Uno llega a l’Elca en un día de otoño soleado como el de ayer, mira hacia el horizonte, a los campos de naranjos, a los montes con los pinos, al mar al fondo, y se dice «así no debe ser difícil ser poeta». Uno, iluso, se ve con la fuerza necesaria para describir todas las sensaciones que se desencadenan ante el paisaje... Pero ya es inútil, no vale la pena, ya lo ha hecho Francisco Brines (Oliva, 1932) y nada va a ser mejor:

«La vida me rodea como en aquellos años / ya perdidos, con el mismo esplendor / de un mundo eterno. La rosa cuchillada / de la mar, las derribadas luces / de los huertos, fragor de las palomas / en el aire, la vida en torno a mí, / cuando yo aún soy la vida. / Con el mismo esplendor, y envejecidos ojos, / y un amor fatigado».

Contaba ayer Àngels Gregori, la presidenta de la Fundación que lleva el nombre del nuevo Cervantes, que esa misma mañana llegó a la casa de Brines y se encontró al poeta leyendo en su habitación a Ausiàs March. «He hecho con la poesía un canto diverso a otros pero que han llegado como han llegado también los versos de Berceo o de Manrique o de Ausiàs March -dirá un rato después el escritor desde el balcón de la vivienda -. Es lo que desearía, porque considero a March como el máximo poeta de toda España en la época medieval».

Francisco Brines: "Siempre escribo la poesía para mí como lector"

Francisco Brines: "Siempre escribo la poesía para mí como lector" Arturo Iranzo

Desde que a las siete de la tarde del lunes el ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, le llamó para anunciarle que había recibido el premio Cervantes, Brines estaba emocionado e incluso nervioso, relataba Gregori. «Paco es un ave nocturna» pero «a las cinco de la mañana ya no podía dormir».

«Abrir los ojos, después de que la noche/ recluyera los astros en su amplia cueva rasa,/ y ver, tras del cristal,/ ya visibles los pájaros/ en el fanal aún pálido del sol,/ moviéndose en las ramas».

Tras la conversación con el ministro («estuvieron hablando un buen rato y uno de los dos comentó que era la primera vez que un valenciano recibía el Cervantes») el poeta empezó a recibir llamadas de medios de comunicación y amigos que querían felicitarle. Fueron horas agotadoras por lo que en un principio no estaba previsto que ayer protagonizara ningún acto. Pero según desvela la también poeta y presidenta del PEN Català, «él mismo dijo a primera hora que recibiría y saludaría a la prensa».

Brines fue casi puntual. Salió al balcón y no sólo saludó sino que también habló mucho más de lo que sus amigos y familiares esperaban. Con sus gafas oscuras protegiéndose del sol del mediodía, habló de poesía, de sus recuerdos, de sus amigos e incluso de fútbol, de su Valencia CF, el club del que era abonado hasta no hace mucho y que dejó de frecuentar «cuando una vez me caí en el estadio».

Tras la charla, tan particular (el protagonista en un balcón, los espectadores debajo) como emocionante, los responsables de su fundación descorcharon primero cava y después vino tinto para que el Cervantes brindara. «El elixir de los poetas», proclamó Brines con la copa en la mano.

«Yo alcé también mi copa, la más leve, hasta los bordes llena de cenizas».

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Las imágenes del poeta de la luz: Paco Brines

«Él está muy contento -revelaba por la tarde Gregori-. Cuando le dieron la noticia lo primero que pensó es en su madre y en la lección de tolerancia que le dieron sus padres, una familia de comerciantes de naranjas, cuando abrazaron y respetaron la decisión de su hijo ser poeta». También se acordó de sus amigos que, como él, han sido premiados, com Vicente Aleixandre (premio Nobel en 1977) o Carlos Bousoño (Premio Príncipe de Asturias en 1995 y finalista al Cervantes en el año 2000).

Una vez los periodista se marcharon de l’Elca, Brines se quedó con los suyos en l’Elca, siguió recibiendo mensajes de felicitación y pudo conversar con amigos como Fernando Delgado. «Aún tenía ganas de fiesta y nos ha dicho que nos quedáramos a comer -explicaba ayer Gregori-. Yo no he podido quedarme pero sí que han estado varios patronos de la fundación: Joan Millet, Manuela Ferri y Rosa Mascarell. Estoy seguro que, con lo que le gusta conversar, seguro que la tertulia se habrá alargado».