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¿Quién fue Roy Halston, el primer modisto 'pop star'?

Ewan McGregor resucita en una nueva serie de Netflix al diseñador injustamente olvidado que marcó el 'dress code' de Studio 54 - Siempre rodeado de modelos y musas como Liza Minnelli, Bianca Jagger o Elizabeth Taylor, las drogas le llevaron a perder su marca

Halston rodeado de sus ’Halstonettes’, en 1977.

En Estados Unidos no hay reyes ni princesas, pero su aristocracia, el 'star system' de Hollywood, del arte, la política y la moda, conoció en los 70 al primer modisto 'superstar' patrio, al padre del minimalismo y de la elegancia casual pero arrebatadoramente sexi. Si en Europa su amigo Yves Saint Laurent se sacaba de la manga el esmoquin femenino en los 60 y elevaba la alta costura a los altares, al otro lado del charco el que partía la pana, mejor dicho, el 'ultrasuede', era Roy Halston Frowick, un 'paleto' de Iowa (Des Moines, 1932) con olfato para detectar las tendencias que aún llevamos hoy, como los pijamas de seda para fardar por la calle o los vestidos camiseros.

Halston fue pionero en elevar la moda al nivel de 'celebrity' internacional, revolucionó el márketing antes de Instagram e inventó el 'dress code' de la 'beautiful people' que cerraba Studio54, y proseguía luego la farra en su lujoso apartamento de Nueva York, allá por los 70 y 80. "Me ordenaban cocinar todo el día y luego nadie tocaba la cena porque no salían del baño", aireó para la posteridad su mayordomo. Tal era el frenesí de las noches del modisto en la cresta de la ola.

Liza MinnelliJackie KennedyLiz TaylorLauren Bacall o Bianca Jagger fueron sus musas, clientas y amigas, al igual que Andy Warhol, su preceptor en el camino del exceso, drogas y alcohol, que lo llevaron a no saber distinguir entre su negocio y su superego. Fue despedido de su propia empresa, y desposeído de la marca, que tras su muerte, a causa del sida, ha ido pasando por algunas garras tan siniestras como las de Harvey Weinstein

Una vida de película que Netflix recuperará este viernes, en la serie 'Halston', con un soberbio Ewan McGregor en el papel del diseñador, y producida por Rayn Murphy ('Glee', 'Pose', ‘Hollywood’), quien ya hizo otra ficción sobre Versace. Pero antes de su estreno, y con aviso de 'spoilers', esta es la verdadera historia de un larguirucho de gafas oscuras y sempiterno cigarro, de un visionario que murió de éxito y cuyo legado nunca pasó de moda.

El sombrero de Jackie tuvo la culpa

Antes de vestir a todas las celebridades de su época y de dotar a la moda norteamericana del refinamiento europeo, el pequeño Roy les hacía sombreritos a su madre y su hermana. Por entonces aún no sabía de sus propios planes: que todo el mundo llevara una de sus prendas o un objeto con su nombre. En 1952 huyó de su aburrida Iowa natal para estudiar diseño en el Art Institute de Chicago, donde trabajó de escaparatista y abrió su primera tienda.

Pero Nueva York le esperaba: lo primero que sorprendió a aquel guaperas es que podía entrar en bares exclusivamente de hombres y compartir algo más que un trago. En 1959 los almacenes de lujo Bergdorf Goodman le ficharon para crear una exclusiva línea de sombreros. Y a finales de 1960 recibió el encargo de su vidaJackie Kennedy eligió uno de sus diseños para la ceremonia presidencial de su marido, JFK. Aquel pillbox no solo disimulaba el tamaño de su cabeza, sino que se convirtió en el complemento más deseado de las mujeres de la alta sociedad (Kate Middleton y Meghan Markle siguen usando el modelo). Con 165.000 dólares y la ayuda de amigos, creó su marca en 1968, centrada ya en el 'prêt-à-porter' inspirado en el Hollywood de los 30 y 40.

El traje Oleg Cassini rematado con el sombrero pillbox diseñado por Halston que Jackie llevó en la ceremonia presidencial de su marido, John F. Kennedy, en 1961, en una muestra del Metropolitan Museum of Art, en 2001. AP / SUZANNE PLUNKETT

Minimalismo y glamur exacerbado

La tienda Halston fue objeto de deseo durante todos los 70: sus diseños simples y conceptuales acariciaban el cuerpo de la mujer. Hizo suyo el beige, el cuello halter, la manga murciélago, los suéters de cashmere, el mono, los tops con pantalones fluidos, las túnicas, chilabas y caftanes... y su mayor acierto, el vestido camisero con tejido 'ultrasuede' que lanzó en 1972. Fueron sus años más lúcidos. Al principio no se drogaba, ni bebía, solo quería trabajar y "vestir a toda América".

Los trabajos para la coreógrafa Martha Graham le pusieron ante la Factory de Andy Warhol. El modisto y el tótem del pop art encajaron a la primera, y hasta compartieron amante, el bigotudo venezolano Víctor Hugo, con el que montó los escaparates más sicodélicos para su nueva tienda en la Madison Avenue. Aquellas rompedoras composiciones surrealistas y de estética sado siguen inspirando hoy a las grandes cadenas. 

Fiesta en Studio54: Halston besando a una chica junto a Bianca Jagger y Andy Wharhol, y tras ellos, Liza Minnelli. Instagram

Frenesí, lujo y excesos

El imperio Halston se expandía con múltiples tentáculos (muebles, bolsos, lencería, ropa de cama, coches, una línea masculina, uniformes para azafatas y para el equipo olímpico de 1976, perfumes…), a la vez que su personaje se sofisticaba cual James Bond: "Llámame, sencillamente, Halston", decía en los desfiles que organizaba en su oficina en la Olympic Tower, propiedad de Aristóteles Onassis.

Siempre bronceado y con esmoquin, desde mediados de los 70 Halston se rodeó de la 'jet-set': llegó a acompañar a Liz Taylor a la entrega de unos Oscar, alternaba con Liza Minnelli (que recibió la estatuilla por 'Cabaret' con un vestido amarillo suyo), Carolina y Reinaldo HerreraPaloma PicassoTennessee Williams, Truman Capote o las modelos de la época Jerry Hall y Carol Alt. En Studio54, donde el decoro se quedaba en la puerta, se hizo adicto a la coca. Era un habitual de sus bacanales, con su séquito de 'halstonettes' (modelos y actrices como Angelica Houston o Naty Abascal). Para la historia quedan los cumpleaños de Bianca Jagger, medio desnuda a lomos de un caballo blanco, o el de Minnelli, bailando con Mijaíl Barýshnikov, con un conjunto metálico, a la postre, el uniforme del templo nocturno hasta que el FBI lo clausuró en 1980.

"Es fin de semana, sé extravagante", el lema de la fiesta de cumpleaños que Halston le montó a Bianca Jagger (izquierda) en mayo de 1977 en Studio54. A la derecha, Liza Minnelli. Instagram

Morir de éxito

Puede que ahora sea habitual que un diseñador quiera colaborar con cadenas ‘low cost’ como H&M con colecciones cápsula, pero a principios de los 80, cuando al visionario de Iowa se le ocurrió algo así, nadie lo entendió. ¿Alta costura para todos? Con esa idea, firmó un contrato millonario y abusivo con la cadena J.C. Penney, por el cual sacaría ocho colecciones al año. Fue imposible. Sus adicciones le habían transformado en alguien imprevisible y obsesivo, incapaz de controlar todo el negocio. Sus socios le despidieron de su propia empresa y perdió el derecho a diseñar y vender ropa con su nombre. En 1986 supo que tenía sida, y dos años después, fue diagnosticado de cáncer de pulmón. Murió con 57 años, el 26 de marzo de 1990, en un hospital de San Francisco, a más de 4.000 kilómetros de Nueva York.

El legado, de mano en mano

Tan solo cinco años después de su muerte, Tom Ford revitalizó Gucci con una colección de otoño-invierno que era un calco de la estética Halston. El mismo diseñador, obsesionado por el mito, adquirió hace un par de años su apartamento, en el Upper East Side de Manhattan. Durante mucho tiempo la marca Halston se convirtió casi en un fantasma de la que solo se vendía su perfume en aquella botella con forma de lágrima diseñada por Elsa Peretti. Hasta que en 2006, Tamara Mellon (cofundadora de los Jimmy Choo), la estilista Rachel Zoe (encargada del vestuario de ‘Sexo en Nueva York’) y el depredador de Hollywood Harvey Weinstein se asociaron para relanzarla. En 2009 se lanzó la segunda línea de la marca, Halston Heritage, con diseños históricos. Hasta la actriz Sarah Jessica Parker fue directora creativa por un tiempo. Desde 2013, y bajo la dirección de Ben Malka, la marca ha vuelto a las pasarelas, a los minoristas de lujo y, 45 años después, a su principal buque insignia en la avenida Madison de Nueva York.

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