Lo que les voy a contar, cuando sucede, se convierte en leyenda. Viene a ser, capítulo por capítulo, la biografía de un gran grupo de rock. El canon existencial de una banda que deja huella. Lo extraño del caso es que sucedió en España. Perdonen la retahíla. Voy.

Unos chiquillos se presentan a un concurso y lo pierden, aunque se erigen en ganadores morales. Son unos outsiders, vienen de la periferia y no de la capital. Tímidamente y tras algunas cesiones estilísticas consiguen un contrato con una gran compañía, pero se rompen los cuernos en la carretera forjando un directo apabullante. Afrontan las dificultades con trabajo duro y una inquebrantable fe en su propio talento. Cuando llega su primer éxito la crítica los despedaza porque son arrogantes, presuntuosos, su cantante es guapo, carismático y con pelazo y, además, su guitarrista tiene la actitud de un auténtico guitar hero. El público, en cambio, los adora. Hasta tienen un logotipo molón. Graban elepés con legendarios productores internacionales en Londres y Estados Unidos. Publican un desafiante directo y, cómo no, un doble elepé excesivo y caótico que los embarca en una gira monumental ante aforos enormes. Triunfan en el extranjero. Los idolatran en lugares remotos a pesar de la barrera idiomática.

Los tópicos se suceden sin parar, pero no por ello dejan de ser ciertos. Agotados, se marchan buscando paz al Himalaya y caen embrujados por el choque cultural y el misticismo orientalista. Muere su road manager en un accidente de tráfico, una figura fundamental para mantener unido al grupo. Todo se desmorona. Las diferencias artísticas entre el guitarra, corazón y motor del sonido de la banda, y un frontman sexy con una voz característica que recita poesía críptica de drogatilla, se vuelven irreconciliables. Los egos y el hastío hacen el resto. Se separan y el cantante triunfa en solitario, pero durante los años de parón la fama de la banda se agiganta. Son un mito. Pasados los años, se reúnen en una mastodóntica pero breve gira por recintos nunca vistos que agota el papel velozmente. Luego, la nada otra vez.

Como sabrán, en lo que les cuento hay elementos de los Beatles, Stones, Who, U2, Led Zeppelin, The Cult, Queen, The Doors y tantísimos otros. Lo alucinante es que todas y cada una de las situaciones relatadas sucedieron en el seno de un mismo grupo de rock español, quizá el más grande que jamás cantó en castellano. Los Héroes del Silencio se empeñaron en vivir su epopeya con la típica testarudez maña y sin saltarse ningún rito ni cliché.

Véanlo en Netflix, en un magnífico documental titulado «Héroes: silencio y rock and roll». Honesto, sincero y crudo, recoge la trayectoria de la banda zaragozana en palabras de todos sus protagonistas, con profusión de interioridades y confesiones, pero también de razones, explicaciones, muchas e impactantes imágenes y una enorme dosis de buena música. Una existencia breve, pero tan intensa como la de Aquiles. Un recorrido tan lleno de aventura y emociones como la búsqueda por Jasón del vellocino de oro. Un destino soñado que, hasta que ellos llegaron, estaba reservado a héroes de otras latitudes.