Tras más de cinco años ausente del Museo de Bellas Artes y un largo proceso de restauración, el Retrato ecuestre de Don Francisco de Moncada, obra del pintor flamenco del siglo XVII Anton van Dyck (1599-1641), vuelve a mostrarse en la pinacoteca valenciana. Para hablar de él, la doctora en Historia del Arte y directora del Instituto Moll. Centro de Investigación de Pintura Flamenca, Ana Diéguez-Rodríguez, imparte hoy a las 18 horas, una conferencia en el museo sobre esta obra.

Diéguez-Rodríguez «humanizará» a este personaje del siglo XVII que «nos parece altanero, ahí subido a la grupa del caballo», bromea. «Ahora vivimos en la sociedad de la imagen, pero antes también. En vez de usar las redes sociales, estas eran las pinturas, los grabados, los tapices», explica la experta.

La directora del Instituto Moll recuerda que Francisco de Moncada fue gobernador interino de los estados de Flandes y es por esa posición seguramente como entra en contacto «con uno de los pintores más importantes y que se lo disputaban las grandes cortes europeas del XVII como es Van Dyck. Don Francisco no solo consigue que le retrate a caballo, sino que también le hace otro retrato de medio cuerpo, uno de ellos está en el Museo de Viena», asegura. No obstante, Diéguez-Rodríguez señala que «no hay datos concretos sobre cómo se conocieron, pero está claro que los dos coinciden en el mismo lugar y fecha: en la corte de Bruselas en 1632 o 33. Como gobernador interino y en relación con Isabel Clara Eugenia fue como tuvo contacto directo con Van Dyck. Y no solo con él, sino también con Rubens. Pero es muy significativo que recurra a Van Dyck y no a Rubens para ser retratado», plantea la historiadora.

Obra «impresionante»

Califica la obra como «impresionante» no solo por su tamaño (304,5 x 239,8 cm) sino también «por la magnificencia y la fuerza que transmite tanto el pintor a través de sus pinceles y composición como por el retratado. Es un hombre que avanza hacia nosotros, nos mira desde lo alto, domina la sala. El espectador se hace pequeño. Es una obra que es el foco de atención allá donde lo pongas».

Aunque Diéguez-Rodriguez asegura que este es «un retrato más» de cuantos hizo el pintor flamenco, sí considera «muy curioso» que el pintor utilice la fórmula que hasta ese momento había empleado para representar a monarcas. «Es un modelo que usaba su maestro Rubens».

Recuerda, además, que existen copias de este cuadro encargadas por el propio Francisco de Moncada. La más conocida descansa en el Museo del Louvre. «Entonces no había fotografías, así que recurrían a los pintores para que les hicieran retratos, bien para enviarlos a su familia o para tenerlos en su casa. También tenían un marcado carácter político como ocurre en los retratos de monarcas. Son retratos que están diciendo muchas cosas, son puestas en escena». En este sentido, también sostiene que había retratos de busto que servían, incluso, para establecer enlaces matrimoniales.

Diéguez-Rodríguez alaba el trabajo del Institut Valencià de Conservació, Restauració i Investigació en la recuperación de esta obra y asegura que «hacía falta una restauración. Han vivido los colores, se ha quitado el barniz amarillento que no dejaba que se viera con la lucidez que se ve ahora. La restauración ha llevado un largo tiempo, pero las cosas bien hechas llevan su tiempo», concluye.

«Los museos deben conocer el patrimonio privado de su territorio»

Ana Diéguez-Rodríguez, historiadora y directora del Instituto Moll. Centro de Investigación de Pintura Flamenca lo tiene claro: «La relación de los museos públicos con los coleccionistas debe ser siempre fluida en beneficio de las dos partes. Los museos públicos tienen la responsabilidad de saber qué patrimonio está en su territorio y saber cuidarlo».

Recuerda que cuando surgen los museos en el siglo XIX estos se nutrieron de las colecciones privadas. «El coleccionista privado hoy en día es muy importante porque ayuda a preservar un patrimonio que de otro modo no podría ser conservado por el Estado. Por ello, el patrimonio que haya, aunque sea en manos privadas, es un activo que en un determinado momento puede usarse. Por ello, tiene que haber siempre un buen entendimiento, dice la experta.

En este sentido, Diéguez-Rodríguez no entiende que la Ley de Mecenazgo lleve tanto tiempo para en el Congreso. «Da igual el Gobierno que sea», lamenta. «Es un problema importante y parece que nadie tiene las agallas de enfrentarse a él». Como historiadora asegura que «hay que buscar lo que beneficie a todos. Aunque unas obras estén en manos privadas eso no quiere decir que no sean buenas para el Estado o las comunidades. Es una forma de hacer que llegue más obra». No obstante, reconoce que hay coleccionistas «que no tienen ese interés benefactor». Insiste en que la relación ha de ser ha de ser «fluida y ninguna de las dos partes debe tener miedo. Hay muchos coleccionistas que no quieren que se sepa cuál es su patrimonio».