Junto a Grieg y Sibelius, Nielsen formó el triunvirato musical más representativo del Norte de Europa. Escucharlo aquí despertó curiosidad. Casualmente, una de sus obras mas sobresalientes fue la ópera Maskarade, asunto también tratado por el ruso Glazunov y por el armenio Khatchaturian. El Cuarteto nº 1 en sol menor Op. 13 (Nielsen compuso cuatro) demuestra la habilidad del autor, -cuyo instrumento de cabecera era el violín- con las cuerdas.
Los jóvenes del Cuarteto Elmire (personaje de Goethe) mostraron entusiasmo, energía y excelente técnica: Cyprien Brod (París, 1955), ex-alumno del violinista gallego José Álvarez Losada, lideró su grupo con autoridad obteniendo un hermoso sonido de su Nicolas Lupot, de 1817, aunque también posee un Ghent de 1850. Khoa-Nam Nhuyen brilló con un Vuillaume de mediados del XIX mientras que la posición de Jean Sautereau, un tanto enfocada al interior del escenario, dificultaba la presencia de su Charles Coquet contemporáneo. Quizá fuera el sonido de Remi Carlon, también con su Nicola Lupot de mas de 200 años, lo mas seductor de la sesión.
Con un cuarteto bien conocido como el K.458 (de la caza), de Mozart, los franceses mostraron gran cohesión sonora dando un toque versallesco al Menuetto mientras que el Adagio nos acercaba a la polifonía del órganum del Ars Antiqua. Obtener el estilo y amalgamar el sonido de un cuarteto es ardua labor de ensayos, discusiones y años. En la mitad de la veintena, los Elmire están en esa línea, buscando la perfección y es admirable que la música de cámara interese y cautive a las nuevas generaciones.
El Schumann fue momento musical más difícil de solventar. Visiblemente contrariados por las obligadas mascarillas, su versión del Cuarteto n 2, Op.41/3, se escuchó más desenfrenada y menos precisa, a pesar de que los cuatro músicos vertebraron la obra con decisión, como en el Assai agitato, fragmento pleno de bravura y tensión. Lastima que faltara el bis.
