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Ponce, amor en tiempos de pandemia

Las bodas entre toreros y artistas han sido muchas y no siempre han sido modelo de convivencia

Ponce, en una imagen de archivo.

En 2003 tuve, creo que el honor, de que Enrique Ponce presentara en Madrid ante la prensa, mi libro Celos amor y muerte. Tragedias y pasiones del toreo. Es una recopilación de los momentos en que las gentes de toreo fueron noticia por sus frustrantes relaciones amorosas. En la portada y casi como símbolo, figura la imagen de Manuel Rodríguez Manolote y su novia Lupe Sino, amor que no llegó al matrimonio porque ni siquiera fue posible «in articulo mortis» dado que el apoderado del diestro, José Camará, y el amigo y socio en algunas empresas, don Alvaro Domecq, impidieron que la artista llegara a la habitación en la que se debatía entre vida y muerte el gran ídolo de la época. El gran amor de nuestros días, muy bendecido socialmente fue el de Enrique Ponce y Paloma Cuevas hija de Victoriano Cuevas Roger Valencia III. Hoy son la nueva pareja rota.

Enrique Ponce se ha convertido en portada de diarios, revistas de colorines, telediarios y toda clase de medios informativos en que los amores suelen vender bien. Sobre todo los considerados espurios. El amor otoñal debe ser bendecido. Ponce no está todavía en ese estadio y la novia, menos todavía. Como siempre la fama de un torero lleva aparejada la atención mediática. Están en plena luna de miel amorosa y los que siguen de cerca a esta pareja ya han lanzado el presunto primer enfrentamiento que en casos similares es preludio de ruptura. Como en situaciones parecidas ha habido desmentido.

Los amores más o menos literarios comienzan en la pretendida aventura del Marqués de Villamediana, que en torneo de la plaza mayor de Madrid tuvo el alarde de lucir los colores de la reina. El Marqués era alanceador, lo que se llevaba entonces, y fue alanceado en una calle de la ciudad cuando viajaba en calesa. Estaba enamorado de doña Isabel y por ello se dijo: «Pica bien, pero pica muy alto».

La historia que presentó Ponce contiene más dramas que melodías amables. José Ulloa Tragabuches, matador de toros, descubrió que su esposa se veía con el sacristán de Ronda, remató a éste de un golletazo cuando se percató de que pretendía esconderse dentro de la tinaja en que se almacenaba el agua potable. Tragabuches partió de Ronda a la sierra donde se unió a Los Sieste Niños de Écija. A su mujer la lanzó por el balcón a la plaza.

Por las páginas pasan El Guerra, Chicuelo y Bombita antes de llegar a la gran tragedia valenciana protagonizada por Julio Aparici Pascual «Fabrilo». Éste, que gozaba fama de ser el torero más guapo de España, se casó con su paisana Pilar, pero surgió la Marquesa de Fuente el Sol, ganadera de reses bravas con calle dedicada en Morella. Fabrilo, cuyo apodo taurino se debió a que había trabajado en La Fabril, era elegante y valiente a la vez. Él mismo diseñaba y cosía sus vestidos de torear.

El amor del que había disfrutado en la plaza se tornó odio porque la gente le reprochó que conviviera amorosamente con la marquesa. Cada vez se le exigía más en el ruedo y llegó el momento en que hubo que banderillear a un toro muy difícil, al que su compañero Reverte se negó a parear. «La novia de Reverte borda pañuelos/La novia de Fabrilo muere de celos» ( Duyos) Fabrilo dejó para el habla popular y acomodando la frase a diversos oficios, incluido el de los boxeadores y futbolistas «te mes collons que Fabrilo» para ponderar la actitud del que se pretendía exaltar.

Fabrilo salió al ruedo y el toro hizo por él y le propinó la cornada en la ingle que sería de muerte. No murió en la plaza. Lo hizo en su casa a pesar de los buenos oficios del doctor don Francisco Moliner que le atendió. «No em deixe morir, don Paco». Pero la peritonitis se lo llevó por delante. Con el mismo traje, grana y oro, su hermano Paco, novillero, también murió en la plaza valentina.

Lo peor que le puede ocurrir a un diestro es que le pongan los cuernos. Sucedió cuando Carmen Ruiz Moragas, actriz joven de la compañía de María Guerrero, se casó con el mexicano Rodolfo Gaona y terció e hizo mal tercio Alfonso XII. Gaona despreció a la ingrata y ésta acabó protegida por el escritor valenciano, Juan Chabás, de la Generación del 27.

Ignacio Sánchez Mejías, torero, escritor y el hombre que potenció al Betis Balompié y puso salario mensual a los futbolistas, tuvo un amor loco con Encarnación Julvez La Argentinita. Se había casado con una hermana de Joselito y Rafael El Gallo y su muerte acaecida en Manzanares tuvo como epitafio glorioso los versos de Federico García Lorca que relató la muerte: «A las cinco en punto de la tarde».

Víctima de la gloria fue Manuel Granero i Valls. Fue gran ídolo y el hombre que suplió en el fervor público a Joselito, muerto en Talavera, y Juan Belmonte. «En Madrid murió Granero/ y en Sevilla Valerito/ y en Talavera la Reina/ mató un toro a Joselito». Granero fue velado por ilustres gentes de Madrid incluidas artistas famosas como La Goya. En el tren que trajo sus restos a València recibió muestras de dolor y admiración en todas las estaciones en que se detuvo el convoy. En el cementerio de València no había espacio adecuado para que lo enterraran y los amigos de Fabrilo cedieron parte de su enterramiento para que fuera depositado temporalmente el cadáver de Granero. Tiempos después se le dedicó un panteón. Justamente en los días en que llegaron y fueron homenajeados los restos de la gran diva Lucrecia Bori, traídos desde Estados Unidos donde falleció, se abrió la tumba de Granero, porque había filtraciones de agua, y se toparon con que el cuerpo estaba incorrupto. Naturalmente surgió la idea popular de que era santo. Se aclaró con que su cuerpo había sido tratado para evitar la pronta descomposición.

Nunca se supo las razones por las cuales se separaron Pastora Imperio y Rafael el Gallo. Fue un misterio no aclarado. Su yerno Rafael Vega de los Reyes Gitanillo de Tirana fue testigo de la cogida y muerte de Manolete en Linares.

De cerca vivió València el amor de doña Concha Piquer con Antonio Márquez «El Belmonte Rubio». Márquez estaba casado y hasta que no falleció su esposa no pudo legalizar su vida con doña Concha. Ésta hizo gala en una de sus canciones del derecho al divorcio cuando cantaba aquella de «Yo soy la otra, la otra/ y a nada tengo derecho/ porque no llevo un anillo/ con una fecha por dentro». Nunca fue considerada esta copla de canción protesta, pero en realidad lo fue.

La vida entre Manolete y Lupe Sino nunca tuvo felicidad por parte de ambos. Al torero le pusieron pegas en su familia, incluida la madre. Se vieron a escondidas en muchas ocasiones. En Fuentelaencina, pueblo de Guadalajara, pasó algún verano Manolo con Lupe. El diestro aparcaba su automóvil en el jardín de la casa del boticario don Adrián Ayala Plaza. En las cercanías había un pequeño río en el que se bañaban Manolete y las hermana Bronchalo apellido de Lupe. En Fuentelaencina la consejera de Madrid, Rosa Basante, casada con Santiago Ayala, hijo del farmacéutico, montó una exposición dedicada a Manolete con concierto incluido y me cupo el honor de presentar el acto.

A Manolete lo recogió de la arena de Linares, Pepet, el maitre de La Pepica famoso monosabio con escultura en València, las fotos las hizo el alicantino Canito, gran fotógrafo de los toros. El mausoleo fue tallado por el valenciano Amadeo Ruiz Olmos y los versos grabados en el mismo son de Rafael Duyos. «Aquél que las arenas pisó con más firmeza/yace aquí bajo el cielo de su Córdoba mora...»

Juan Reus fue el autor del primer cartel editado por la litografía Ortega en la que aparecía el torero cordobés. La primera canción que se le dedicó a su muerte, con cierto éxito, la interpretó Enrique Vargas el Príncipe Gitano nacido en el barrio de Russafa. En el entierro presidió el duelo de toreros Jaime Marco El Choni. «El bario de Sagunto/ tiene un torero se llama Jaime Marco/ Jaime el Choni». ( Duyos). Las últimas palabras de Manolote fue la llamada a quien había sido su gran torero de plata: «David, David». Alfredo David Puchades, nacido en València, fue su el llamado peón de confianza.

La boda entre Juanito Belmonte y Celia Gámez fue imposible. Y hubo dos matrimonios que acabaron en separación. Curro Romero y Conchita Márquez Piquer se separaron después de tener dos hijas y María Albaicín una gran bailarina y Joaquín Bernadó también acabaron en separación parece que los muchos meses que pasó el diestro en México hicieron mella en la pareja.

Las bodas entre toreros y artistas han sido muchas y no siempre han sido modelo de convivencia. Ponce era, aparentemente, quien rompía con la tradición. Ella sí ha roto el modelo de novia o esposa de matador al tomar asiento en una barrera en tarde que toreaba Enrique. La cogida de éste, espectacular, pero afortunadamente sin graves consecuencias produjo la foto de su joven novia extremadamente atribulada por el trance. La tradición mandaba que las mujeres de la familia encendieran velas ante la imagen del santo más popular para pedir el bien del final del festejo.

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