La despedida del Gran Fele me causa gran pena y tristeza. Conocí el circo real, no el que salía por la televisión, en esos espectáculos que no faltaban a su cita navideña. Quizás cada vez en un lugar, porque nunca hubo una apuesta fuerte de las instituciones por este arte, lo que obligaba a cambiar un punto concreto de Valencia que fue variando con el tiempo hasta llegar a la Rambleta.

La dejadez institucional siempre fue suplida por el coraje de un hombre solo, Rafael, aquel hombretón corpulento que siempre me levantaba en brazos al final de cada función, cuando se despedía de los asistentes. Tengo muchas fotos de esos momentos felices que luego se consolidaron cuando, para consolidar mi formación artística y actoral, me apunté a los cursos estivales de circo que el Gran Fele organizaba allí donde le dejaban.

Las clases del Gran Fele era un gran espectáculo en ellas mismas, porque los profesores de las distintas materias (equilibrismo, malabarismo, etc) eran los componentes de la compañía. Allí estaban desde la delicada bailarina hasta el hombre forzudo dándonos clase en grandes espacios, y pasábamos de una clase a la otra como en un gran viaje de magia.

No hace mucho tiempo, cuando abrí mi canal en Youtube para entrevistar a personajes culturales de nuestra sociedad, hablé con el Gran Fele para que nos explicara como había sido su alucinante trayectoria en este mundo tan singular. Quedamos en vernos para grabar pero ya en sus oficinas de la calle Pepita (un nombre que rezumaba humor, cercanía y “suquet” tradicional) el Gran Fele me enseñó los pequeños recuerdos de un oficio mal reconocido, el de payaso, y los impresionantes carteles y publicidad de su padre. Era y se sentía poseedor de un legado fantástico que nos quería transmitir a todos.

En abril de 2019, cuando montó su increíble carpa de creatividad infinita en el Centro Cultural del Carmen me regaló un dibujó muy simpático que resumía su Amor al Arte. Todavía no había pandemias ni pánico social, ni estos sufrimientos tan intensos que está padeciendo el mundo artístico. Nos abrazamos como siempre, aunque ya no me podía levantar en brazos como antes, y disfrutamos de su oferta bajo las luces mágicas de su tramoya.

El Gran Fele fue un novelista de realidades, el Julio Verne del Circo. En cada espectáculo nos ofrecía una historia distinta donde el denominador común era el encanto y la sensibilidad. Rogaría a esas autoridades que tanto le deben que se encarguen de buscar esos guiones y recopilarlos en un libro de recuerdo. Por favor, que no se pierda la memoria del Maestro Gran Fele.