La copia de la película había llegado a Cannes la noche anterior sin que prácticamente nadie hubiera visto, por razones obvias, el resultado final y, al día siguiente, el 17 de mayo de 1961Viridiana, del turolense Luis Buñuel, se proyectaba en la última jornada del Festival de Cannes. Enseguida, el equipo de la película allí presente (el turolense no había acudido) vio que iba a ganar la Palma de Oro (se la llevó compartida con Una larga ausencia, de Henri Colpi) que se entregaba al día siguiente, y empezó a buscar soluciones para "evitar esa patata caliente", explica Amparo Martínez Herranz, profesora de Historia de cine de la Universidad de Zaragoza y coordinadora del libro La España de Viridiana (PUZ). "Se les ocurre que la mejor manera para evitar conflictos posteriores es ir a la puerta de la habitación del director general de Cinematografía del Gobierno franquista, José María Muñoz Fontán, y convencerle de que él era el adecuado para recoger el premio. Le dicen que tiene que recogerlo en nombre del Estado español, que va a honrar al país... A él se le viene el ego arriba y lo recoge con orgullo. La estrategia era que así el Estado asumiera como propia la película porque ya eran conscientes de la que se iba a preparar...".

Al poco tiempo, el Vaticano lanzó una fuerte diatriba contra el filme en L’Obsservatore Romano y los hechos se precipitaron. Muñoz Fontán fue fulminantemente destituido al pisar suelo español y el Estado franquista decide "en una medida que no tiene precedentes ni consecuentes, no prohibirla, sino darla por inexistente", explica el catedrático de Historia de Cine de la Universidad de Zaragoza, Agustín Sánchez Vidal, cuya consecuencia más directa, razona, "es que si no llega a ser porque Silvia Pinal salva una copia mandándola a México, que era un país sin relaciones con España, no tendríamos ni película".

La historia comienza un par de años antes cuando se cuece el regreso a España de Luis Buñuel para rodar esta película que iba a tener coproducción con México (Gustavo Alatriste, UNINCI_y Films59): "Hay un primer momento en el que todo el mundo espera sacar partido del retorno de Buñuel", afirma Amparo Martínez, "el propio cineasta que puede volver, los productores, y también el franquismo. El régimen había iniciado un programa de prestigio cultural con los tecnócratas buscando un lavado de imagen y vieron en Buñuel el momento perfecto".

"Es una película hecha en completa y absoluta libertad que hace que sea la joya que es dentro de la producción de Buñuel", reivindica Amparo Martínez, que tiene claro que "él sabía muy bien lo que tenía entre manos". Algo que corrobora Sánchez Vidal: "Es una película que le gustaba mucho y tengo la impresión, tras hablar con él, que era muy consciente de lo que estaban haciendo. Buñuel sabía lo mucho que se jugaba dentro de su prestigio volviendo a la España de Franco. Por eso, en Viridiana puso toda la carne en el asador para disipar las dudas de algunos que temían una connivencia con el régimen". Y, con todo, Sánchez Vidal tiene claro que hoy "tenemos una perspectiva distorsionada de la película por todo lo que pasó después. Todo cambia con la condena del Vaticano, de hecho, yo siempre pongo como ejemplo una película coetánea, Plácido, de Luis García Berlanga. Habla de lo mismo, cuestiona la caridad cristiana, y es candidata a los Oscar por España. La única diferencia con Viridiana es que no la ataca el Vaticano".

"Es una película magnífica pero quizá no se ve tanto porque es poco complaciente y hace preguntas incómodas. Muestra al viejo hidalgo, a la España rancia que presuntamente se estaba abandonando (el cartel de Coca–Cola es toda la modernidad que aparece en la película) y la falsa modernización del franquismo de entonces", concluye Amparo Martínez.