano Oeste, a la interpretación cinematográfica y hasta a la gastronomía. Sin embargo, sirvió de embrión a la santísima trinidad de la aventura en vertical. A saber, Sergio Leone, Clint Eastwood y Ennio Morricone. Los participantes en aquella epopeya bizantina por hierática fueron condenados al pozo del franquismo, pero sus perpetradores concentran hoy el entusiasmo de sus iconoclastas. En un territorio vecino fuimos sometidos a las mismas sacudidas con John LeCarré, desterrado por thatcherista del olimpo progresista y hoy adorado por dicha secta. Ya que hemos aterrizado en territorio racial, cómo no acordarse de los malditos Pajares y Esteso, rehabilitados por Saura y Villaronga.

Mi tema de Morricone es el 'Here's to you' dedicado a la memoria de Sacco y Vanzetti, soportable incluso en labios de Joan Baez. Se necesita un conocimiento exhaustivo de la idiosincrasia anarquista para componer esa canción. La sobrecogedora versatilidad del italiano, frente al repetitivo autoplagio de un John Williams, traduce un dominio instintivo de los sonidos organizados. En cuanto a la receta de los spaghetti a la Morricone, destila pura simplicidad. Sigue tus gustos, no a tus gurús.