Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

FUERA DE COMPÁS

Poca música para tanta Patria

"La pelota vasca", de Julio Médem

Les confieso que, para mí, está siendo un noviembre pasado por ETA. En la televisión he visto las fenomenales «Patria» y «El desafío», «El padre de Caín», «La Línea Invisible»” y ‘La pelota vasca’ y, además, he leído ‘El mal de Corcira’, la última novela de Bevilaqua y Chamorro, esa pareja de guardias civiles que convirtió hace años a Lorenzo Silva en uno de mis autores favoritos. Mi obsesión por la música acabó colándose en estos materiales y me percaté de que no hay mucha.

Además de por los medios de comunicación, el terrorismo etarra entró en nuestras vidas a través de carteles, tebeos y canciones, pero también de camisetas y parches cosidos a chupas vaqueras y de cuero. Una estética emanada del punk, agresiva y urbana. Fea como las botas militares y Bilbao en los ochenta, como los chubasqueros estilo canguro que vestían los asesinos mientras practicaban con sus metralletas en el bosque. Dura y desagradable, como los entierros semiclandestinos de los guardias civiles o el desfile de féretros blancos en una casa cuartel.

Así viste Álamo, Moro, para infiltrarse entre la juventud abertzale al son de «Sarri sarri», el pegadizo homenaje cantado en euskera e interpretado en clave ska que Kortatu dedicaron a los terroristas Piti y Sarri por su exitosa fuga de la prisión de Martutene. Es un detalle musical de ‘El mal de Corcira’ que me parece importantísimo: Vila intenta explicar el significado de la canción a su compañero para que así conozca mejor los sentimientos e intenciones de sus enemigos, en la tradición de Sun Tzu.

Al guardia gaditano todo esto se la bufa, su odio es más fuerte que sus ganas de comprender, arrojando, para mí, una metáfora perfecta del cambio que se produjo en el Instituto Armado a finales de los ochenta: la inteligencia, y no las hostias al tuntún, acabarían derrotando a ETA.

Rock y picoletos se unen también en Patria para regalarnos una de sus escenas más inquietantes. Unas chicas van al funeral del etarra Txomin escuchando en la radio del coche «Mucha policía, poca diversión», de Eskorbuto. En un control, un guardia les hace apagar lo que para él es un insulto, pero para ellas un himno contra la represión. Seguidamente, el cigüeño humilla a una de ellas sobándoles las tetas y el culo en un infame cacheo. Contra actuaciones como esta y otras peores reaccionó Loquillo en «Con los ojos vendados», que acabó censurada en las radios españolas, según denunció el barcelonés, por hablar abiertamente de torturas en cuarteles como Intxaurrondo.

Más gratificante fue, sin duda, redescubrir la maravillosa banda sonora de ‘La pelota vasca’, de Julio Medem, donde, a diferencia del resto de lo visionado y leído por mí este mes, hay música a manta. El ambiente decididamente folk de la producción, con profusión de instrumentos tradicionales, y la intervención del bertsolari Xabier Eguzkitze son dignas de reseña, pero, sobre todo, destaca la bellísima música de Mikel Laboa, que pone los pelos de punta con interpretaciones como «Txoria txori» y «Haika mutil». Extraña vida esta, donde la belleza y el horror van tan a menudo de la mano.

Compartir el artículo

stats