Creo que hay dos pelis que son capaces de parar el mundo. Que siempre que las pasan, una multitud se queda enganchada a la pantalla sea la hora que sea. Una es ‘Pretty woman’. La otra, ‘Atrapado en el tiempo’, en la que un desagradable periodista encarnado por Bill Murray es condenado por su comportamiento a vivir eternamente el Día de la Marmota. En esa festividad, que se celebra mañana mismo, el susodicho roedor decide si queda mucho invierno o si, por el contrario, la primavera es inminente.

En el musical que Broadway hizo sobre la película, Phil confiesa a su compañera Rita que su vida es un constante penar las mismas veinticuatro horas. En la canción ‘If I had my time again’ se establece una reveladora conversación. Ella le confiesa que afrontaría cada nueva jornada como una oportunidad maravillosa de corregir errores, de aprender, de hacer amigos, de vivir mejor su vida, aunque esta fuera la repetición del mismo día. Él, mezquino, le contesta que ha malgastado esa fecha maldita una y otra vez, sin hacer nada bueno ni por él mismo ni por los demás y que ha intentado salir del laberinto suicidándose de mil maneras diferentes. Comportémonos como Rita, por favor. No repitamos lo que no funciona, porque del agujero saldremos nosotros mismos con temple y responsabilidad.

Tame Impala tienen una canción titulada ‘Feels like we only go backwards’. A veces creo que sólo vamos hacia atrás, y esa sensación es asfixiante. Parece imposible salir de este bucle de picos, olas, brotes, rebrotes, restricciones, miseria y muerte. Podríamos resolverlo con una pinza temporal, como en el film ‘Tenet’, pero nuestra estúpida actitud nos lastraría y, además, acabaríamos con un terrible dolor de cabeza. Viajar en el tiempo no es tan divertido ni interesante como en las películas y, lejos de terminar la aventura de manera satisfactoria, nos puede pasar como al protagonista de ‘Iron man’, de Black Sabbath, que regresa del futuro para advertirnos del Armagedón y resulta que lo acaba desatando él mismo como venganza por el trato que recibe de sus conciudadanos.

¿Que a ustedes no les mola la marmota ni con salsa de castañas y piensan que los viajes en el tiempo son una soberana paparrucha que no nos van a solucionar nada? Correcto. Entonces siempre se pueden encomendar a la Virgen de la Candelaria, rezarle mucho y pedirle que nos solucione el estropicio. Y si ni por esas, porque no son católicos, hagan lo que hacen muchos franceses el dos de febrero para celebrar la Chandeleur, que es como pedir ayuda a la patrona de Canarias pero en laico y republicano. Elaboran una masa para crepes con leche, harina, huevo y mantequilla, lo vuelcan en una sartén con su poquito de arte y salero y, con un grácil y certero movimiento de la muñeca derecha le dan la vuelta en el aire sin que se les caiga, mientras sostienen una moneda dentro del puño izquierdo. Garantía de buena suerte para todo un año, aseguran. Yo lo hice el pasado y todo me ha salido a pedir de boca. Vaya, lo mismito que a ustedes.