Su amigo Vicente Amigo, con quien ha grabado las bulerías "Las cuatro lunas", le llama "Perico". Un diminutivo que no casa con la majestuosidad que expresa encima del escenario cuando canta con tres referencias claras: Enrique Morente, Tomás Pavón y Camarón de la Isla.

Hablar con Pedro El Granaíno es nutrirse de un artista en tiempos convulsos y entender que el flamenco vacía el alma de este Heredia para llenar la vida cotidiana de las personas. El Granaíno es un cantaor con un conocimiento apasionado sobre la historia del flamenco proyectado en un caudal de voz tan monumental que reencarna a esos grandes maestros.

El artista nacido en Granada -de ahí su nombre artístico- asegura que canta con el corazón porque intenta hacer un homenaje a la vida: "Canto mis penas y mis alegrías", explica. El poder de su música reside en su pureza, en su forma de rumiar y contar el sentimiento. En su 'quejío' está la constancia desde que de joven se inició en el mercadillo hasta llegar a ser uno de los máximos exponentes del flamenco en la actualidad.

El martes presenta el "Granaíno Jondo" en el Teatre Talia.

Sí, estoy muy ilusionado porque es el primer concierto que voy a hacer después de ganar el Giraldillo al Cante en la Bienal de Sevilla. Ahora los conciertos son muy emocionantes para el artista porque tenemos que intentar que el público se olvide de que tiene la mascarilla puesta y de que hay una distancia de seguridad para poder hacerles disfrutar.

¿Ha encontrado diferencias a la hora de sentir el flamenco durante el coronavirus?

Sí, el calor del público entre canción y canción creo que se ha perdido un poco porque con la mascarilla puesta hay menos arrebato. Ahora, ese olé a tiempo en una seguiriya o en una soleá no nos llega.

Entonces, ¿cuesta más encontrar la inspiración?

La primera vez que me subí a un escenario después del estado de alarma fue en Sevilla y sí que fue incómodo, me encontré muy raro. Ahora ya estoy acostumbrado y no es algo que me impida inspirarme porque sé el esfuerzo que hacen las personas por venir a un concierto en estos tiempos.

Para mí tiene mucho significado que una persona que no haya estado nunca en un concierto de flamenco, me diga que lo que ha sentido con el cante no lo ha sentido jamás con otro tipo de música

¿Cómo definiría el calor del público ahora?

Años atrás, el flamenco ha tenido mejor trato en el extranjero que aquí. El público del Festival de Mont de Marsan, de Nueva York o de Londres no da el olé en el momento del cante o en mitad de un tercio en el que ha saltado el duende. Allí es más respetuoso y, cuando se termina el concierto y me pongo de pie, arranca un júbilo de aplausos y de alegría sin igual. Esa sensación es la que tenemos ahora en España con la nueva manera asistir a los conciertos por el coronavirus. Así que sabemos valorarlo muchísimo. No hablo de frialdad, hablo del respeto que muestran al cantaor y al tocaor de guitarra cuando está en el escenario.

¿Cómo es el público de València?

Es muy apasionado y, para apasionarse, no hace falta ser un entendido. Creo que el flamenco es emoción, hay que sentirlo antes que entenderlo. Para mí tiene mucho significado que una persona que no haya estado nunca en un concierto de flamenco, me diga que lo que ha sentido con el cante no lo ha sentido jamás con otro tipo de música. La gente que va a un concierto de flamenco tiene que salir sintiéndolo porque es una música para sentir.

¿Sentir el flamenco es emocionarse?

Sí, es la emoción que provoca el sentimiento. Es la rendición hacia un cante, hacia una seguiriya o una soleá. Por eso creo que el flamenco son oraciones, un rezo a la vida. Hay una frase que le escribieron a Tomás Pavón que dice: "Yo no canto por cantar, no encuentro otra forma más hermosa de rezar". Y así lo creo yo porque el flamenco es también un ejercicio de espiritualidad.

Pedro El Granaíno hace un homenaje a la vida cada vez que canta. Bienal de Flamenco/Ruiz Caro

¿Y qué tiene que tener el flamenco para emocionar?

El artista debe vocalizar siempre a la hora de cantar. Hay maestros como Manolo Caracol, Antonio Mairena, Enrique Morente o Camarón que eran muy tímidos y no vocalizaban casi a la hora de hablar, pero luego eran un torrente de fuerza encima de los escenarios y se les entendía todo perfectamente. Creo que cada letra debe comunicar su idea para que emocione. Por ejemplo, en una seguiriya, que es una pena, es muy importante vocalizar bien el desgarro que se expresa. Es decir, una cosa es cantar y otra es contar a la vez que se canta.

¿Y qué transmite Pedro El Granaíno cuando canta?

Intento cantar con el corazón. Hay cantaores que cantan muy bien y que cuentan las penas como pocos lo hacen, pero nunca han vivido esas penas. Cada vez que canto hago un homenaje a la vida, es decir, canto mis penas y mis alegrías y, con ello, canto a mis seres queridos que ya no están conmigo y a la lucha que he llevado en mi vida, desde que de joven me inicié en el mercadillo hasta lo que vivo ahora como artista.

Mis referentes son Enrique Morente, por su capacidad en la armonía; Tomás Pavón, por su manera de ligar las vocales sin respirar; y Camarón por la revolución que supuso: su cante es inigualable

Más en profundidad, ¿qué le falta al flamenco hoy en día?

Actualmente hay una generación de cantaores y de guitarristas más preparados que nunca. Es cierto que antes se pasaban muchas más fatigas y el cante podía ser más puro. Ahora el cante está más profesionalizado y los guitarras, bailaores y cantaores lo hacen todo muy perfecto. Ahora, quizá falta romanticismo, esa bohemia de antaño con esos genios y esas reuniones de artistas que alimentaban muchísimo como persona y como artista. También echo de menos que nos alimentemos entre los propios cantaores y nos escuchemos entre nosotros para aprender.

¿Cuáles son sus referentes?

Enrique Morente, por su capacidad en la armonía; Tomás Pavón, por su manera de ligar las vocales sin respirar; y Camarón por la revolución que supuso: su cante es inigualable. En el libro “Tomás Pavón, el Principe de la Alameda”, leí que su hermano Arturo tocaba el piano por Chopin para inspirarse y ahora soy un enamorado de la música clásica. Camarón cambió la manera de cantar y transformó los palos del flamenco porque tenía un filtro en su garganta y, desde el conocimiento que desprendía, los mejoró. Contra más lo escuchas, más cosas descubres. Camarón hubiera cantado cualquier género musical a la perfección porque era un músico muy completo.

El Granaíno, el cantaor de los toreros


El toreo vive en la memoria de Pedro El Granaíno porque se lo hace vivir a los toreros a través de su cante. Las primeras figuras como Roca Rey, Alejandro Talavante o José Tomás le llaman “maestro” y le invitan a los tentaderos para que les inspire a la hora de torear.


Todo arrancó cuando el guitarrista Vicente Amigo, “uno de los artistas más grandes de este país”, le llamó para grabar el "Réquiem" de su disco "Memoria de los sentidos" con Miguel Poveda, Rafael de Utrera, Arcángel y Niña Pastori: “Una vez terminada la grabación de esta canción, Vicente me pidió que interiorizara el texto de ‘Las cuatro lunas’ y que me trabajara la tonalidad porque era muy alta”. El Granaíno desnudó tanto su voz y se entregó tanto al cante que, una vez se grabó “Las cuatro lunas”, Vicente Amigo se lo mandó rápidamente a Alejandro Talavante -torero al que están dedicadas las bulerías- y "se enamoró", recuerda. Y, a partir de ahí, muchos espadas le han tildado como “el cantaor de los toreros” y, para él, asegura que es "un orgullo" porque el toreo es "otra de sus grandes pasiones".


Emilio de Justo es otro torero que goza de su amistad porque este año lo invitó al Festival de Flamenco El Portaje de Cáceres y allí se conocieron personalmente: “Emilio es un gran torero porque ha luchado mucho en el mundo del toro y un gran aficionado al flamenco”. En ese sentido, Andrés Roca Rey también le dice a El Granaíno que para entrenar se pone “Las cuatro lunas” y el "Réquiem" porque “le inspira como Vicente Amigo inspira a José Tomás en esa bulería del ‘Campo de la verdad”.


El cantaor finaliza la conversación con el recuerdo al histórico idilio entre el cante flamenco y la tauromaquia y las profundas relaciones que surgieron las noches de bohemia entre Camarón de la Isla y Curro Romero, entre Manzanares y El Turronero o entre Manolete y Manolo Caracol: “El toreo está entre la seguiriya y la soleá porque tiene su parte trágica, en la que se juegan la vida los toreros, y la parte bella de la soleá, como esa danza del hombre con el animal bravo”, concluye. El cante, como la literatura o el toreo, puede llegar a ser uno de los mayores refugios y consuelos en estos tiempos lóbregos y mediocres de pandemia.