Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897- Londres, 1944) fue un periodista total en el mismo sentido en que Honoré de Balzac creó la novela total y Richard Wagner ideó la ópera total. Fue paradigma del intelectual comprometido con su tiempo y un escritor apasionado de las historias humanas y sus recovecos viscerales. Según su biógrafa María Isabel Cintas Guillén, autora de Chaves Nogales, el oficio de contar (2011), el periodista sevillano era “indagador, paciente, conocedor reposado del ser humano y del mundo, amplio en experiencias vitales, experto en el acercamiento en distancias cortas porque supo sacar los mejor de sus entrevistados”.  

Sin duda, el periodismo fue su gran pasión. Entendía el oficio como un trabajo de campo, de salir con la libreta en el bolsillo, la cámara de fotos en la mano y la pluma afilada para anotar aquello que veían sus ojos. Ahí nació su famosa frase “andar y contar, ese es mi oficio”. Es decir, ver y escribir lo que el olfato periodístico le inspiraba en el asfalto, estar allí donde ocurría algo de interés para ser testigo excepcional de la historia: “Interpreto, según mi temperamento, el panorama espiritual de las tierras que he cruzado; describo paisajes, reseño entrevistas y cuento anécdotas que es posible que tengan algún valor categórico, pero que desde luego yo no les doy. Admito la posibilidad de equivocarme. Mi técnica periodística no es científica. Andar y contar es mi oficio”, expuso en la primeras páginas de La vuelta a Europa en avión: Un pequeño burgués en la Rusia roja.

"Mi técnica periodística no es científica. Andar y contar es mi oficio”, expone Chaves Nogales

Por eso, Chaves Nogales fue uno de los impulsores del gran reporterismo, ese que se introduce en los acontecimientos para contarlos con licencia literaria, a través de la búsqueda de la verdad por encima de cualquier ideología, con independencia, espíritu crítico y un claro compromiso con la libertad personal. Del mismo modo que luego también hicieron Milton, Norman Mailer o Tom Wolfe. “Ganaba mi pan y mi libertad con una relativa holgura confeccionado periódicos y escribiendo artículos, reportajes, biografías, cuentos y novelas, con los que me hacía la ilusión de avivar el espíritu de mis compatriotas y suscitar en ellos el interés por los grandes temas de nuestro tiempo”, expuso en el prólogo de A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España.

Su biógrafa le define como “indagador, paciente, conocedor reposado del ser humano y del mundo, amplio de experiencias vitales, experto en el acercamiento en distancias cortas porque supo sacar los mejor de sus entrevistados”

Esta pasión le vino infundada por la fuerza de la sangre. Era hereditaria porque desde muy joven supo lo que quería ser y su padre, Manuel Chaves Rey, y su tío, José Nogales, fueron también periodistas. El primero, que fue nombrado Académico de Buenas Letras de Sevilla y presidente de la Asociación de la Prensa, realizó abundantes colaboraciones periodísticas de tema taurino -un antecedente a la labor periodística de su hijo- y el segundo fue director de El Liberal de Madrid y colaboró en cabeceras como Blanco y Negro y La Ilustración Española

Él mismo se define como intelectual liberal, antifascista y antirrevolucionario. “Con el debido respeto, todo revolucionario me ha parecido siempre algo tan pernicioso como cualquier reaccionario”. Y puntualiza: “Mi única y humilde verdad era un odio insuperable a la estupidez y a la crueldad. (...) Un hombre como yo, por insignificante que fuese, había contraído méritos bastantes para haber sido fusilado por los unos y por los otros”, escribe en el prólogo de A sangre y fuego.

Asomarse a los textos de este periodista sevillano es comprender un nuevo humanismo, cabal y oportuno, en pleno siglo XXI porque Chaves Nogales era un adelantado a su tiempo, tan premonitorio como esencial

Ahora, la editorial Libros del Asteroide publica la obra completa de Chaves Nogales, que reúne por primera vez en una única edición de cinco volúmenes todos los escritos literarios y periodísticos. Asomarse a los textos de este periodista sevillano es comprender un nuevo humanismo, cabal y oportuno, en pleno siglo XXI porque Chaves Nogales era un adelantado a su tiempo, tan premonitorio como esencial por la buena moral que desprendía sus informaciones. En África llegó hasta el Sahara para hacer las informaciones de la ocupación Ifni. Viajó a la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini. En Ahora, del que fue subdirector desde su creación, entrevistó a los líderes políticos españoles más significativos del momento como Manuel Azaña, Alejandro Lerroux, Largo Caballero, Fernando de los Ríos o Alcalá Zamora; gobernantes como Abdelkrín o Goebbels; artistas como Juan Martínez, Chevalier o Chaplín; toreros como Juan Belmonte; reyes y príncipes como Alfonso XIII, Humberto de Saboya y políticos de proyección mundial como Churchill.

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Sorprendió a todos por usar el avión como instrumento de trabajo para cubrir noticias y pagó más que nadie a los periodistas que trabajan en los diarios en los que él tenía responsabilidades. Salió de España en 1936 porque tuvo que exiliarse a Francia por defender la República: “Me fui cuando tuve la íntima convicción de que todo estaba perdido y no había nada que salvar (...) Yo he querido permitirme el lujo de no tener ninguna solidaridad con los asesinos”, expuso en el mencionado prólogo de A sangre y fuego. Ante la inminencia de la invasión alemana, se trasladó a Londres, donde murió de peritonitis a los 46 años sin dejar de soñar el ejercicio del periodismo literario.

El Belmonte, la mejor biografía del siglo XX


Chaves Nogales fue considerado el mejor biógrafo en español del siglo XX por su libro Juan Belmonte, matador de toros, una de las obras más traducidas al inglés y al francés. Con un texto ameno que se anunció como “biografía novelada”, como “novela de la realidad” y como “novela vivida”, profundiza en la figura y el pensamiento de un héroe popular como Juan Belmonte, con un modelo revolucionario de vida, convertido en el padre del toreo moderno junto a Joselito El Gallo. Belmonte y Chaves Nogales se conocieron en las tertulias literarias de Madrid y, a partir de ahí, arrancó una amistad duradera pese a que el periodista no había visto nunca una corrida de toros, pero su abuelo paterno había sido un pintor famoso en temas taurinos y su padre también había escrito sobre toros.


El Pasmo de Triana visitó con frecuencia la casa del periodista y, entre jamón y cigarrillos, conversaron sobre sus inicios, hazañas, viajes, triunfos y amistades del torero con artistas de la talla Valle-Inclán, Romero de Torres, Julio Antonio, Sebastián Miranda o Pérez de Ayala. En esta obra, el torero dejó sentencias como “Yo siento el toreo y lo ejecuto a mi modo” o “Se torea como se es”. Con este libro, Chaves Nogales ofreció una lección de literatura y de periodismo porque el periodismo, en él, nunca dejó de abrazar la dimensión de la literatura.