Fui varias veces al IVAM, cuando el ensoberbecido PP tenía a su frente a la todopoderosa Consuelo Císcar, para comunicarle que la familia del escultor Paco Badía, nacido en mi pueblo Foyos/Foios, fallecido en el año 2000, quería donar obra suya al museo, unas 200 piezas, con las que montar una sala permanente dedicada a él.

En una de las visitas fui con la viuda del artista, Juani Badía, y nos recibió fríamente y de trámite, despachándonos más rápidamente. No hubo reacción a la propuesta y oferta. La impresión que me llevé es que no sabía ni quién era Paco Badía. Hubo que explicárselo y ni aún así. Me supo mal por la viuda, acostumbrada a la altura intelectual y cultural de París donde residía. Me avergoncé de la talla de la directora de nuestro IVAM.

Paco Badía había nacido en Foyos/Foios en 1907. Con cualidades para las Bellas Artes, hijo de un esculpidor de lápidas, pronto fue a san Carlos donde se reveló contestatario. Al mismo tiempo trabajó para costearse la escuela en el taller de Antonio Ballester, donde aprendió, talla, ebanistería y carpintería. Su espíritu rebelde le llevó al compromiso social y revolucionario.

Con Josep Renau creó un grupo de artistas bajo la denominación de Sala Blava. Había surgido la generación de la Sala Blava. Entre sus integrantes estaban, además de ellos mismos, Francisco Carreño, Antonio Ballester, Enrique Cuñat, Estellés, Bartual, Pérez Contel, Enrique Climent, Jiménez Cotanda, Salvador Vivó, Manuel Lozano, Gabriel Esteve€ Les unía un común denominador diferente a la expresión artística hasta entonces existente y un mismo sentir y pensar político social, se identificaban plenamente con el republicanismo de los años 30. De Renau, director general de Bellas Artes en la República, fue colaborador directo. Ayudaron a salvar numerosas obras de arte, también estuvieron en la operación de salvaguardar las obras del Museo del Prado.

El periodista, escritor e investigador Francisco Agramunt Lacruz ha dedicado toda su vida a documentar a este grupo artístico, uno a uno, escribiendo y reconstruyendo la vida y obra de todos. Uno de los libros lo ha titulado "La vanguardia artística valenciana de los años treinta. Arte y compromiso en la II República" y lo publicó en 2005, cuando Vicente Navarro de Luján era director general del Libro de la Generalidad Valenciana.

La mayor parte de aquella generación al finalizar la pasada guerra civil acabó en la cárcel y luego en el exilio. A Paco Badía el final de la contienda le pilló en casa. No huyó, tenía la conciencia tranquila. Un alguacil fue a casa a avisarle que se presentara en el Ayuntamiento y de allí se lo llevaron a la Cárcel Modelo. Fue condenado a cuatro años de prisión. Su primer trabajo, hacer unas cuantas imágenes religiosas. Precioso el san Francisco de Asís de la Parroquia de su pueblo. Había que comer y sobrevivir. Marchó a Barcelona, el único trabajo que había era tallar más imágenes religiosas. De aquí pasó a París, se afincó en Montmartre, el barrio bohemio de los artistas.

Resurge en París

Se desempeñó en esta nueva etapa artística como quería, con total libertad, en la línea del surrealismo expresionista, con mensaje. Le preocupaba el drama de la humanidad, de la existencia humana. El hombre agobiado y angustiado, oprimido por el sistema, está siempre presente en cada una de sus obras. Todas tienen el mensaje del hombre atormentado, atrapado, sumergido en el embrollo de la existencia.

En París triunfó y por ende logró la victoria en toda Europa. Estaba considerado como el mejor escultor de Europa en bronce pequeño. Poco sabíamos de él en el pueblo y en España. Un día, entrevistando al pintor Gabriel Esteve me dijo que de Foyos era un escultor muy importante, Paco Badía. No tenía ni remota idea. Me remitió a Pérez Contel, quien llevaba años coordinando y localizando a los del exilio. Fui a Xàtiva a Hablar con Pérez Contel, le tenían confinado allí de profesor del Instituto. Badía pasaba medio año en París, donde residía, y el otro en Ibiza.

En mi casa pregunté también y mi padre me dijo que de pequeño habían sido ambos de la misma pandilla. Fui a casa de su hermana, en la calle Pardines, hablé con ella y sólo me dijo que en verano estaba en Santa Euralia (Ibiza). Vivía en una casita en medio del monte. Corría el año 1976, fuí a Ibiza. Se me ocurrió ir a Correos, pues algún correo recibiría el medio año que residía allí y al no vivir en el pueblo lo haría a través de la lista. Expliqué que era periodista y buscaba para un reportaje a un escultor famoso, Paco Badía. El funcionario recordó que todos los días a las 12 iba a entregar o recoger correo. Le esperé al día siguiente al mediodía, le expliqué, se extrañó, le dije que quería que volviera al pueblo, nunca desde que marchó al exilio lo había hecho. No quería. No dijo nunca el porqué.

Desconfiaba, no entendía nada. Le hablé de que en la Sociedad Musical podía hacer una exposición, publicaríamos el catálogo, se darían unas conferencias. Estaban abiertos a ello. Apelé al hecho de que mi padre había sido amigo de él en la infancia, por si le conmovía. Quedó en pensárselo. Estuvo un año pensando en si volver o no a Foyos. En el silencio daba la impresión de que no le gustaba la idea. Por Semana Santa de 1977 volví a hablar con él en Ibiza. Seguía con las dudas y yo insistiendo. Nos vimos el Domingo de Ramos, me pidió una semana más para pensarlo, quedamos en volver a vernos el sábado víspera del Domingo de Pascua, antes de regresar yo a Valencia. Ocurrió que el 11 de febrero de 1977 el Gobierno legalizó el Partido Comunista. Él perteneció desde siempre al Partido Comunista. Y aquel hecho creo que le hizo cambiar de actitud y me manifestó que sí, que aceptaba la invitación y venía.

Fue preparado todo, vino, trajo obra, se hizo la exposición, las conferencias, las publicaciones, y más adelante se logró todo lo que un pequeño grupo de amigos y el Musical habíamos solicitado, que se le dedicara una plaza, se instalara en ella una escultura suya. Cuando la inauguración, el alcalde forastero socialista que teníamos, muy sectario él, no me invitó a los actos, se quiso apropiar de la idea. Cuando se enteró Paco Badía exigió que yo estuviera allí, él mismo vio a buscarme a casa y me llevó con él. Con otro alcalde socialista, normal y culto, Francisco Javier Ruíz Montalt, se consiguió que el recién construido Instituto de Enseñanza Secundaria fuera bautizado con el nombre de Paco Badía. Tuvimos la suerte de que su abuelo, el empresario automovilístico Paco Montalt, era ahijado de Paco Badía.

Badía falleció en 2006, a los 93 años, en Ibiza, trabajando en su tallercito el barro de las obras que llevaría luego a la madera o al bronce. El año anterior asistí a una exposición que hizo en el pueblo del pirineo francés donde veraneaba. Había importantes personalidades en la inauguración. Las fotografías que le hice allí las conservo como en oro en paño. Serían de las últimas. Estos días de confinamiento las he reencontrado y me he animado a contarles esta historia.

Su pueblo ya lo recuperó, él volvió con dignidad, se le reconocieron los méritos, se ejercitó cuando no se estilaba lo de memoria histórica, pero a excepción de la Universidad Politécnica que le organizó algo similar a lo de su pueblo, la ciudad de Valencia o el mundillo oficial de la cultureta -ésa que pocas veces va más allá del barrio del Carmen- y mucho menos el IVAM, Instituto Valenciano de Arte Moderno, se ha dignado darle cobijo, con la de cosas raras de dudoso arte que han pasado por allí. De todas formas, no creo que en el Instituto de Bachillerato alguna vez se haya contado así de claro quién fue Paco Badía y cómo fue recuperado para la historia y vida del pueblo. Sigue siendo un gran desconocido. Al menos en las clases referidas al arte moderno algo de esto debiera explicarse.