Tras cuatro años de duro trabajo de restauración, el Retrato de Francisco de Moncada, realizado por el pintor flamenco Anton van Dyck (1599-1641), vuelve a las salas del Museo de Bellas Artes de València. Una de las pocas obras del pintor en España fuera del Museo del Prado y Patrimonio Nacional, vuelve a exhibirse en la pinacoteca valenciana tras el proceso de recuperación llevado a cabo por las restauradoras del museo y por el Institut Valencià de Restauració, Conservació i Investigació (IVCR+i).

Desde ayer, la obra ocupa un lugar destacado en la sala 17 de la primera planta de la colección permanente que está dedicada al arte flamenco del siglo XVII.

La obra presentaba un entelado que evidenciaba desgarros en su perímetro y estaba destensado en el bastidor. El estrato pictórico presentaba fisuras, zonas contraídas y cazoletas con los bordes peligrosamente levantados que ya habían provocado desprendimientos. Las diferentes restauraciones anteriores habían cargado de estucos y repintes la superficie pictórica. La pintura estaba con un cromatismo apagado y oscurecido debido a la oxidación de barnices y repintes desajustados, que invadían parte de la pintura original. Los depósitos y las limpiezas irregulares ofrecían una visión fragmentada, oscurecida y plana, que deslucía este retrato ecuestre. Tras los estudios científicos de la obra y los tratamientos en el soporte, se abordó la limpieza de la película pictórica. Posteriormente, se aplicó un estuco blanco a las lagunas o pérdidas del estrato pictórico. A continuación se acometió el proceso de reintegración cromática de las zonas estucadas. Como acabado final, se realizaron varios barnizados.

Anton van Dyck realizó este retrato ecuestre de Francisco de Moncada y Moncada (València, 1586- Goch, Alemania 1635), III marqués de Aytona, en el otoño de 1634, después de su nombramiento como gobernador general de los Países Bajos.

La pintura presenta al retratado de frente, que lleva armadura completa y una banda roja ceñida en el brazo izquierdo según la costumbre de los capitanes españoles, y apoya la mano derecha sobre el bastón de mando con un porte que evidencia la importancia de su persona, mientras cabalga sobre un caballo blanco de largas crines que avanza al trote.

La obra formaba parte de la colección valenciana del coronel Manuel Montesinos y Molina. En 1941, las familias Montesinos Checa y Trénor Montesinos legaron la obra a la Academia de San Carlos para que fuera expuesta en el museo.