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Marta Robles: "Las manadas están ligadas al consumo precoz de porno"

Ha podido acercarse al mundo del proxenetismo y la trata a través de testimonios personales de mujeres y policías. En "La chica a la que no supiste amar" aprovecha para denunciar comportamientos que damos por normales y que lo que causan en realidad es sufrimiento humano.

Marta Robles

¿Por qué la trata de mujeres y la prostitución como temas principales?

Hace muchos años que sigo el trabajo de varias activistas que están tratando de ayudar a las víctimas. Rocío Mora me puso en contacto con unas cuantas víctimas de trata y ya pensé en escribir una novela sobre eso. Durante más de una década he estado escribiendo muchos artículos sobre ello y documentándome. Pude hablar con cinco chicas nigerianas y con un comisario de policía; incluso pude acceder a una tesis doctoral sobre el viaje que hacen desde su país hasta España, que dura entre tres meses y tres años. Son mujeres como yo, pero que están muy solas. Quieren tener una vida igual que la nuestra. Si se ponen enfermas no tienen a nadie, tienen que enfrentarse a todo solas. Pueden convertirse en material inservible.

¿Cree que ver tantas noticias sobre estos temas en los medios hace que nos hayamos vuelto más insensibles?

Vivimos rodeados de información, y en gran parte es culpa de internet. Iñaki Gabilondo dice que en las redes pasa lo mismo que en una inundación: hay mucha agua pero poca potable. Me parece muy importante el ejercicio de la ficción para conmover a las personas, porque cuando lees un libro te metes en la piel del personaje y sientes lo mismo que él. 

Podríamos decir que la ficción es como un viaje, en el que acompañas a los personajes. 

Claro, porque en las noticias muchas veces desconocemos los nombres de las víctimas. Está pasando con el covid, que los muertos son una cifra y no conocemos nada de ellos. Muy frío. Las noticias son impersonales, olvidables. En la ficción estableces un vínculo emocional con los personajes que aparecen en la historia y lo entiendes mejor. 

La prostitución ha estado normalizada durante muchos años en España. ¿Esto ha cambiado?

Han cambiado cosas, pero sigue estando bastante normalizada. En España no había trata de mujeres hasta 1992, sino que existían los «macarras» o «maridos» que explotaban a las mujeres de forma individual difrazándolo de amor. A partir de ese año se dieron cuenta de que era mucho más fácil captar a las chicas en sus países de origen y engañarlas, porque contraían una deuda impagable que debían pagar de alguna forma. En este caso, con la prostitución. Antes estaba bien visto que los jóvenes se estrenaran de esa forma, pero el problema es que ahora son los propios chicos los que acuden solos a estos prostíbulos de manera asidua. Está relacionado con la pornografía que consumen, porque creen que ese sexo es lo normal. En el libro cuento que para las chicas que están en burdeles lo peor son los chicos jóvenes, porque les piden prácticas sexuales más brutales. 

¿Crecer con la pornografía dificulta la creación de relaciones sexuales sanas?

Creo que todas las manadas y comportamientos que estamos viendo como grabar el sexo tiene mucho que ver con el consumo precoz de ese tipo de vídeos. Confunden el sexo real con el sexo de ficción, y normalizan actitudes que no lo son.

¿Escribir es un proceso de concienciación? 

Siempre que haces una investigación profunda es muy difícil que no te llegues a concienciar. 

Roures recuerda al Pepe Carvalho de Vázquez Montalbán.

Sí. Mi detective se llama así porque la traducción de Roures al portugués es Carvalho. Tengo mucha influencia de Manolo porque le conocí y porque ‘Los mares del sur’ me cambió la vida. 

¿La búsqueda de la perfección nos lastra?

Shakespeare decía que la perfección es enemiga de lo bueno. Estamos viviendo en un mundo que busca siempre esa perfección a cualquier precio, y yo creo que debemos buscar la excelencia. Además, hay que tratar de ser feliz en el camino. 

Chirbes hablaba de la «tercera persona compasiva» para tratar de entender a sus personajes.

Por eso construí un personaje que juzga poco, porque me parece que nos pasamos la vida juzgando a los demás y sin mirar nuestros fallos. Es más difícil ser bueno en medio del fango que en un lugar bonito. Los humanos deberíamos tratar de comprender más al resto de nuestros congéneres. El mundo sería mejor. 

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