El poeta Miguel Ángel Herranz, más conocido como Miki Naranja, ha muerto en Madrid a la edad de 41 años como consecuencia del tumor cerebral que padecía desde hace tres años. Autor de diversos cuentos infantiles y poemarios, él mismo se definía como “moderado”, excepto al escribir.

Fue precisamente la escritura, una de sus grandes pasiones junto a la física y las aves, la que lo condujo a adquirir gran popularidad en redes sociales, sumando más de 75.000 seguidores en Instagram. A través de esta plataforma, sus breves pareados inicialmente y, posteriormente, sus poemas, adquirieron notoriedad, permitiéndole materializar su propósito de editar sus propios escritos y conformando una comunidad con la que compartir experiencias y reflexiones.

La palabra cáncer se convirtió en una constante en su vida tras ser diagnosticado con un tumor en el año 2017. Un protagonismo de contrastes entre enfermedad y belleza que, según él mismo expresó, “debe celebrarse”. Aunque optimista, la metástasis cerebral —carcinomatosis meníngea— se extendió con rapidez, obligándolo a someterse hasta a nueve intervenciones quirúrgicas, tratamientos de quimio y radioterapia e, incluso, diversos ensayos clínicos. Escribir fue para él, en esta instancia, la medicina necesaria “para impugnar una y otra vez lo irremediable”. “Vienen momentos muy duros y, salvo un milagro, no estaré junto a mis hijos para capear la tormenta”, manifestó en una publicación reciente.

Padre de cuatro hijos, el autodefinido como “escéptico” y “racionalista” estaba casado desde hacía diez años con la diseñadora e influencer valenciana LuciaBe. Es a ellos, a sus tres hijos y a su hija, a quien quiso ofrecerles un legado a través de sus palabras bajo la firme convicción de que “hay vínculos que no se rompen, viven por encima del tiempo y de la muerte”.

Enamorado de la lírica

Sus “estantes poéticos” se nutrían de infinidad de obras, entre las que sobresalían, por encima del resto, libros de Miguel d’Ors. No obstante, logró reunir una pequeña colección de publicaciones bajo su firma, entre las que destacan Lírica de lo cotidiano, Érase un pez, Palabras de perdiz, Aquí estuvo Kilroy y Madrid. Testimonios de una vivencia que perdurarán por siempre no solo en el recuerdo de quienes lo querían, sino también de las miles de personas que, como él, amaban la poesía.