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Muestra

Bocetos del jazz en València

El catálogo de la exposición "València Jazz" reúne textos e imágenes sobre el auge de la escena en la ciudad

Bocetos del jazz en València

Cuando en 1979 Stan Getz actuó en el Teatro Principal, la Policía tuvo que cargar contra los aficionados al jazz que se agolpaban en la puerta y que se peleaban entre ellos porque no habían podido acceder al concierto por exceso de aforo. Con este recuerdo ilustra Jorge García la pasión que tuvo la ciudad por esta música que fue un ariete de modernidad y libertad en la València de los años 70. Esa pasión quedó reflejada en «València Jazz», la exposición que realizó la Fundación Bancaja en 2016 y de la que García fue comisario junto a la crítica e historiadora Toni Picazo.

Ahora, Bancaja ha publicado (solo a través de internet) el catálogo de la muestra en la que se incluyen carteles, programas de mano y decenas de imágenes a cargo de fotógrafos locales en las que encontramos a las grandes leyendas del jazz que pasaron por la ciudad pero también al ejército de jóvenes músicos valencianos que crecieron en aquella escena y hoy son referentes en toda Europa. Estamos hablando de guitarristas como Joan Soler, Ximo Tébar, Manuel Hamerlinck y Miguel Casany; de los saxofonistas José Luis Granell, Ramón Cardo, Perico Sambeat y Francisco Blanco Latino; de los pianistas Ricardo Belda, Tino Gil y Vicent Lluís Fontelles; de los contrabajistas Salvador Faus, Lucho Aguilar y Jordi Vilà, y de los baterías Vicent Cortina, Vicente Espí y Felipe Cucciardi, entre otros.

En uno de los textos que se incluyen en el catálogo, el saxofonista Ximo Caffarena recuerda esa escena de la que él fue uno de los pioneros. Caffarena señala al Tres Tristes Tigres -«un espacio de libertad (€) en el que el público escuchaba y aplaudía, hablaba, comía, bebía, reía, fumaba, ligaba, y lo sentías próximo»- como el primer local que empezó a programar conciertos de jazz y a reunir a los aficionados.

Aquel garito -uno de cuyos propietarios era Julio Martí, promotor de la mayor parte de los grandes conciertos de jazz que se han celebrado en España durante años-, cerró en 1979. Pero en 1980 abrió Perdido, el club cuya trayectoria llevó gran parte del peso de la exposición en 2016. El Perdido «era otra cosa -afirma Caffarena-. El público, distante en lo personal, estaba silencioso y parecía atento. El escenario era el centro de atención y sabías que te lloverían las críticas. Se había perdido aquella espontaneidad pero se había ganado en ortodoxia. En Perdido, al músico se le exigía un lenguaje determinado, un determinado fraseo, purista, escolástico, académico y los que no pasábamos ese tamiz no éramos bienvenidos».

García, por su parte, recuerda el Perdido de los 80 como un local pequeño, subterráneo, con moqueta y sillones. Estaba en Russafa, «un barrio que en esa época no tenía nada que ver con lo que es ahora. De vez en cuando entraba allí gente rara, que seguramente esperaba encontrar lo que entonces se conocía como una 'whiskería'». El responsable de «València Jazz» recuerda el paso por ese club de «gente importante» como Tete Montoliu, Lou Bennet, Steve Lazy, Joe Newman, Mal Waldrom o Dannie Richmond. Pero, sobre todo, lo que consiguió Perdido fue dar la oportunidad para que los músicos locales tocaran, tocaran y tocaran y los aficionados escucharan, escucharan y escucharan. «En València no había escuelas pero sí conciertos -indica García-. Hay una o dos generaciones de aficionados y de músicos que se han formado gracias a Perdido. Allí los músicos y los aficionados maduraron y se consolidaron proyectos».

Pero el «boom» del jazz en València fue más allá de sus clubs. Además del tumultuoso concierto de Stan Getz, García recuerda que días después tocó también en el Principal el no menos histórico Bill Evans. En este teatro, pero también en la Plaza de Toros, en los Jardines de Viveros, en el Palau de la Música o en la Fundación Bancaja (donde también se organizaban seminarios), actuaron a lo largo de los 80 y 90 «leyendas» como Sarah Vaughan, Miles Davis, George Benson, Nina Simone, Art Pepper, Art Blakey, Dexter Gordon o Chet Baker, que sopló aquí su trompeta semanas antes de perder la vida tras caer desde la ventana de un hotel en Amsterdam.

«Por València pasaban casi todas las grandes giras que también iban a Madrid y Barcelona. Y algunas solo pasaban por València», subraya García. Y, pese a eso, el aficionado valenciano al jazz nunca ha dejado de ser una inmensa minoría. «Perdido cerró en 1995, cuando sus dueños se toparon con la cruda realidad de que aquí había mucho público para grandes acontecimientos pero no para el día a día», recuerda el crítico. A día de hoy, solo el Jimmy Glass, en el Carme, ha logrado mantener la antorcha del jazz en directo encendida en la ciudad.

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