«Cuando se ha destapado el ataúd hemos visto su rostro con enorme emoción, y ya con llanto». Así relató ayer para este periódico el escritor Fernando Delgado uno de los momentos más emotivos de la despedida íntima que por la mañana, a primera hora, antes del funeral oficial, le rindieron en Oliva a Francisco Brines en su casa de l’Elca, en presencia de una treintena de personas, sus familiares -sobrinos y primos-, y los amigos cercanos, entre los cuales había un nutrido grupo del mundo de la cultura.

Un concejal, la vicealcaldesa Ana Morell y el alcalde David González , con el conseller Marzà.

El féretro se colocó en la puerta principal de la casa solariega de los Brines-Bañó, al aire libre, frente al hermoso paisaje mitificado por el poeta, rodeado de naranjos y desde donde se ve el mar. En l’Elca empezó y acabó todo.

Ante los presentes intervinieron, en primer lugar y en nombre de la familia Juan Porta, sobrino nieto de Brines, un joven que recordó cómo el poeta, antes de establecerse definitivamente en Oliva en el año 2000, pasaba las vacaciones estivales con ellos.

Y en representación de los amigos el propio Fernando Delgado, compañero de vida en su época madrileña y quien también estuvo junto al poeta hasta el final de sus días en el hospital de Gandia donde el jueves de la semana pasada quedó ingresado, un día después de recibir el premio Cervantes de manos de los reyes.

Àngels Gregori, mano derecha del poeta en los últimos años, relata que para ellos, y para la Fundación Francisco Brines, «era muy importante que hubiera alguna despedida en l’Elca, es lo único que le habíamos pedido a la familia y estamos agradecidos porque hayan accedido». Gregori constata que Brines se marchó tranquilo, y prácticamente consciente de que se moría, de ahí que sus últimas palabras fueran de amor y agradecimiento hacia los demás. Y añade que el día que le entregaron el premio Cervantes fue inmensamente feliz: «No se quitó la medalla en toda la tarde, y eso que pesaba un montón».

«Ha sido un maestro para todos los poetas de mi generación», apuntaba Carlos Marzal, otro de los escritores que estuvo ayer en l’Elca, «y en mi caso un amigote con el que hablar también de fútbol y de toros». Marzal recuerda que Brines «era muy consciente del ciclo de la vida, de la intensidad del vivir pero también de la tragedia de tener que abandonar el mundo, su poesía tiene un gran poder elegiaco pero también hedonista, sensual y vitalista».

Por su parte, Luis García Montero, poeta y director del Instituto Cervantes, y también del selecto grupo de íntimos, añadió: «Me parece muy importante que tenga el reconocimiento institucional que se merece, y que vaya de la mano con el homenaje literario y el de sus paisanos». «Querido Paco, descansas en la luz y en nuestros corazones», le escribía García Montero en el libro de condolencias. Acabada esa despedida íntima en l’Elca, que duró unos 45 minutos, el coche fúnebre bajó lentamente por Els Rajolars, una zona de antiguas fábricas de ladrillos, hasta la Casa Consistorial, en el centro histórico, donde en el salón de plenos ya estaba todo dispuesto para la capilla ardiente. Para esas horas ya había numerosas coronas de flores que habían llegado de varias instituciones.

Los concejales olivenses y el presidente de la Diputación, Toni Gaspar, ya esperaban en fila en la puerta del ayuntamiento, cuyas banderas ondeaban a media asta con motivo del segundo de los tres días de luto oficial decretados por el Consell. Pasaban cinco minutos de las diez de la mañana cuando el coche llegaba a la plaza, custodiado por dos motoristas de la Policía Local. Casi de forma simultánea, pero a pie, acudía el grupo que había estado en l’Elca.

Ante un respetuoso silencio solo roto por el canto de los pájaros en una mañana soleada, los operarios de la funeraria realizaron los preparativos. Sacaron del coche una enorme fotografía en blanco y negro de Brines, en la casa del poeta, que había viajado sobre el ataúd y que culminó la ornamentación de la capilla ardiente.

Y así, el féretro, con los restos mortales de Brines, entró por la puerta principal del ayuntamiento con todos los honores, entre aplausos de los vecinos que se habían congregado en la plaza. Otros ya hacían cola por la parte lateral, que era por donde se accedía para entrar a la capilla ardiente, con un itinerario señalizado.

«Poeta universal»

A mediodía llegó el ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, junto a la delegada del Gobierno, Gloria Calero. «Perdemos a uno de nuestros grandes poetas universales» que hay que «reivindicar, honrar y recordar», declaró Uribes. Al poco llegó el conseller de Cultura, Vicent Marzà. Y a media tarde se desplazó el presidente de Les Corts, Enric Morera. Antes de partir hacia València, donde hoy habrá otra capilla ardiente, la comitiva, a petición de la familia, pasó por la iglesia de Santa Maria, para un responso.

Los valencianos podrán despedir hoy al poeta en el Palau de la Generalitat entre las 10 h y las 13 horas y firmar en un libro de condolencias. Antes se celebrará un homenaje a puerta cerrada en el Pati Gòtic, con un recital poético. Se deberán respetar todas las medidas anticovid. Brines será enterrado en el Cementerio General de València, en el panteón familiar, donde reposan sus padres.