A través de una llamada telefónica, poco después de las doce de la mañana, Quique Dacosta supo que había sido distinguido con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes 2020. Su interlocutor le comunicó que el Consejo de Ministros, a propuesta del ministro de cultura y Deporte, José Manuel Rodríguez Uribes, o distinguía por destacar en «el campo de la creación artística y cultural» y por haber «prestado notorios servicios en el fomento, desarrollo o difusión del arte y la cultura o en la conservación del patrimonio artístico».

Al principio, la comunicación le sorprendió. El chef, que se encontraba en Dénia, andaba en esos momentos liado preparando la carta del Mandarin Oriental Ritz Madrid que abrirá sus puertas en los próximos meses y le costó reaccionar. Pasaron un par de horas hasta que la noticia trascendió, su teléfono empezó a sonar y a «pitar» su wasap. «Me siento muy orgulloso de representar a la gastronomía, a la cocina y a la hostelería en este premio en un año tan difícil para todos», se enorgullecía. «Este reconocimiento supone un apoyo relevante no solo a nuestro trabajo sino también a un sector que cuenta con tanto talento», lanzaba para acto seguido compartir la Medalla con su equipo, una «parte fundamental en mi vida, sin todos ellos este premio no sería posible».

Dacosta se acordó ayer de todos aquellos que cada día unen sus fuerzas para que su propuesta gastronómica de autor cobre importancia cada año: «Este es un premio también para proveedores, productores, agricultores, ganaderos y pescadores que se esfuerzan para que dispongamos de las mejores herramientas para contar nuestra historia».

La alegría de Dacosta fue compartida por Fernando Flores y Javier de Lucas ya que otra de las Medallas fue para Colección de Cine y Derecho de la editorial Tirant lo Blanch. «Un verdadero desafío educativo y cultural», apunta Javier de Lucas. La colección nació impulsada por él y editada por Candelaria López y Salvador Vives con el objetivo de relacionar el arte (el cine) con la justicia y el derecho y, por otro, poner de relieve y estudiar los problemas y retos del Derecho a través del Cine, con otra mirada y lenguaje.

«Una colección de este género plantea un reto editorial considerable. En primer lugar, porque nos dirigimos a un mercado que ni es profesional, ni está constituido propiamente por el gran público, lo cual en España genera dificultades logísticas y de edición muy grandes. Hablamos de un tipo de lector que en los países anglosajones tiene mucha importancia pero que apenas existe en el nuestro: Es pues arriesgado y complicado. Pero también es cierto que la función de una editorial es la de realizar propuestas sugestivas a sus lectores y con la colección Cine y Derecho estamos convencidos de que lo hacemos», apunta.

A título póstumo se distingue a Pau Donés, Álvaro de Luna y Andrés Sardá.