Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Henar Álvarez: "El deseo femenino transgrede la norma"

Humorista y escritora, publica la novela gráfica "La mala leche"

La guionista Henar Álvarez (Madrid, 1984), en la redacción de Levante-EMV. | M.A.MONTESINOS

La guionista y cómica de programas como «Buenisimo bien», de La Ser, acaba de lanzar su primera novela gráfica. Antes de salir al mercado, la productora Secuoya anunció que compraría los derechos. Henar Álvarez estará al frente del equipo de guion. A pesar que la historia la ha contado con Planeta a través del cómic, la serie será con personajes de carne y hueso.

Dos en uno, ¿no?

Sí. En este 2020, aunque parezca mentira, he recibido las mejores noticias de mi vida. Soy guionista de tele y cómica, pero mi sueño siempre ha sido ser escritora de ficción. Ya había intentado escribir un libro antes. La editorial leyó la novela y me dijeron que las mujeres no hablaban así. El tono era parecido al de «La mala leche». Tras esa respuesta decidí abandonar. Hasta que apareció la editorial Planeta y me permitieron hacer lo que quisiera. De ahí, nació «La mala leche». Este ha sido el peor y el mejor año de mi vida.

En la obra habla de la culpa. ¿Hay que sentirse culpable también por decir «Me ha ido bien este 2020»?

Es difícil no sentirse culpable. Sobre todo, cuando todo el mundo a tu alrededor está muy preocupado. Tengo una suerte brutal porque nadie de mi familia se ha contagiado.

Si nos pusiéramos en la piel de una crítica de literatura podríamos decir que «La mala leche» es una novela gráfica descarada, sin pelos en la lengua y feminista. ¿Es normal que nos parezca algo llamativo el hecho de que alguien hable de manera informal y franca en un libro?

A ver, yo creo que sí. Obras como esta escritas por hombres hay quinientas. Pero de ellas no se hace tanta mención al tono como al contenido. Es curioso que en lugar de describir la obra como una comedia sobre los dramas de una mujer en la actualidad, la gente prefiere llamarla «descarada» y «feminista». Me ponen etiquetas y eso me da mucha rabia, porque me limitan. Al final, si la gente escucha esas definiciones pueden llegar a creer que mi trabajo solo es para un tipo de personas y creo que es una obra para todos los públicos.

Pese a que la obra arranca en pleno posparto de la protagonista.

La novela no va sobre la maternidad. Es solo el contexto de la protagonista. Nani es una mujer que está viviendo cambios en la manera de gestionar su deseo. Ha pasado de ser una mujer que tenía parejas mucho más mayores que ella a empezar a sentir que un chaval de 22 años puede hacerla feliz. Él es esa clase de chico del que ella se reía porque lo veía poca cosa, no le atraía nada. La historia va sobre cómo las mujeres pasamos a ser objetos de deseo a querer decidir qué deseamos.

Nani siente mucha culpa por tener deseo.

En general, todo lo que tiene ver con el deseo femenino sigue siendo tabú. Vivimos en una sociedad en la que todas las mujeres sin excepción reciben su primer «puta» entre los 13 y los 15 años. Es una cosa que nos tenemos que hacer mirar. La inmensa mayoría de las veces no viene propiciado por nada sexual, basta con un comportamiento que ellos no consideran aceptable o que te salgas un poco del carril. Todo lo que tiene que ver con que una mujer quiera tomar sus propias decisiones sexuales, que no solo quiera estar para el disfrute del hombre, se considera algo que transgrede la norma.

En el libro plantea que nos gustan las personas que son en realidad proyecciones deseables de nuestra propia identidad. ¿Es una cuestión de poder? ¿Deseamos a la persona que un día nos gustaría ser?

Sí, y no sé si lo hacemos porque nos hemos convencido a nosotras mismas o que nos han convencido. Cuando hablas de poder se me ocurre el concepto de «primera dama». Tenemos más posibilidades de llegar a la Casa Blanca por casarte con un señor que como política. En 2020 hemos celebrado la primera mujer vicepresidenta de EE UU. Ojo, estamos celebrando un segundo puesto. Somos muy loosers (ríe). Es la propia sociedad la que te dice que no puedes y que tu sitio es al lado de una persona con prestigio, porque tú no lo vas a tener. Es terrible. Ha llegado un momento en el que sin darte cuenta cumples patrones. El tema del deseo lo trato mucho en todos mis monólogos y muchas veces me he puesto a pensar: ¿Cuánto deseo real había en todas las relaciones que he tenido? Yo he escogido a mis parejas en base a lo que me podían aportar, no en base a la verdadera pasión. Lo sé porque he sentido pasión de verdad cuando he sido mayor.

¿Tendemos a arriesgar menos?

Ellos no sienten tanta culpa por cada cosa que hacen. La protagonista no siente culpa por desinhibirse en un momento dado, pero sí la siente por no estar siendo la madre ideal porque de repente siente que no está en casa y su hijo acaba diciendo antes ‘papá’ que ‘mamá’. Ella va tragando con eso porque sabe que tiene que ser así. No quiere perder proyectos en el trabajo. Y joder, creo que los tíos no sienten esa culpa. Al revés, yo he trabajado en montón de sitios en los que había compañeros que se quedaban más horas en el trabajo para no llegar a casa y cambiar pañales. Yo renuncié al último mes de maternidad por no perder mi espacio en el trabajo y me arrepiento bastante. No lo tendría que haber hecho porque ahora no hay vuelta atrás.

¿Hablar sobre nuevas formas de «amar» beneficia a más a las mujeres?

Nos beneficia a todos.

Compartir el artículo

stats