Hay días como en suspense en los que acontecimientos exteriores alegran la vida cotidiana y nos obligan a retener en la memoria las emociones sentidas. Como ocurrió ayer en el teatro Martin i Soler del Palau de Les Arts, donde el poderío de Argentina maravilló a un público que vibró con su voz durante más de una hora y media de concierto.

Al filo del toque de queda abandonaron las butacas del auditorio, pero hasta que la artista onubense no puso el punto y final a su espectáculo, con unos fandangos de Huelva con el compás propio de su tierra, no se movió nadie. En los últimos compases, a capela y con toda la pureza que aportaba su profundo chorro de voz, abrochó una actuación de altísimo nivel, torrencial, propia de una primera figura del flamenco.

Ya en el inicio dio la talla de su cante. En el segundo tema, titulado Romance de Flores y Blancaflor de su disco “La vida del artista” (2017), enamoró por la textura de su voz, que nacía sin fisuras y con la gracia, la fuerza, la sutileza y la precisión de las figuras de antaño. Porque no hay que olvidar que, como ella misma confesó en Levante-EMV, su concepto de cante está en la Paquera de Jerez y se nota, por sus condiciones vocales, que ha estudiado a los flamencos más antiguos como la Niña de los Peines, Antonio Chacón o la propia Paquera. Estas tonás finalizadas como bulerías fueron un acto íntimo, solo con su cante y sin el compás de la guitarra de José Quevedo “Bolita” ni de las palmas de Los Mellis.

Escucharla sola en diferentes arranques de canciones, en toda su plenitud y sin sonidos consortes, fue lo mejor su actuación. Porque solo los grandes cantaores osan mirarse en los espejos de los maestros y se les reconoce como propio su flamenco.

Las serranas acabadas por seguiriyas, tan valientes y tan intensas, fueron apasionantes, incluso para alguien a quien el flamenco no le apasionase en absoluto. Su cante era lava, afinada, burbujeante y lenta, que fluía por debajo de su piel y quemaba en su alma, dispuesta a fecundar, con el irresistible impulso del sentimiento, de emoción toda la sala.

La guajira inicial, las alegrías en honor a Cádiz y las bulerías con las letras de “A tu vera”, de Lola Flores, y de “Romance de La Reina Mercedes”, de Concha Piquer, tampoco se quedaron atrás en un concierto en el que puso “toda mi fuerza, mi ilusión y mi alma”, aseguró cuando saludó al público.

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La puesta en escena, primero con un preciosísimo mantón de manila y un vestido aflamencado color coral y luego con un terno aterciopelado de color azul noche, la reforzaron.

El flamenco, en innumerables ocasiones requiere de esfuerzo y de estudio para entenderlo, pero ayer, solo la voz de Argentina conquistó el corazón de la gente con la difícil facilidad que aporta la emoción.