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Segrelles, el extraterrestre

Un documental reivindica al ilustrador como «maestro de la fantasía»

Segrelles

La tarde del 3 de marzo de 1969, mientras observaba el lanzamiento del Apolo IX hacia la órbita terrestre y poco después de su despegue, Segrelles emprendió su último viaje. «Estos americanos se creen que van a ser los primeros en llegar a la Luna, pero yo ya he estado allí. Y en Marte, y en otros planetas», había dicho el artista nacido en Albaida en 1885 poco antes de morir. Y en cierto modo, fue así.

En su época de mayor fama, durante los años que pasó en Nueva York a inicios de los años 30, cuando ‘Cosmopolitan’, ‘Redbook’, ‘The London Illustrated’, ‘The American Weekly’, ‘Harpers Barzard’ o ‘Readers Digest’ publicaban sus ilustraciones, Segrelles solía viajar al observatorio astronómico de Wisconsin donde pasaba las horas contemplando estrellas y planetas.

Años después, ya en España, empezó a reproducir aquellas visiones planetarias y a imaginar con su desbordante fantasía cómo serían los habitantes de los rincones del espacio exterior. Son pinturas asombrosas, un universo particular que hoy en día despiertan la admiración de ilustradores contemporáneos de la talla de William Stout, John Howe, Mike Kaluta, Paul Chadwick o Richard Hescox, y de cineastas como Guillermo del Toro o Steven Spielberg. Para hacerse una idea, basta con ver las criaturas de ‘La guerra de los mundos’ que pintó Segrelles y las que aparecen en la película del director norteamericano basada en la novela de H. G. Wells.

Curiosamente, la mayor parte de la producción cósmica de Segrelles coincide en el tiempo con su época de pintor religioso e institucional, la que desarrolló en la España de la posguerra e hizo de él un artista apreciado por los poderes de la dictadura de Franco. Su visión de los mundos que no son éste influida por el expresionismo abstracto, y en la que lo fantástico se mezcla con lo científico, fueron una especie de válvula de escape para el Segrelles más institucional y figurativo.

Varios de sus cuadros siderales, junto a sus impresionantes ilustraciones fantásticas -espectros, plantas carnívoras, monstruos, ninfas y pesadillas-, se exponen hasta el 15 noviembre en el Museu de Maricel de Sitges en la muestra «José Segrelles, maestro de la fantasía». Y no es el único evento cultural que ha vuelto a poner al artista de Albaida en el primer plano. La Mostra de València ha programado el próximo miércoles 28 en los Cines Babel ‘Segrelles, Il·lustrador Universal’, un documental escrito y dirigido por el valenciano Ignacio Estrela que recorre la vida del artista y reivindica su legado.

«Segrelles es conocido y estudiado por creadores visuales de todos los países y todos los medios, incluido, claro está, el cine», asegura Guillermo del Toro en esta producción que podrá volver a verse en los Babel del 5 al 7 de noviembre.

Como la del extraterrestre que inspiró a Spielberg, hay otra criatura de Segrelles que se adivina en una de las películas más celebres de Del Toro. Lo cuenta en el documental el ilustrador estadounidense William Stout, creador de guiones gráficos y diseños de producción en películas como ‘Conan el Bárbaro’ o ‘Parque Jurásico’ y responsable del «story board» de ‘El laberinto del fauno’.

«Cuando estaba preparando la película le enseñé a Guillermo varias ilustraciones de Segrelles y se le iluminaron los ojos», recuerda Stout. Al ver el dibujo que había hecho, inspirado por la música de Beethoven, de un fauno para una de las páginas de Illustrated London News, Del Toro dijo «así quiero que se vea en la película». «Sus imágenes realistas son hermosísimas, pero cuando toca lo fantástico es un iluminado», añade el realizador.

Además de los testimonios que contextualizan la obra de Segrelles, el documental de Ignacio Estrela va recorriendo una vida cuyos contrastes adquieren a veces el tono fantástico de sus ilustraciones.

El hijo del sacristán

Tercero de los doce hijos del sacristán de Albaida, Segrelles demostró desde bien pequeño sus enormes dotes para la pintura, por lo que fue enviado a València, donde inició su formación académica en la Real Academia de San Carlos y en la Escuela de Artesanos. Ya en esa etapa empezó a enfrentarse a una disyuntiva que le seguiría toda su vida: ser un pintor normal o un ilustrador fabuloso. A su pesar, siempre acabará eligiendo la segunda opción.

De València pasó en 1904 a Barcelona, donde acabó sus estudios y empezó a trabajar en la Galería Napoleón, un estudio fotográfico donde se dedicaba a «ilustrar» los fondos de los retratos, a adquirir experiencia y a asumir un estilo minucioso que le acompañó siempre, indica Estrela.

Napoleón fue, además, el primer estudio de España en el que se instaló el cinematógrafo de los hermanos Lumiere y en las proyecciones Segrelles se dedicaba introducir los efectos de sonido: pianolas, campanitas, truenos... «Ver tantas películas le influyó en la composición de sus dibujos y en su dominio del claroscuro», añade el autor del documental.

Pronto empezó recibir encargos para ilustrar revistas, novelas por entregas y folletines. Su éxito es cada vez mayor. Shakespeare, Dante, Cervantes, Allan Poe, Dumas, Blasco Ibáñez, las biografías de Marco Polo, Cabeza de Vaca, Jaume I o Alejandro Magno, los carteles para el Barça... Segrelles lo ilustraba todo y, además con un estilo inconfundible, combinando las imágenes hiperrealistas con otras fantásticas e impregnadas de misticismo.

«Muchas generaciones de españoles y latinoamericanos se iniciaron en la literatura con los libros que él ilustró y su iconografía sigue en la memoria de muchas personas», cuenta el documental.

Las grandes revistas ilustradas de la época -’Blanco y Negro’, ‘La Esfera’-, también publicaron en portada las creaciones de Segrelles y le dieron su trabajo una dimensión internacional. Un corresponsal en París de ‘The London Illustrated’ le sugirió a la revista que contactase con él. Segrelles empezó a trabajar para esta y otras publicaciones británicas como ‘The Sketch’ o ‘London News’, donde aparecieron dos de sus acuarelas que posteriormente reprodujo ‘The New York Times’.

De esa época son sus ilustraciones dedicadas a la música de Beethoven o al «Infierno» de la ‘Divina Comedia’ de Dante, obras maestras universales que le servían al artista de Albaida para plasmar su imaginación y genio desbordante. Estaba en la cumbre de su carrera, pero Segrelles aún quería ir más allá. Y el más allá (de momento) era Nueva York.

Al poco de llegar a la ciudad se produjo el «crack» de 1929 pero eso no le impidió trabajar a pleno rendimiento. El de las publicaciones impresas fue uno de los pocos sectores que no sufrió la hecatombe económica. Su trabajo era ilustrar -de esta época es una de sus grandes obras, los dibujos para ‘Las mil y una noches’- y su sueño era exponer sus pinturas, pero «o gloria o dinero», le decía su agente.

Segrelles eligió el dinero y estuvo a punto de conseguir la gloria. Tanto que el fisco estadounidense, que no paraba de ver sus trabajos publicados en las revistas y periódicos más importantes, se dio cuenta de que el dibujante español llevaba cuatro años en el país como turista y sin pagar impuestos. En apenas cuatro días Segrelles hizo las maletas y volvió a España, donde estaba a punto de estallar la Guerra Civil.

Tal como recoge el documental, al principio de la contienda fue nombrado responsable del «comité de expertizaje» que tenía de elegir qué obras artísticas de las iglesias había que salvar de la quema. Esta labor y su reconocido catolicismo contribuirán, una vez acabe la guerra, a no ser depurado por su colaboración con el gobierno republicano. En su pueblo, Albaida, pintó dos grandes retratos de Franco y José Antonio en el dorso de los que había dedicado a Lenin y Stalin. «Después de la guerra las editoriales no le ofrecían trabajo, pero empezó a hacer trabajos para las iglesias que se habían quemado y retratos para los militares victoriosos y para el propio Franco -recuerda Estrela-. Yo creo que ese vínculo con el franquismo, aunque él era apolítico y tenía una mente muy abierta, hizo que en la transición se le repudiara y denostara como artista».

Y pese a todo, el nombre y la obra de Segrelles nunca han sido olvidados. «Necesita algo mediático para volver a resurgir -concluye Guillermo del Toro en la película-, pero por el momento es solo el clan de artistas el que lo admira. No hay casi nadie que ilustre o pinte que no sepa de él, pero muchísima gente que debería valorarle no lo conoce».

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