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Bee Gees, más allá de la música disco

Se estrena "The Bee Gees: How can you mend a broken heart"

El documental sobre los Bee Gees es tan ambicioso que tiene el presupuesto de una gran película de ficción. | LEVANTE-EMV

Los propios Bee Gees se produjeron algunos documentales televisivos en los ochenta, pero nada parecido a «The Bee Gees: How can you mend a broken heart», completo y épico recorrido por su trayectoria personal y musical que estará disponible en alquiler digital el próximo 14 de diciembre. Detrás de este proyecto de alta envergadura, con el presupuesto de una gran película de ficción, encontramos al mismísimo Frank Marshall, productor de las sagas de Indiana Jones, «Regreso al futuro» y Jason Bourne, entre muchos ‘blockbusters’ de referencia. Un productor de ‘hits’ dirigiendo un documental sobre una máquina de ‘hits’. Tiene sentido.

Él mismo explica cómo empezó todo: «Fue cuestión de estar en el lugar adecuado en el momento correcto. Vengo de una familia musical. Mi padre era compositor y guitarrista, e hizo discos con el sello Capitol. Hace cuatro años, estaba hablando con el nuevo presidente del sello [Steve Barnett] sobre proyectos potenciales y me dijo que acababan de adquirir el catálogo de Bee Gees. Buscaban formas de reverdecer la pasión por el grupo. ‘¿Qué se te ocurre?’, me dijo. ‘¿Qué hay de un documental?’, le dije yo».

La pregunta es: ¿cómo no ha habido antes un documental sobre Bee Gees con esta clase de ambición? El productor escocés Nigel Sinclair, compañero de Marshall en la aventura, tiene una posible respuesta: «Es ahora cuando la música popular de los sesenta, setenta y ochenta empieza a verse como música clásica, digna de esta clase de tratamiento. Y creemos que nuestro proyecto hará que se tome aún más en serio a los Bee Gees».

Todavía hoy en día, de los Bee Gees impera una cierta imagen semiparódica: tres hermanos de pelo leonino cantando agudo, muy agudo, con los más importantes pantalones campana. Si hay que reírse, injustamente, del fenómeno disco, enseguida se recurre a la imagen y las canciones de los hermanos Gibb. El documental de Marshall recuerda no solo que la música disco nunca apestó, sino también que los Bee Gees fueron mucho más que eso.

La música como don natural

De los tres hermanos del grupo, Barry, Maurice y Robin, solo el primero sigue con vida. Maurice murió en el 2003 a causa de un infarto. Robin le siguió en el 2012, víctima del cáncer. Antes que ellos, en 1988, había fallecido su hermano pequeño Andy, estrella por su cuenta, tras una enfermedad vinculada a su drogadicción. Barry afirma al final de la película: «Preferiría tenerlos a todos de vuelta y no haber conseguido ningún éxito».

El hombre del falsete dorado insistió en que la película fuese sobre los hermanos. Quería que todos tuvieran el mismo protagonismo. Dice Marshall: «Me insistió mucho en ese aspecto. Y realmente ha acabado siendo una película sobre cómo funcionaron como hermanos. Es una historia de creatividad y dotes musicales, de acuerdo, pero sobre todo es una historia personal».

Los Brothers Gibb, como se llamaron en un principio, asombraron con sus armonías vocales infantiles en salas de Inglaterra y Australia, donde vivieron entre 1958 y 1967. (Marshall): «Una de las primeras cosas que le pregunté a Barry fue: ¿cómo aprendisteis a cantar juntos? ¿Teníais un maestro de música? ¿Estabais en un coro? Y no, no había nada de eso. Simplemente compartían un don y sabían sacarle partido juntos. Era algo natural».

No todo el mundo sabe o recuerda que antes de ser dioses disco, los Gibb cultivaron un pop psicodélico en sintonía con los Beatles. De hecho, Hugg Gibb, su padre y mánager, quería que la empresa de Brian Epstein llevara también a sus hijos. Los acabó fichando para ella Robert Stigwood, al que Epstein contrató como descubridor de talentos en 1967. Ese mismo año publicaron «Bee Gees’ 1st» disco con perlas como ‘New York mining disaster 1941’, su primer single de éxito global, o una pequeña balada soul llamada ‘To love somebody’, compuesta originalmente para Otis Redding.

La fama no les sentó bien. Llegaron los excesos y la lucha de egos. Quienes más peleaban eran Barry y Robin, interesados siempre en llevar la voz principal en tal o cual tema. Cuando, en 1969, los Bee Gees decidieron darse un paréntesis, Robin descubrió que igual el individualismo era mala idea: el documental recuerda el caos que se armó en el festival neozelandés de Redwood cuando el público descubrió que tocaba solo Robin y no los Bee Gees.

Después, ya nunca se separaron, y fueron saltando de una etapa a otra de su carrera con suma inspiración, sobre todo hasta principios de los ochenta. Con el álbum «Main course», de 1975, dieron un gran giro negroide y funk. Es el primer disco con el falsete de Barry y los teclados de Blue Weaver, el hombre que tanto les ayudó en el clásico ‘How deep is your love’. Luego llegó el salto al disco con ‘You should be dancing’, en la que, como dice Justin Timberlake en el documental, «sus voces juntas suenan como trompetas». El resto es historia.

Una maqueta con cinco clásicos

Cuando Robert Stigwood pidió a los chicos dos o tres temas para la banda sonora de «Fiebre del sábado noche», recibió de vuelta una maqueta con cinco temas grabados para un futuro álbum. ¿Cinco temas? Cinco catedrales: ‘Stayin’ alive’, ‘Night fever’, ‘How deep is your love’, ‘More than a woman’ e ‘If I can’t have you’. Sobre la primera aprendemos en la película cómo se creó el bucle de batería que sostenía la pieza: la cinta medía seis metros y recorría toda la sala de control del estudio. «Si alguien escribiera esa historia en un guion y me la entregara, le diría que no resulta creíble», dice Marshall. «Demasiado delirio. En cuanto [los productores musicales] Karl Richardson y Albhy Galuten me lo contaron, supe que debíamos recrearlo».

Los Gibb sobrevivieron al declive disco haciendo lo que más les gustaba: componer canciones. Siempre las canciones.

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