«Después de días muy intensos nos toca disfrutar. El aterrizaje del rover Perseverance en Marte no es solo un éxito de la NASA o de Estados Unidos, es un éxito de la Humanidad». El ingeniero aeroespacial Fernando Abilleira, con raíces valencianas ya que su madre es originaria de l’Alcúdia, seguía el jueves sin pestañear desde el Jet Propulsion Laboratory de Pasadena el amartizaje del robot enviado por la NASA en una misión que busca descubrir si alguna vez hubo vida en el planeta rojo y, a la vez, recabar datos sobre las condiciones ambientales para preparar una misión tripulada que, según indicó a Levante-EMV, «no será antes de mediados de la década de 2030».

Abilleira ejercía como subdirector de operaciones de vuelo en el proyecto y su misión consistía en conseguir que el robot tomara tierra en el cráter Jezero, que hace 3.500 millones de años era un lago, el lugar elegido por los científicos para la recogida de muestras que puedan confirmar que hubo vida microbiana en Marte. Es su tercer amartizaje -y los tres con éxito- tras diseñar en 2012 la trayectoria del rover Curiosity y, más recientemente, en noviembre de 2018, el de la sonda InSight. Pese a esta experiencia, asegura que los nervios el jueves «eran incluso mayores». «Hay muchas cosas que pueden salir mal y cualquier pequeño error puede conducir a la catástrofe», relataba ayer, mientras señalaba que «el aterrizaje es como la comprobación final de que todos los sistema han funcionando correctamente» -a diferencia de otros procesos no se puede ensayar- y existe una dificultad añadida «porque la información nos llega en diferido, con 11 minutos de retraso, y no podemos controlar el vehículo en tiempo real. Cuando llegan los datos telemétricos solo puedes comprobar que todo ha ido bien».

Este «todo» implica reducir la velocidad del explorador de los 20.000 kilómetros por hora con la que entra en la atmósfera marciana a menos de 3 km/h en menos de siete minutos, los denominados «siete minutos de terror», con la ayuda de un paracaídas de más de 20 metros de diámetro y los retropropulsores.

Abilleira destaca que cada amartizaje es diferente ya que en cada misión se aprende y se incorporan además nuevas tecnologías. «La navegación relativa al terreno ha sido fundamental porque ese cráter está lleno de rocas, acantilados... el vehículo tomó imágenes durante el descenso e identificó de forma autónoma una superficie sin peligro en una zona que no era propicia. La tecnología ha funcionado perfectamente», apuntó.

«Mi responsabilidad ha acabado y ahora ha tomado el control el equipo de operaciones en superficie y los científicos», relata Abilleira. En las próximas semanas se decidirá si se incorpora al equipo que preparará de cara a 2026-2028 la misión que debe recoger las muestras que tomará el Perseverance para traerlas a la Tierra a analizar a través de un orbitador y un aterrizador. «Es fascinante, parece ciencia ficción y casi lo es», señala el ingeniero, que ayer también recibió felicitaciones de l’Alcúdia.