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Contracorriente

Israel Fernández: "Mi afán es que entre la juventud se escuche flamenco"

«Cantar es algo que viene conmigo desde niño. Yo sin cantar no sería yo», afirma

Meses después de publicar su disco ‘Amor’, sorprende con «La inocencia».

¿Desde cuándo Israel Fernández y el guitarrista Diego del Morao son pareja artística?

Hará dos o tres años. La primera vez que actuamos me puse bastante nervioso, pues le admiraba muchísimo; creo que aquel día pensaba más en él que el público. Pero enseguida sentí que con su guitarra cantaba de otra manera, me tiraba más al precipicio... Antes igual no me la jugaba tanto, y tocando él me la juego, porque siempre me rescata.

¿Cómo surgió la colaboración en clave electrónica con El Guincho para el single «La inocencia»?

Preparábamos la canción para hacerla de una manera más tradicional, pero es que en la música está todo ya muy hecho. Y con eso no quiero decir que esto que hago ahora no esté hecho también. Aunque de otra forma. Todos los besos no son iguales, por más y más besos que uno dé.

¿Se conocían ya?

Había coincidido una vez con él, en una gala de los Grammy en Las Vegas, y me habló de lo que gustaba lo que yo hacía y el disco Universo Pastora. A partir de entonces empecé a escuchar su música, aunque no habíamos vuelto a tener contacto hasta ahora.

Tecleando Israel Fernández en Google, dice que nació el 1 de enero de 1992 y a mí no me salen las cuentas.

Porque está equivocado. En mi DNI pone que nací el 16 de marzo de 1989. Pero tampoco sé a ciencia cierta si el año es correcto. Mi madre está segura de que el día del mes es ese, pero como tardaron mucho tiempo en registrarme no sabe si fue en el año 89 o en el 90.

¿Son mucha familia?

Mi abuela ha cumplido 90 años, y tiene como 40 nietos y otros 20 bisnietos. Incluso ha conocido a los hijos de estos.

¿En una familia con tataranietos y todo, no canta nadie más?

Prácticamente todos. Yo soy el primero. que canta profesionalmente porque Petra, mi abuela, es una gran cantaora, toda una artista, pero no se dedicó a ello. Los gitanos de La Mancha eran entonces muy cerrados y que una mujer se dedicara al espectáculo era en esa época muy complicado.

De su voz prodigiosa hay precoz constancia televisiva. ¿Al haber empezado tan niño nunca desesperó por lo que le tardaba en llegar el éxito?

Nunca. Porque además mi familia jamás me presionó en ese sentido lo más mínimo. Aunque desde muy chiquitín he vivido el cante con mucha responsabilidad. Y a veces me pasaba al contrario. En las fiestas familiares era inevitable que siempre alguien me pidiera que cantara algo. Hasta el punto de que yo me decía a mí mismo: «Me hubiese gustado no saber cantar». Para que no me lo pidieran más; pero luego era mi vida. 

Vamos, que luego cantaba en cualquier momento...

Y en cualquier sitio. Hasta mi padre a veces me decía: «No cantes tanto, descansa un poco hasta que termine lo que estamos viendo en la tele». Pero en general era al revés. En casa había una escalera y si me ponía abajo reverberaba. Cantaba allí con mi guitarra y mi padre me decía los oles desde el salón. «¡Hijo! Pareces un disco», venía diciéndome de lo mucho que se emocionaba. Es algo que viene conmigo. Yo sin cantar no sería yo.

¿Qué piensa cuando lee en tantos sitios que es el mejor cantaor de su generación?

He de reconocer que, cuando me dicen semejante halago, lógicamente me gusta. A nadie le amarga un dulce. Pero otra cosa es que tú te lo creas. Y yo no me lo creo, desde luego. Mi principal recompensa es ver tanto público joven en las actuaciones. Mi afán, en el buen sentido de la palabra, es que entre la juventud se siga escuchando flamenco.

¿ «Amor» es su puesta de largo como letrista y compositor?

Algo así, y me he atrevido porque he vivido. No se puede componer sin vivir. Es como un cuadro: un pintor pinta algo que ve, o lo que no tiene, o lo que ha perdido o sencillamente lo que sueña.

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