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Menuda desilusión

Diana de Gales en la 4ª temporada de 'The Crown'. Netflix

Qué desolación. Menudo empacho para nada. ¿Y qué hacemos ahora? ¿a quién esperamos? Por fin entiendo a los que se quedaron devastados tras el final de «Juego de tronos». A mí, particularmente, me gustó. Esta es una salida del armario fea, porque siempre desemboca en discusiones inaguantables. Da igual que haya cerveza de por medio. Siempre salgo perdiendo. Pero aquí no. Aquí no pienso discutir con nadie. A diferencia de lo que hizo el irreductible Carlos Boyero con «La forma del agua», la película de Guillermo del Toro que se llevó el Oscar a la Mejor película, yo me voy a cerrar en banda, pero a malas. Boyero tituló su crítica: «No pienso discutir con nadie. ‘La forma del agua’ es una obra maestra». Yo titularía esta columna: «Me da igual lo que opinéis. La cuarta temporada de ‘The Crown’ ha sido un fraude». Y lo creo de verdad. Tampoco pienso discutir con nadie. Esperaba el domingo desde hacía meses. Miraba el calendario todas las semanas. El viernes publiqué una columna sobre la nueva entrega de la serie en Urban. Bombo y platillo para dar la bienvenida a una nueva tanda de capítulos de una de las series históricas mejor hechas del siglo XXI (aquí tampoco pienso discutir).

Por fin llegó el domingo. Preparé la cena y evité ver la serie en compañía para evitar despistes. Al principio pensé, «no puede ser». Así que comencé a devorar los episodios con la esperanza de encontrarme algo verdaderamente significativo. ¿Y qué pasó? Pues nada, lo que ya sabíamos, aunque con algunos matices. Que el Príncipe Carlos es un pijo errante y quisquilloso, que Isabel II es una pieza fundamental para entender la política británica y que Margaret Thatcher era inflexible. Todo eso adornado con personajes que se echan a llorar en algún momento de soledad, con escenas lánguidas sobre la tristeza de la princesa Margarita y con historias insulsas sobre el pasado de los Windsor. Nada destacable. Ahí quedan episodios memorables de otras temporadas como «Aberfan», «Paterfamilias», «Vergangenheit» o «Bubbikins», donde la audiencia conoció a la inolvidable madre de Felipe de Edimburgo.

Por si no fuera poco, la estrella de la nueva entrega, Diana de Gales, no ha aportado nada en absoluto. Solo escenas en el baño y lloriqueos que no llegan a explicar la verdadera situación de la aristócrata en esa jaula de grillos. La versión de la actriz Emma Corrin es insulsa e incluso odiosa. Hace una imitación perfecta de la princesa, digna de «Homo zapping». Habrá que volver a ver la televisión tradicional. ¿Qué ponen estos días? ¿«Mask singer»? ¿«El comisario»?

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