El pianista Xavier Torres se ubica en el grupo de cabeza de la actual brillante generación de pianistas valencianos. Son los herederos de los Iturbi, Querol, Soriano, Monreal y algunos poquitos más. Una joven y dinámica generación en la que figuran nombres como Josu de Solaun, Carlos Apellániz, Carles Marín, Claudio Carbó, Ricardo Descalzo o Xavier Torres, quien representa, como sus admirables compañeros de generación, un pianismo nuevo, que se asoma con similar entusiasmo al pasado como a un futuro que ellos convierten en brillante realidad. Lo puso bien de manifiesto Xavier Torres el sábado, en la inauguración del ciclo integral de las 32 sonatas para piano de Beethoven que ha promovido el Palau de la Música en el Centro Cultural El Almudín con un muy irregular plantel de pianistas. El ciclo no ha podido tener mejor comienzo, con el punto álgido establecido por Xavier Torres en este sobresaliente recital inaugural, en el que ha abordado con templada maestría un más que comprometido monográfico que se expandió desde la primera a la última sonata para piano, con recalada en la placentera Sonata en sol menor (la Opus 49 número 1). Torres, nacido en Alberic en 1982, dejó constancia de su fuste pianístico y de artista de altos vuelos con interpretaciones plenas de fondo, virtuosismo y ese plus escurridizo que marca el abismo entre lo bueno y lo formidable. Abordó la temprana y haydniana Sonata en fa menor con mesura y brillantez, bien arraigada en el clasicismo nuclear del primer Beethoven, aunque sin descuidar un lenguaje que se presagia rotundamente novedoso. Con intuición y ductilidad de maestro, tuvo la habilidad de templar los tempi para así atenuar el negativo efecto de la muy reverberante acústica de la espaciosa sala; cantó con efusión el Adagio y el Minueto, y desplegó pulso y temperamento en el Prestissimo final, escuchado con claridad, equilibrio y vigor rítmico. Fue el inicio de una velada de gran música, seguida por un público cuyo cómplice silencio no hacía sino corroborar lo mucho que estaba ocurriendo sobre el privilegiado escenario. Tras los dos tibios movimientos de la sencilla y mesurada Sonata en sol menor, el recital alcanzó su punto álgido en la monumental sonata que cierra el ciclo beethoveniano, la Opus 111, el adiós al piano del compositor -aún compuso las Variaciones Diabelli y las Bagatelas opus 119 y 126, pero estas obras son harina de otro costal- y una de las cumbres más sobrecogedoras y exigentes del repertorio musical. Xavier Torres, artista curtido y bien rodado, se adentró en la obra maestra por derecho y sin tratar de demostrar otra cosa que el intenso contenido expresivo y humanista que entrañan sus pentagramas. Sobre un pianismo de cuidadísima factura, escrupuloso con los registros y los planos sonoros e indagador de colores y sonoridades, desplegó con precisión orfebreril el revolucionario y dramático discurso del Maestoso inicial. El fraseo, inapelable en su contundente ritmo doblemente punteado, fue preludio de una versión que en su grandiosidad expresiva afirmaba la esperanzadora reivindicación de un mundo radicalmente diferente. Torres articuló su versión desde un lenguaje esencialmente beethoveniano, pletórico de carácter, decisión y convicción. Fue un Beethoven mayúsculo dicho con palabras mayores. Luego, en la prodigiosa Arietta final, en el "Adagio molto, semplice e cantabile", el artista alberiqueny aún tuvo el genio de dar una nueva vuelta de tuerca para interiorizar aún más el último discurso expresivo. Pocas veces se habrá escuchado una versión tan genuina y fiel, tan volcada en la verdad inmanipulable y exigente de este Beethoven cercano ya al final de su ciclo vital. Tras una obra así, tras una interpretación así, solo cabe el silencio. Pero Xavier Torres quiso ser generoso con el público, que mostró su entusiasmo tanto en el silencio absoluto con que siguió el recital como en la larga ovación con que premió este recital de cinco estrellas. La sutil magia de la liviana Melodía húngara en si menor de Schubert fue el colofón fuera de programa de una actuación que marca cota en el ciclo que inaugura.