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La ruina amenaza las salas de conciertos

Las medidas de Sanidad para el ocio nocturno están a punto de llevar a la quiebra a la música en directo

Lorenzo Melero, propietario del Loco Club, antes de un concierto. m.a.montesinos

Seguridad y prevención frente la covid-19 en el acceso a la sala 16 Toneladas.

Chevy Martínez en un Jimmy Glass con instrumentos y sin jazz. c.m.

A principios de marzo 2020 el coronavirus ya ocupaba los titulares de las portadas. Todavía no tenía el monopolio informativo, pero estaba ahí. Y mientras el covid-19 asomaba la patita, del viernes 28 de febrero al jueves 4 de marzo se celebraron en una treintena de cafés, bares salas y auditorios de la ciudad de València más de medio centenar de conciertos.

Siete meses y una pandemia después, la mayoría de esas salas permanecen cerradas y la posibilidad de ver a una banda en directo y bajo techo se reduce a un par de locales que logran mantener una programación vespertina gracias a su licencia de asociación cultural. La música popular sin empaquetar, presentada en vivo, la que te permite moverte, saltar, colisionar cuerpos y derramar cervezas es un motivo de nostalgia y, lo peor de todo, de incertidumbre.

«Estábamos viviendo una época muy buena, con actuaciones casi cada día de la semana. Venir a ver conciertos era como una moda… Y de repente, se ha ido todo a hacer puñetas». Lorenzo Melero es el dueño del Loco Club, uno de los emblemas del rock y el pop en València y uno de los pocos locales que aún presenta un calendario de eventos hasta final de año. Pero el Loco tiene licencia de café concierto, con lo cual, según la resolución del 17 de agosto de la Conselleria de Sanidad sobre medidas de prevención contra el covid-19, puede organizar actuaciones musicales pero con un tercio de aforo y sin ofrecer servicio de bar.

El Loco fue la primera sala de València que acogió un concierto (una actuación especial para los socios del club) en la desescalada, y en junio y julio organizó actuaciones con un tercio de aforo. «No sacábamos mucho pero esos conciertos le daban la vida a los técnicos, a los artistas y a la gente que vende la cerveza».

En septiembre Lorenzo empezó a preparar la programación de la nueva temporada pensando que se levantarían las restricciones impuestas en la resolución de agosto. «Pero vimos con sorpresa que las prorrogaron 21 días más, con lo que tuvimos que cancelar las actuaciones o pasarlas a octubre. Pero la semana pasada volvieron a prorrogar la resolución y ahora tenemos que esperar al 19 de octubre a ver qué pasa».

Aún así, en el Loco sigue sonando la música. El viernes actuó Johnny B. Zero y ayer lo hizo Pablo Carbonell. De aquí a finales de año tiene programados por ahora otros 10 conciertos, ni una quinta parte de los que hubiera celebrado durante ese periodo de tiempo en una situación normal. «Tomamos la decisión de seguir abiertos pensando en los grupos, los técnicos y los promotores que lo están pasando muy mal y que necesitan ingresos para pagar estudios de grabación, salas de ensayos, promoción de discos… Funcionamos como si fuéramos un teatro, con el público sentado y sin abrir las barras. Obviamente esto no es rentable porque las salas pequeñas vivimos fundamentalmente de las consumiciones de la gente».

Otra sala de conciertos que, mal que bien, está manteniendo un mínimo de programación en València es 16 Toneladas. «Vamos haciendo algo por no estar parados y porque hay gente que ya había pillado las entradas. Pero realmente, acabas el concierto y ves que no ganas nada y eso no se puede aguantar», explica José de Rueda, responsable de la sala.

Como Lorenzo, Pepe asegura que sin la barra una sala no gana dinero suficiente, que lo que pueda ingresar por el alquiler del escenario o el porcentaje de taquilla con un tercio de aforo no cubre ni los gastos mínimos. «Con los pocos grupos que están actuando nos ponemos de acuerdo para que al menos las dos personas que trabajan aquí cobren algo, pero ni mi socio ni yo sacamos nada. Pienso que estamos haciendo cuenta con paga, pero porque me engaño a mí mismo. Estamos vendidos y no tenemos ni idea por donde tirar».

El 19 de octubre la conselleria de Sanidad decidirá si vuelve a prorrogar las restricciones impuestas en agosto o las levanta. «Esa incertidumbre es horrible porque en un negocio como éste tienes que tener la programación preparada -explica Pepe-. Pero como se pronuncian dos días antes de hacer efectiva la resolución, a lo mejor te dicen que te cierran 21 días más y tienes que tumbarlo todo... En fin, imposible».

Fran Bordonado, presidente de la Asociación Valenciana de Salas de Música en Directo, que engloba a 18 locales de la Comunitat Valenciana, aseguraba esta semana que los intentos de buscar una solución a la situación de las salas de conciertos llamando a la puerta de la Conselleria de Sanidad no han dado ningún fruto. «Estamos intentando esclarecer las cosas para que podamos desarrollar nuestra actividad normal y abrir para conciertos con servicios de hostelería; puedes ir a un restaurante o un cine y comer, pero no a nuestras salas». En su opinión, «es curioso que el ocio nocturno lleve 9 semanas cerrado y sin embargo los brotes siguen subiendo».

Por ahí va también el propietario de 16 Toneladas: «Yo creía que, después de que los brotes no hayan parado de subir en verano mientras las salas estábamos cerradas, iban a dejar de culpabilizarnos, pero ni así». «Si nos dejaran nosotros seríamos el primer filtro de los contagios porque somos los primeros interesados en que la gente no se desmadre en nuestros locales», añade su compañero del Loco.

Por ello, tanto Lorenzo Melero como Pepe de Rueda se muestran pesimistas ante la respuesta de la administración a sus problemas. De momento, solo el Institut Valencià de Cultura ha roto una lanza a favor del sector con la programación, dentro de la iniciativa ReaCtivem, de conciertos en varias salas. Asumen el caché de los grupos y el alquiler de la sala. Pero no es suficiente. «Lo agradecemos y es chulo porque los grupos tocan, las salas tienen actividad, las oficinas trabajan... Pero con lo que te pagan no cubres el gasto de mantener el local un mes cerrado -señala Pepe-. Nos ayuda pero no nos rescata, no cubres pérdidas».

Las salas pequeñas lo tienen complicado, y las grandes, más todavía. Repvblicca es el auditorio privado con más capacidad de espectadores para los conciertos en el área metropolitana de València. Desde que el 6 de marzo tocó allí El Drogas no ha vuelto a abrir. «Podríamos organizar conciertos, pero para nosotros no es viable -indica Rafa Gómez, responsable de la sala-. Aquí caben 1.400 personas, pero con las actuales restricciones no podríamos reunir a más de 200 o 300 sentadas y sin barra. Ni siquiera aunque nos dejen abrir la barra nos sale rentable. Para que una sala como esta sea rentable tiene que abrir con normalidad, solo así se pueden cubrir los gastos de personal, los cachés de los artistas, la producción y el alquiler. Si no, nada».

Al menos en su caso, Repvblicca ha podido llegar a un acuerdo con el propietario del inmueble para reducir el alquiler mensual. Lorenzo tiene que negociar «cada mes» con su casero del Loco, y Pepe está pagando ahora la reducción en el alquiler que el propietario del edificio le concedió antes de verano. «Ahora, sin apenas conciertos, estamos pagando lo que nos toca del mes y lo que nos habían aplazado».

Así pues, la situación es complicada y el futuro gris oscuro, pero todos se resisten a la posibilidad de cerrar definitivamente su negocio. «¿Cómo vamos a cerrar si aún estamos a mitad de pagar todo lo que hemos invertido aquí? -responde Pepe-. No quiero ni pensarlo. Esto tiene mucho de pasional para nosotros y es nuestra única apuesta, no tenemos otra».

«A largo plazo ya tenemos mucha programación, aunque el futuro es incierto -reconoce Rafa-. Pero no hemos llegado al punto de desesperación de querer cerrar. Son muchos años dedicándonos a esto y tenemos fuerzas para seguir uno o dos años más. A partir de ahí, no sé qué va a pasar».

«Aguantaremos hasta que me canse yo o se canse el dueño del local -concluye Lorenzo-. Ahora tenemos a todo el personal en ERTE y solo venimos a trabajar el técnico de sonido y yo. Pero hay un montón de grupos que ya nos han dicho que quieren tocar aquí cuando todo esto acabe y nos piden que aguantemos. Lo hacemos por ellos y por este gusanillo de la música que nunca se va por muchos dolores de cabeza que te provoque».

Jimmy Glass, el conocido local de jazz del barrio del Carme, fue de esos que inició la desescalada con una humilde pero ilusionada agenda de conciertos. «Teníamos un tercio del aforo y a nosotros no nos servía de mucho, pero era una situación que daba cabida a que los músicos trabajaran y a que el público supiese que seguíamos allí», explica el dueño del garito, Chevy Martínez. Chevy invirtió en mejoras para cumplir con la normativa: metacrilato en las barras y el escenario, dispensadores de gel, mesas separadas... «Pero conforme avanzó el mes la cosa se fue complicando y en agosto decidimos cerrar . Y desde entonces seguimos cerrados».

Chevy tampoco es propietario del local en el que se encuentra su negocio y no ha podido negociar una rebaja o aplazamiento del alquiler. «Solo estamos acumulando gastos y ningún ingreso. Mis trabajadores están en un ERTE y yo no cobro la ayuda de los autónomos desde hace tres meses». Como el resto de propietarios y responsables de locales de música en directo (y de artistas, técnicos, promotores y aficionados) el dueño del Jimmy Glass confía en que a partir del 19 de octubre Sanidad levante el máximo de restricciones posibles. «A partir de ahí ya veremos lo que ocurre. Queremos reabrir aunque sea con menos aforo, confiando en que podamos cubrir gastos y poder mantener la llama encendida. Pero la cosa está empezando a resultar preocupante».

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