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Los Corleone

Está en cartel el esperado montaje de la última parte de la trilogía de «El Padrino», con novedades en su comienzo y con un final diferente

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Al Pacino, en un fotograma de la tercera parte de «El Padrino», y al lado una fotografía familiar en «El Padrino 3» de Francis Ford Coppola.

En realidad, la fama que «El Padrino. Parte 3» lleva tres décadas paseando no es merecida. Estrenada en Navidades de 1990, la película recibió críticas generalmente positivas y poco después fue nominada al Oscar en siete categorías -entre ellas mejor película y mejor director-, pero aun así se la considera un fiasco. La paradoja parece tener dos motivos: el primero, claro, es que no le llega a la suela de los zapatos a sus dos películas predecesoras -por otro lado, ¿cómo iba a hacerlo?-, y el segundo es que ese mismo año vio la luz «Uno de los nuestros» o, en otras palabras, una forma nueva de entender el cine de gánsteres; a su lado, «El Padrino. Parte 3» no salía bien parada.

Sea como sea, y pese a que decir que se trata de la peor entrega de la saga vendría a ser como decir que Cristiano es peor que Messi -algo indudable pero no necesariamente insultante-, el lugar que ocupa en la cultura pop es incómodo. Sin embargo, eso promete cambiar muy pronto: esta semana llega a los cines «El Padrino, Epílogo: La muerte de Michael Corleone», nueva versión de la película que, en palabras del director Francis Ford Coppola, refleja más fielmente las intenciones que tanto él como el escritor y guionista Mario Puzo tenían hace 30 años.

Por entonces, reconózcase, que las tribulaciones del clan Corleone siguieran teniendo continuación era algo que nadie pedía. O, mejor dicho, casi nadie. Los ejecutivos de Paramount Pictures llevaban años tratando de convencer a Coppola sobre la necesidad de una tercera entrega, y este llevaba años negándose pese a que tanto el estrepitoso fracaso comercial de «Corazonada» (1982) como la indiferencia del público frente a buena parte de sus películas posteriores -»Cotton Club», «Jardines de piedra» y «Tucker: un hombre y su sueño», entre ellas- lo habían situado en una delicadísima situación financiera. Para cuando él y Puzo finalmente accedieron a involucrarse en el proyecto, el estudio llevaba hasta 15 tratamientos de guion encargados, y había barajado los nombres de actores como John Travolta y Eddie Murphy y los de directores como Martin Scorsese y Richard Brooks; en un momento dado, llegaron a proponerle a Sylvester Stallone que se responsabilizara él solo de escribir, dirigir y protagonizar la película.

La rehabilitación de Michael

Presionados por el estudio para que tuvieran una versión definitiva del guion en apenas un año, Coppola y Puzo decidieron centrar la película en los esfuerzos de Michael Corleone por rehabilitarse socialmente y ofrecer a su familia un futuro legítimo alejado del mundo del crimen, y para ello desarrollaron un relato de intensidad operística trufado de incestos, maldiciones genealógicas y conspiraciones vaticanas. Al Pacino, Diane Keaton y Talia Shire fueron contratados para retomar sus respectivos personajes en las películas previas, y asimismo Coppola tomó la discutible decisión de escoger a su hija Sofia -hoy cineasta de éxito- para que encarnara a la hija de Michael, Mary. No fue, es cierto, su primera elección: Winona Ryder, que había conseguido inicialmente el papel imponiéndose sobre aspirantes como Julia Roberts y Madonna, se apeó del proyecto en el último momento aduciendo un problema de agotamiento.

Maestro del retoque

En el 2001, Coppola estrenó «Apocalypse Now Redux», una apabullante expansión de la epopeya sobre Vietnam con la que había ganado la Palma de Oro de Cannes en 1979, y hoy muchos consideran que la nueva versión ha eclipsado a la original -existe otro montaje de la película, «Apocalypse Now Final Cut», que es el favorito del director-; y hace poco más de un año presentó «Cotton Club Encore» para subsanar a fuerza de energía musical buena parte de los problemas narrativos que en su día había evidenciado «Cotton Club» (1984). Dicho de otro modo, siempre ha sido un cineasta proclive a retocar sus propias películas, y lo cierto es que se le da francamente bien. Pero, al menos en dos aspectos concretos, esa buena mano le habrá servido de más bien poco a la hora de perfeccionar «El Padrino. Parte III»: el primero es precisamente la interpretación de su hija, cuya falta de preparación actoral lastró algunos de los momentos más dramáticamente relevantes de la película; el segundo es la ausencia en el reparto de Robert Duvall, que en su día se negó a volver a meterse en la piel del ‘consigliere’ Tom Hagen cuando descubrió qué bajo iba a ser su salario comparado con el de Pacino.

En cualquier caso, las críticas de «El Padrino, Epílogo: La muerte de Michael Corleone» aparecidas en los últimos días coinciden en que a Coppola le ha bastado hacer unos pocos cambios para mejorar sustancialmente la película. El nuevo montaje, dicen, tiene una escena inicial distinta que permite al espectador acceder desde el principio al corazón temático de la historia, y la escena final -Michael se pone las gafas de sol y justo después se desploma torpemente de su silla, muerto- afortunadamente ha desaparecido.

Por lo demás, los mejores de la versión original siguen ahí: la masacre de Atlantic City, ejecutada desde un helicóptero; la escena en la que Vincent Mancini (Andy Garcia) muerde la oreja de Joey Zasa (Joe Mantegna); la muerte de Don Altobello (Eli Wallach), tras comer uno de los cannoli envenenados que Connie Corleone (Shire) le ofrece como regalo de cumpleaños. Descartada del todo -o casi- la posibilidad de una cuarta entrega de la saga, cuya producción llegó a plantearse tiempo atrás -iba a ser una precuela de la primera, y la iba a coprotagonizar Leonardo DiCaprio-, la película que ahora ve la luz parece ser la conclusión que «El Padrino» merece. «Nuestra colaboración se ha acabado», anuncia Michael Corleone en una de sus escenas. Y al otro lado de la pantalla, más que probablemente, Coppola asiente.

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