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Javier Cercas: "Las novelas sirven para cuestionar nuestras certezas"

"Cuando acabé ‘Terra Alta’ necesitaba más de Melchor Marín, y enseguida imaginé cuatro libros para contar su historia completa"

Javier Cercas, la semanapasada en Barcelona. E. P.

Publica «Independencia» (Tusquets). Una nueva aventura del policía Melchor Marín, que debutó en ‘Terra Alta’, donde investiga la extorsión a la alcaldesa de Barcelona, le sirve al escritor para interpelar al lector sobre si es legítima la venganza, muy al estilo ‘Fargo’, y de paso hacer un alegato contra los amos del mundo.

Justo veinte años después de «Soldados de Salamina», Cercas asegura que su vida cambió más en 2017, con el referéndum y el apoyo soberanista en Cataluña. Por eso «Independencia» admite una lectura política, porque sacar a la gente a la calle es muy fácil, pero volverla a meter resulta más complicado.

Las preguntas de los niños son las únicas que tienen interés, se lee en «Independencia».

[Ríe] Son muy difíciles las preguntas de los niños...

También escribe que en una entrevista si el periodista es listo, sales listo; pero si es tonto sales tonto.

No tengo que estar de acuerdo con mis personajes, pero eso es verdad.

Otro de sus personajes cree que la gente olvida más deprisa que nunca, quizás porque los periodistas olvidan más deprisa que nunca.

A eso le llamo la dictadura del presente, que es fruto del poder de los medios y las redes sociales para los cuales el presente es ahora, y eso crea una imagen distorsionada de la realidad.

¿Nadie se convierte con más facilidad en un verdugo que una víctima?

La historia dice que eso es así.

Melchor Marín acaba siendo un verdugo, ¿no?

La pregunta central del libro -que es independiente como dice su título pero que forma parte de una novela mayor que se llamará Terra Alta-, plantea si es legítima la venganza cuando la justicia no imparte justicia.

¿La respuesta?

La de cualquier lector civilizado es no, nunca es legítima, aunque las novelas sirven para cuestionar nuestras certezas, esas que nos pone de lado de cosas de las que en teoría no estamos de acuerdo.

La violencia es explícita en el libro y nos arrastra a decir «se lo merecían».

Exactamente, ahí está la literatura. Alguien ha definido a Melchor como un buen mal poli. Me encanta. Como Don Quijote es un cuerdo loco, Melchor es un buen mal poli.

Pero hasta el mayor criminal tiene derecho a una defensa.

Eso dice Vivales y es verdad. En eso consiste la vida civilizada. Melchor es un ángel, pero puede llegar a ser un ángel exterminador.

¿Un perdedor nato?

Depende de lo que entendamos por éxito. Para Ricky Ramírez es un perdedor, un tipo que no tiene dinero, que no ha triunfado en la vida, pero para mi es un ganador.

¿Por qué consigue lo que se propuso en la cárcel?

Esta novela va de un tipo que busca la independencia personal -Ricky Ramírez, la contrafigura de Melchor Marín-, de manera equivocada. «Arrímate a los buenos», le dice su padre. Eso es lo que le dice la madre del Lazarillo de Tormes cuando se marcha.

Esos ricos no eran los buenos.

Ese es su error, se arrima a las elites que lo usan para sus propósitos y luego utilizarlo como papel higiénico.

¿Una metáfora de lo que ha ocurrido en Cataluña?

Esta novela admite una lectura política, que es un hecho que cuenta en privado la élite catalana: «nosotros en 2012 hicimos todo lo posible para sacar a la gente a la calle con el cebo de la independencia, la utopia que teníamos a mano, para presionar al poder político de Madrid para salir de la mejor manera posible de la crisis. Lo que pasa es que la gente se lo creyó». Ahora esa misma élite está asustada.

Un retrato demoledor de la élite catalana.

La novela es un alegato contra la tiranía de los dueños del dinero y los amos del mundo. Porque lo que ha ocurrido en Cataluña pasa desde los principios de los tiempos.

¿Por qué una saga de «Terra Alta»?

Al acabar El monarca de las sombras, que era la novela más difícil porque eran asuntos de la familia, pensé que ahí finalizaba un ciclo que había empezado en ‘Soldados de Salamina’. Podía continuar por ahí, pero corría el peor de los peligros que puede cometer un escritor, repetirse. En ‘Terra Alta’ hubo un cambio, un retorno a eso que se llama la ficción pura, que no existe. Cuando acabé ‘Terra Alta’ pensé que necesitaba más de Melchor. E inmediatamente imagine cuatro libros para contar su historia completa. Al final será una novela, dividida en independientes.

¿La política es una extensión de los negocios?

Eso dice Michael Corleone. Hay gente que la concibe así.

¿Por ejemplo?

Jordi Pujol. Nuestro deber como ciudadanos es luchar contra esa concepción. El mejor invento que hemos creado para luchar contra la tiranía de los amos del mundo es la democracia.

«El catalán que no quiere la independencia no tiene corazón; el que la quiere, no tiene cabeza», dice un elitista del libro.

La trampa de esa frase es la sentimentalización de la política y la política es cuestión de razón. La democracia consiste en racionalizar la política.

¿La gente que siempre piensa lo mismo no piensa?

La alcaldesa cita a Keynes, cuando la realidad cambia, yo cambio la manera de pensar.

Ha dejado claro que el personaje del libro no es Colau, sino la sustituta de Colau.

Sí, aunque tiene cosas de Colau... pero eso ya es cosa del lector.

¿Qué queda de aquel Cercas de finales de los noventa que era habitual del Nummulit, el mítico bar de copas de Girona?

Soy el mismo. Siempre fui un escritor que se ganaba la vida en la universidad. Si me dicen cuando iba al Nummulit que Cataluña -uno de los países más privilegiados del mundo- iba a ser lo que es ahora, dividido en dos mitades irreconciliables, nunca no me lo hubiera creído.

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