Llevan ya nueve temporadas, además de las ocho ediciones infantiles, la cinco de famosos y el especial de abuelos. ¿No puede haber un desgaste?

Yo te lo compararía con un restaurante. Ese restaurante que cada año cocina platos nuevos, que intenta hacer un buen producto, al que vas y repites porque comes bien y te gusta lo que hacen. Ese local puede perdurar 30 años. Nosotros intentamos hacer eso: que sea familiar, entretenido, el jurado somos amigos y eso se nota, cada año tenemos aspirantes y pruebas diferentes aunque sea un formato que siempre parezca similar... Mientras que la gente lo vea, en un país que es tan gastronómico como el nuestro, seguirá habiendo mucho Masterchef.

Se ha rumoreado que deja el programa. ¿Qué hay de cierto?

A veces se escriben cosas que no entiendo por qué se dicen. Yo soy una persona transparente y si eso fuese cierto lo habría dicho, o lo habría hecho la productora.

Se ha dicho incluso el nombre de su sustituto: David Muñoz.

Si a mí me dicen en Masterchef que les apetece que venga David Muñoz, pues seguro que lo haría muy bien. Puede hacerlo como yo o mejor incluso, y no pasaría nada.

¿Se imagina viendo Masterchef desde casa?

Sí, ¿por qué no? No me siento el alma del programa ni soy una persona imprescindible. Soy un ferviente admirador del programa y si les apetece que lo haga otro, lo veré igual, me reiré y no me sentiré mal para nada.

¿Por qué dejaría el programa? ¿Por otra estrella Michelin?

Por un problema de salud, porque llevo nueve años compaginando las dos cosas, manteniendo la excelencia en mi restaurante, tengo mil proyectos gastronómicos para los que sigo rescatando segundos... Pero me lo sigo pasando bien en Masterchef y la gente viéndolo y, mientras siga así y no me dé un jamacuco, seguiré.

¿Le molesta que le consideren el chef duro de Masterchef?

No, duro no soy, soy realista, porque considero que el cliente viene a mi restaurante con exigencias y quiere verdad, ver las tres estrellas y que ha pagado por algo que vale la pena. Yo hago lo que estoy acostumbrado a hacer, que es ser exigente en mi restaurante. No me meto con los aspirantes, no les insulto ni les falto al respeto. Soy sincero, les digo este plato no está bien por esto o lo otro. Hago como de cliente.

Y eso que dice que Masterchef le ha enseñado a ser más cariñoso y a empatizar más.

Seguramente soy muy cariñoso, lo que pasa es que no sabía expresarlo. Yo era muy tímido y aun siguiendo con esa timidez que está ahí dándome por saco todos los días, he aprendido a sobrellevarla, a superarla incluso. Por tanto, yo también he crecido mucho en Masterchef y he aprendido un montón de cosas.

¿Cómo ha sobrellevado el cierre de restaurantes durante la pandemia?

Con angustia. Sobre todo, por los ciento y pico amigos y compañeros de trabajo, que creen en mi cocina, en un trabajo compartido y que llevan varios meses diciendo: ¿cuándo crees que volveremos? Y tú no sabes decirles cuándo. Así que con serenidad, intentando echarle ánimo al asunto y con la seguridad de que dentro de poco volveremos con las mismas ganas y la misma garra.

¿No le quema el ritmo de viajes constantes a Madrid y Barcelona y a grabar exteriores?

Por eso digo que la única forma de que pare es con un jamacuco, porque me pongo mucho al límite. Con esta pandemia he sido consciente de que llevo el cuerpo saturado, que le estoy sacando demasiado partido y que un día puedo hacer ¡pum! Porque soy un bestia, un borrico, me estoy pasando de vueltas y el cuerpo tiene un límite. Pero me divierto con lo que hago.