Con sus botes de pintura en la mano y una mascarilla para evitar aspirar los colores que brotan de los esprais, la artista valenciana afincada en Nueva York Laura Álvarez ejecuta su último encargo: decorar una terraza de un bar del barrio de El Bronx con su estilo personal de motivos naturales y vivos colores. Un estilo que también ha dejado impreso en una bandera del barrio de El Bronx que diseñó la artista y que fue seleccionada por el centro Rockefeller de Nueva York para que ondeara junto o a otro centenar de estandartes en la plaza de este emblemático complejo de 1939, formado por 19 edificios de estilo Art Decó ubicados en la Quinta Avenida de Manhattan.

Junto a enseñas diseñadas por grandes artistas como la cubana-estadounidense Carmen Herrera, o los estadounidenses Jeff Koons, Brian Donelly, su bandera se levanta estos días en el centro de la Gran Manzana enmarcada en una iniciativa para que numerosos artistas expresaran «qué es para ellos Nueva York y qué significa», dice Álvarez. En una breve pausa de su trabajo, Álvarez explica cómo elaboró el diseño que se imprimió sobre la tela de la bandera que luce ahora en el centro Rockefeller. «Para mí, Nueva York, más que Manhattan, es El Bronx», dice convencida la artista valenciana, que ha vivido los once años que ha pasado en la ciudad en este barrio del norte. Por eso, continúa, tomó como modelo la bandera original de El Bronx, que tiene el escudo de la familia Bronck (de la que el barrio tomó el nombre) y en el que destaca un sol sobre un horizonte marítimo. Pero en su versión, Álvarez -que lleva tatuadas una nube de estrellas en el brazo izquierdo y un pájaro que le asoma por la parte alta de la espalda-, decidió cambiar los rayos que desprende el sol por el lema «THE BX», «porque El Bronx (The Bronx, en inglés) es conocido como 'BX' como acortamiento».

Inspirada en la naturaleza

El diseño de la bandera no fue casualidad, ya que los trabajos de Álvarez están todos inspirados en la naturaleza. «Siempre he sido muy ecologista y siempre he estado muy preocupada por el medioambiente», comenta, después de confesar que a los 14 años quería embarcarse con la ONG Greenpeace para salvar ballenas. Asegura que cuando llegó a Estados Unidos le chocó «la cultura de usar y tirar» de los norteamericanos y, por eso, con su arte intenta «despertar a la gente, porque no hay una cultura de aprender sobre ecología» ni sobre otras cuestiones como la salud o la alimentación, dice. Además, culpa «a las grandes empresas», como las farmacéuticas, los fabricantes de plásticos o de herbicidas de no estar interesados en el desarrollo de unos hábitos más saludables y respetuosos con el medio ambiente.

Enamorada de El Bronx

Álvarez, que compagina su labor de artista con su trabajo de organizadora cultural en el Departamento de Parques de la ciudad, cuenta que cuando llegó a El Bronx, en un día frío de enero de 2009, se enamoró de la ciudad y del barrio y decidió quedarse, de momento, dice ahora, hasta la jubilación. «Llegué porque me casé con un norteamericano y nos vinimos al Bronx y al cabo de cinco años él odiaba Nueva York a mí me enamoró y yo me quedé y él se fue», dice, antes de agregar que para ella «Nueva York es la meca del arte» porque le permitió desarrollarse como artista. Define El Bronx como «una ciudad que te acepta», como el hogar que no encontró cuando vivía en España o en Inglaterra, país donde también residió una temporada.

Antes de llegar a Estados Unidos, hacía «mayoritariamente diseño gráfico y poco arte», pero todo cambió cuando se vio obligada a tomarse «un respiro de nueve meses» mientras esperaba que se resolviera su solicitud de residencia permanente, conocida como Green Card. En ese tiempo, explica, se replanteó su carrera y a qué quería dedicarse. «El Bronx me dio un cambio de carrera a los 30 años, que fue encontrarme con el arte otra vez, empezar a dibujar, empezar a hacer más ilustraciones y empezar a hacer murales, que nunca había hecho, y cómo expandir mi creatividad a otros niveles que no había hecho nunca en España», comenta.

«Estoy enamoradísima del Bronx, no es como en las películas de los 70», declara Álvarez, que forma parte de la dirección de una asociación local Art Bridge, que se dedica a promocionar a los artistas de El Bronx y ponerlos en contacto con la comunidad.