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Entre la muerte y la vida

ENTRE LA MUERTE Y LA VIDA

Noche de celebraciones coincidentes. Una muerte, la del húngaro Bela Bartok y un nacimiento, el de las Naciones Unidas. Lastima que se olvidara una figura tan relevante de la música valenciana: Don Eduardo López-Chavarri y Marco, fallecido hace exactamente 50 años.

Plato fuerte de la noche fue el Concierto nº 1 para violín y orquesta, de Bartok, un auténtico pezzo di bravura, defendido por Anabel García del Castillo, concertino de su propia orquesta desde hace 5 lustros. Fue una versión valiente y decidida de una obra que ella domina bien desde su juventud. La enfrenta cara a cara, sin ambages, cuidando al máximo las dinámicas, con un sonido prolijo, dando la sensación de encontrarse verdaderamente a gusto dentro de esa jungla de semicorcheas y fusas, sorteando con rigor las no pocas dificultades y emboscadas de esos pentagramas. Sublime su melodía a dúo con el otro concertino Joaquín Palomares hasta la nota final del Andante sostenuto, el texto fue expresado con pluralidad de planos y nitidez de matices. Acompañó con mimo y hasta con ternura, su padre, el maestro García Asensio cuidando y dosificando los volúmenes de sus compañeros de la OV. Compartieron una merecida ovación que ella agradeció con un sentido Salud d’amour, de Elgar, también junto a su orquesta.

De la Sinfonía Grafítica del valenciano Andrés Valero-Castells (Silla, 1973), escuchamos, en primicia, el tercer movimiento. Es una pieza ampulosa que convoca toda la plantilla orquestal, notablemente los vientos y la percusión. Desde ya reclama su audición completa. García Asensio, ducho en el terreno de la música de su tiempo, la expuso con claridad, resultado de un minucioso trabajo de ensayos. Como final, el maestro eligió una de sus sinfonías preferidas: la nº 2 de Robert Schumann, obra que conoce a la perfección y que él modeló con esmero de artesano en busca de cada sonoridad con entrega y decisión. Fue muy feliz reencuentro del maestro con su ciudad.

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