Juan Luis Vives, asegura José Luis Villacañas, «tenía memoria de tísico». Por eso, muchos años después de abandonar València y hasta el final de sus días, mantuvo un recuerdo preciso de su ciudad que quedó reflejado en sus Diálogos, una serie de ejercicios latinos en los que proyectó personajes cercanos, escenas de su infancia y paseos por la trama urbana de las calles no pisaba desde los 16 años.

¿Y València, se acuerda de su filósofo? «Creo que Vives es una constante en la vida cultural valenciana -afirma Villacañas-. Pero creo que el problema no está en el estudio de su figura sino en que no tenemos una obra que acerque a Vives al lector contemporáneo. Vives es para muchos un nombre venerable, pero apenas algo más que una imagen. Se tiene la idea de que fue uno más de tanto desterrados, pero se ignora hasta qué punto mantuvo la atención hacia las cosas hispanas y se sintió sentimentalmente vinculado a las realidades valencianas. Este mi libro quiere llenar ese vacío, generar una nueva sensibilidad hacia este hombre extraordinario en todos los ámbitos de la vida».