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FUERA DE COMPÁS

Pasiones y resurrecciones

Pasiones y resurrecciones

Jesús murió por los pecados de alguien, pero no por los míos. No lo digo yo, que pese a estar educado en el ateísmo también lo estoy en la obligación de respetar a toda la peña. O a casi toda, la verdad. Lo dijo Patti Smith para abrir ‘Gloria’, en su primer y magnífico elepé y lo traigo aquí porque son fechas. Ayer resucitó Jesucristo, un personaje que ha inspirado cientos de canciones de rock, paradójicamente bautizada como la música del diablo. Tanto su vida y obra como otros pasajes de la Biblia están muy presentes en toda la tradición musical popular, especialmente en géneros como el folk, el góspel, los espirituales blancos sureños y el rock cristiano. Aquí y a estas alturas del año solíamos tener las saetas, pero por segundo año consecutivo nos tuvimos que conformar imaginando a Johnny Cash en un balcón cantándole «Personal Jesus» al Cristo de la Lanzada. Y para procesión, el videoclip de «Atmosphere» de Joy Division, con sus mini nazarenos en blanco y negro llevando por la playa la efigie de Ian Curtis al son, eso sí, de una música solemne y algo tétrica, muy del gusto contrarreformista.

Violent Femmes relataban uno de los milagros más sonados del Redentor en «Jesus walking on water», mezclando devoción baptista y punk acústico apalachiano. Otro momento clave de su vida aparece en ‘Sympathy for the Devil’, de los Stones, cuando el diabólico protagonista, inspirado en la fenomenal novela de Bulgákov ‘El maestro y Margarita’, cuenta cómo presenció el momento en el que Pilatos se lavó las manos, sellando el destino del Hijo del Hombre. Siguiendo con la Pasión, The Psychedelic Furs explicaban en «Imitation of Christ» como hay actos cotidianos que pueden hacernos sentir como si nos estuvieran crucificando.

Justo cuando U2 estaba a punto de convertirse en la banda de blues más aburrida, irritante y sobrevalorada del planeta publicaron su mejor trabajo, ese prodigio titulado ‘Achtung Baby’, que describía en «Until the end of the world» cómo pudo ser La Última Cena desde el punto de vista de Judas, poniendo a Cristo de aguafiestas. O sea, que estamos aquí tan ricamente, pasando el rato, comiendo pan, bebiendo vino y tú dando la murga con que se acerca el fin del mundo. Pues toma, un beso en los morros y que te prendan los romanos. Ellos, católicos irlandeses, grandilocuentes, mesiánicos y megalómanos, adoptando el papel del maldito, del odiado traidor suicida. Los héroes de Red Rocks y el Live Aid demostraron tener sentido del humor y humildad suficiente para intentar un exitoso salto mortal en un disco que no sólo significó la reinvención de una de las bandas más importantes de la historia, sino que además supuso su resurrección artística, poniendo los cimientos de una nueva manera de imaginar y crear rock and roll.

Pero oigan, para resucitado, Elvis en aquel especial de la NBC en 1968. Sólo que, a diferencia de Jesús, el mismo lunes de Pascua volvió de cabeza a su sepulcro hotelero de Las Vegas y otros similares donde, hasta su muerte, era cada vez más raro verle obrar de nuevo un milagro.

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