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Juan Uslé: "En cada exposición crees que es un fracaso todo lo que has hecho"

"Tuve un plan de hacer cuadros que no fueran Juan Uslé, sino entes independientes; aunque también he intentado repetir un mismo cuadro, pese a que inconscientemente sea imposible"

El pintor Juan Uslé, ayer, en Bombas Gens. | F. CALABUIG

Es uno de los artistas españoles con mayor reconocimiento internacional. El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía o el The New Museum of Contemporary Art de Nueva York son algunos de las instituciones que han caído rendidas a sus pinceles. Premio Nacional de Artes Plásticas, Juan Uslé (Santander, 1954) presenta en Bombas Gens la exposición «Juan Uslé. Ojo y paisaje», una muestra que reúne obras de sus últimos 40 años, en los que ha protagonizado más de 600 muestras colectivas y un centenar individuales.

¿Qué debe tener el paisaje para que Juan Uslé deposite su mirada en él?

El paisaje siempre está, tiene lo que debe tener. El que necesita tener algo para aproximarse al paisaje es el artista, debe tener el filtro del respeto, del aprecio. Debe haber un componente humano. Está claro que el paisaje es algo físico, un territorio, pero también es un concepto, una idea, algo mental y sensorial. No puedo pintar un paisaje si no tengo una vinculación con lo que representa, con lo que simboliza. Cuando en los 80 decidí hacer una especie de ejercicio de introspección y volver a trabajar sobre vivencias en un entorno donde yo crecí, que era el río Cubas, necesité no ir al río en sí, sino alejarme y vivir desde la memoria y el recuerdo. Aunque también desde la vivencia. Trataba de recuperar los vínculos humanos, aquello que te ha hecho pensar de otro modo. Estos cuadros de los 80 son obras donde lo óptico está muy presente: son obras muy matéricas, gestuales, con mucho color, una luz nórdica sombría. Están muy vividos. Era cuadros esencialmente tocados.

Eran cuadros de juventud con todo lo que eso supone.

Cuando eres joven no sabías lo que ocurría salvo que organizabas protestas contra la tala de arboles, pero no eras consciente de que lo que hacías al pintar era vivir el paisaje desde dentro. Lo que buscabas era que la pintura fuera vital, que tuviera pulso, que no fuera una imagen silueteada o referida solo a la fotografía de un paisaje.

Pero el paisaje ha cambiado mucho en los últimos años. ¿Le ha molestado al artista el urbanismo salvaje?

Sí, mucho, sobre todo en las proximidades y paisajes que he vivido. La idea del progreso conlleva la idea de destrucción del medio ambiente. Lo que cambia es la visión y posicionamiento. Me fui a Nueva York en el año 87 a vivir y mi paisaje mental ha cambiado. Estoy en una urbe grande y en mis cuadros se ven tramas y estructuras muy diferentes. Esto coincide con un plan personal a partir de una viaje a Nepal, que es entender que la pintura no solo es recuerdo sino también la experiencia de la pintura.

La pintura en sí toma protagonismo.

La propia pintura es el paisaje. Trato que cada cuadro sea un hijo distinto, que tenga una identidad, que sea de una experiencia diferente, sobre todo, distinto al anterior. Mi plan era que mis cuadros no fueran Juan Uslé, sino entes independientes. Y sigo haciendo cosas distintas, pero también he intentado repetir un mismo cuadro, aunque inconscientemente sea imposible. Todo son utopías en la pintura y los trabajos artísticos. Cuando me meto es como cuando haces música: hay un hilo que te conduce. Lo que hacia era seguir el latido del pulso. Pintaba por la noche, me aislaba lo más posible desde los líquidos interiores. He utilizado electrocardiogramas para pintar como referencia iconográfica. Ya en los últimos cuadros hay incorporaciones cromáticas, más matices.

Tengo entendido que siendo aún estudiante aquí en València le llamaron para una exposición en Madrid y no fue ni capaz de entrar a la galería.

Los artistas somos muy inseguros. Me ha pasado varias veces. Si te tomas el trabajo como algo muy desde tu recogimiento hay un miedo a la lectura exterior. Todos buscamos algo que nos represente. Cuando montas una exposición siempre tienes la sensación de que es un fracaso todo lo que has hecho. La sensación es que te desnudas y ahí siempre tienes pudor.

Ha hablado de pintar desde ese pulso interior. En estos tiempos de confinamiento impuesto, ¿siente que su obra es todavía más intima?

No, pero te hace ser consciente de que el artista siempre es un ser confinado voluntariamente. A mí lo que me molesta del confinamiento es que me obliguen a hacerlo, porque me gusta la soledad. El trabajo del artista implica la soledad y eso es la mayor riqueza y virtud que puede tener el ser humano, esos momentos en los que está pensando de otro modo. Hay un malestar en esta situación que se verá reflejado inconscientemente porque mi obra no es nunca un retrato literal. Yo no utilizo eslogans, sino que se notan zozobras, dudas, preguntas y eso es a lo único que puedo aspirar.

¿La pandemia aparecerá en su pintura de algún modo?

Pues no lo sé, pero seguro que aparecerá en la de muchos artistas. No vivimos aislados, aunque nos aislamos para reflexionar y vivir desde el interior. Es inevitable que estemos afectados por lo que vivimos. Eso se verá reflejado como noticia y como arte.

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