El esplendor de la Feria de Julio dejó huella en València con un festejo para la historia, con un mano a mano de alta tensión el 28 de julio de 1960. Antonio Ordóñez y Paco Camino compartieron cartel en una tarde que fue la revelación apasionada de un joven con hambre de gloria como el Niño Sabio de Camas delante del triunfo de la aséptica naturalidad de un maestro consagrado como la figura de Ronda. Tal día como hoy hace 60 años tuvo lugar un “mano a mano que resultó apoteósico”, según tituló en Levante-EMV el crítico taurino “Recorte”, en el que cortaron nueve orejas y dos rabos.

Si había una persona capacitada para meterse en la boca del lobo y salir indemne de ese mano a mano era Paco Camino. No le tembló la voz al aceptar la encomienda de torear al lado del maestro de Ronda, ni se le heló la sangre al saludar a Ordóñez en el patio de cuadrillas. En el cartel también estaba incluido en un primer momento el torero sevillano Diego Puerta, pero un grave percance en Tudela le dejó fuera de la feria. A pesar de que la prensa local hizo presión para que se incluyera al torero valenciano Antonio Vera, acartelado el domingo 31 de ese ciclo en la llamada “Corrida regional” con ocho toros de Antonio Escudero, y de que Ángel Peralta, ganadero de esa tarde, se ofreciera a abrir cartel tras su gran triunfo el día 26, todo acabó en un mano a mano por voluntad de Ordóñez porque “las figuras mandan”, según cuenta el crítico taurino.

Paco Camino, que había tomado la alternativa en la Feria de Fallas cuatro meses antes, se sabía con el bagaje de conocimientos necesarios para desempeñar su capacidad lidiadora con tan solo 19 años. De hecho, había aceptado tres tardes en el ciclo en honor a San Jaime. El domingo 24, el Niño Sabio de Camas abrió feria al lado de Luis Miguel Dominguín y Pedrés delante de los Galache. Ese día no pudo cortar orejas, pero destacó por estar “muy valiente” -según Recorte-, volteado en el sexto de la tarde sin lamentar mayores consecuencias. En ese sentido, el crítico de Levante-EMV contó en su artículo que “Paco Camino era esperado por los aficionados valencianos, que desde el primer momento demostraron simpatía por el torero sevillano”. En ese primer festejo de la Feria de Julio estuvo presente el extraordinario artísta cinematográfico, Orson Welles, en la barrera de sombra degustando un buen habano.

Al día siguiente, Antonio Ordóñez tuvo la primera de las dos corridas de toros que había firmado en el ciclo de 1960. Recorte tituló la crónica: “Belleza y señorío del toreo de Antonio Ordóñez, que cortó oreja en sus dos toros”, pero, al final del texto, acuñó que “a pesar de las cuatro orejas que se han cortado a lo largo de la feria, el balance arroja un predomino del aburrimiento”.

En la cuarta de feria, el ciclo pareció despegar con una buena tarde de Jaime Ostos delante de astados de María Teresa Oliveira y llegó el 28 de julio, en el que Odóñez y Camino cumplían su segundo compromiso en València.

De los toros de los hermanos Peralta escogidos para esa tarde, cuatro fueron desechados por los veterinarios por falta de trapío y se sustituyeron por otros cuatro de Jesús Sánchez Cobaleda “Barcial”. De todos ellos, sobresalió el quinto de la tarde, premiado con la vuelta al ruedo, de la ganadería de Peralta y, de los de Barcial, el primero y el tercero de la tarde. Según cuenta Recorte, muchos aficionados, al salir de la plaza, compararon aquel festejo con la tarde memorable de la alternativa de Parrita, en la que Manolete y Carlos Arruza rivalizaron y dieron un gran espectáculo: “La tarde transcurrió en medio de una gran ovación continuada. Las seis faenas de muleta fueron acompañadas por la música, concediéndose trofeos en todos los toros, con un total de nueve orejas y un rabo. (…) Camino no igualó a Ordóñez en trofeos conseguidos por estar desafortunado con la espada al matar al último toro de la tarde”, apuntó la crónica.

La tensión y el riesgo fueron dos constantes que se convirtieron en una droga que necesitaba inyectarse Paco Camino cada día para lograr ser figura, un camino que se yergue sobre el filo de la navaja en el toreo y es, en el fondo, una senda entre la vida y la muerte que todos no se atreven a caminar. Esa tarde, el Niño Sabio de Camas pasó de ser un neófito lleno de ilusiones a un torero consagrado que había estado a la altura de un maestro como Antonio Ordóñez: “Lo realizado por Camino tuvo un éxito extraordinario, siendo motivo de los más encendidos comentarios. Su proeza de matar tres toros mano a mano con Ordóñez es digna de los mayores elogios porque no temió presentarle batalla a un torero con diez años de alternativa y de una clase excepcional. Y Camino se creció y se puso a la altura del veterano matador de toros. A nuestro juicio, fue de mucho más mérito lo realizado por Camino, sin restarle méritos a Ordóñez”, escribió Recorte.

Camino destacó por ser un torero tormentoso y valeroso, con la voluntad de incendiar los tendidos de las plazas en las que toreaba: “Paco Camino, además de ser un torero inteligente y artista, posee un valor temerario, se jugó la vida toda la tarde, poniendo el corazón en la punta de los pitones, y así logró conseguir un triunfo de apoteosis. (…) Lo realizado en el cuarto de la tarde, el bicho mayor del encierro, que tenía mucho que torear, fue de antología. Allí el pequeño se convirtió en gigante. Hizo estremecer los cimientos de la plaza, con el rugir de la masa entusiasmada con el toreo preciosista y valeroso que ejecutó. Las dos orejas y el rabo fueron el premio”.

Por su parte, el maestro de Ronda “tuvo una tarde completísima, toreando con esa majestad y ese señorío que caracteriza su toreo. Tanto con el capote como con la muleta estuvo superior, destacando la faena realizada al bravísimo toro de Peralta, en la que se cansó de torear con la derecha y con la izquierda, embistiendo el toro cada vez mejor”.

A los mano a mano de Dominguín y Aparicio; Aparicio y Litri; Dominguín y Ordóñez; hay que sumar el de Ordóñez y Camino porque los dos toreros escribieron una de las páginas más emocionates de la plaza de toros de València.