La colaboración entre Closca Design y CuldeSac deja como fruto un Red Dot Design Award en 2015 (uno de los premios de diseño de producto más importantes de todo el mundo) y uno de los pocos artículos españoles que se pueden comprar en la tienda del Museum of Modern Art de Nueva York (MoMA).

Closca, un casco de museo Begoña Jorques. València

¿Puede un casco convertirse en objeto de museo? La pregunta puede parecer extraña, pero si hablamos del Museum of Modern Art (MoMA) o el Guggenheim de Nueva York todo es posible. Y lo ha conseguido un diseño valenciano. El casco Closca se vende en las tiendas de ambos centros de arte estadounidenses y luce desde 2015 en la cabeza de los urbanitas amantes del diseño, la seguridad y la comodidad de todo el mundo. Este diseño 100 % valenciano, de la firma Closca y el estudio CuldeSac, protagoniza la lámina que Levante-EMV entrega hoy en su colección «Iconos del diseño valenciano. Del 1930 al 2022», en colaboración con València Capital Mundial del Diseño y el Arxiu Valencià del Disseny.

Closca, un casco de museo

Según Pepe García, director y fundador de CuldeSac, «el casco plegable desarrollado para Closca ha sido un ejemplo de la importancia de la colaboración y el trabajo en equipo. Si bien el cliente ya había desarrollado una primera versión cuando el proyecto llegó al estudio, fue tras la primera reunión con Carlos Ferrando, CEO de Closca, cuando entendimos que el reto era redefinir el proyecto por completo y transformar un objeto con potencial y utilidad en un verdadero producto de deseo capaz de movilizar a los consumidores».

Closca, un casco de museo

Ferrando asegura sobre su producto que «creamos una nueva categoría de cascos que se aproximaban más a un accesorio de moda que a un producto deportivo. Y que, además de contar con todos los elementos que debe tener un casco, se pliegan y reducen su volumen hasta el punto de poner meterlo en la mochila o el bolso».

Los «huesos» del proyecto

Para García, este casco «es uno de los ejercicios de diseño más complejos que hemos desarrollado. No solo por su complejidad técnica sino por su descarada sencillez. Como diseñadores, y a diferencia de lo que muchos creen, nuestro trabajo no se basa en añadir capas sino en ejercer la acción contraria: abordamos el proceso de diseño como un compromiso constante por desprendernos de todo lo innecesario hasta llegar a los huesos de cada proyecto y poder mostrar así el alma de aquello que diseñamos».

«Nuestro objetivo -añade Ferrando- siempre ha sido hacer de nuestro cascos un símbolo pero que sea práctico y moderno. Y CuldeSac son geniales en ello. Ellos eran los idóneos para ayudarnos a combinar los elementos y crear el icono que es hoy. Al cambiar la forma en la que nos movemos por la ciudad también cambian los elementos que nos acompañan en estos viajes».

García recuerda que cuando Ferrando se acercó al estudio «él ya traía consigo una buena idea y un primer prototipo. Buscaba transformar aquella buena idea en un icono del diseño, un objeto de deseo capaz de movilizar y emocionar a usuarios de todo el mundo. Pero una buena idea a menudo no es suficiente, porque las buenas ideas por sí solas no son capaces de provocar el deseo en los consumidores y, en consecuencia, generar negocio. Es ahí donde aparecemos nosotros y nuestra experiencia para aportar valor; redefiniendo el ADN del propio producto y convirtiendo un simple casco en un accesorio urbano seguro, que interpela a usuarios con un estilo de vida y una búsqueda de movilidad más sostenible».

Razón y emoción

En Closca, dice Ferrando, «buscábamos crear un símbolo y para ello era necesario el equilibrio perfecto entre los argumentos racionales y los emocionales. A la hora de buscar un casco todos pensamos en la seguridad, la comodidad, que sea ligero y que tenga una buena ventilación. Pero queríamos ir más allá y adentrarnos en los parámetros emocionales y diferenciarnos creando un icono: un casco bellamente diseñado, que emocione y que tenga algo que contar. El mensaje de las ciudades sin humo ni ruidos a través del diseño».

En cuanto a su fuente de inspiración, Ferrando explica que «siempre han sido las ciudades, transformadas y pensadas para las personas. Amables, sin humo y verdes donde el peatón y aquellos que se mueven sin contaminar sean el centro. Y las ciudades son las personas y los edificios. Nos inspiramos en la icónica arquitectura del museo Guggenheim de Nueva York, en cuya tienda puede encontrarse a la venta nuestro casco». Mientras, para el fundador de CuldeSac «nuestra inspiración a la hora de encarar el proceso creativo no tiene límites, incluye desde el estilo racionalista reflejado en los productos diseñados por Dieter Rams para Braun a mediados del siglo pasado, al diseño de interfaz elegante y minimalista tan característico de los productos de Apple. Sin embargo, sí mantuvimos un objetivo constante durante toda esa búsqueda: entender cómo podíamos generar un objeto elegante pero funcional y, sobre todo, seguro para el usuario. En ese sentido, el usuario ha sido siempre nuestra prioridad a la hora de inspirarnos, entender su día a día, sus hábitos, gustos y necesidades no solo a nivel individual sino, fundamentalmente, en la pluralidad. Este casco debía ser el casco de muchas personas y de sus múltiples gustos y estilos. El desafío consistía en poder encajar este producto de uso general y personalizarlo según las preferencias de cada consumidor».

De ahí que García defienda que «para nosotros el buen diseño no es aquel al que le puedes añadir más, sino aquel al que no le puedes quitar nada. Como diseñadores de producto, ejercitamos una presión constante por llegar a la esencia pura de cada objeto y definir en cada búsqueda los próximos iconos del diseño. Nuestro trabajo, independientemente de su escala y tamaño, busca impactar y emocionar a través de productos audaces, reconocibles y capaces de perdurar en el tiempo».

Asegura, además, que «el diseño es solo la metodología, el vehículo que permite responder de manera acertada a premisas básicas y funcionales como son la seguridad y la comodidad». El producto, sostiene, debía ser «un puro objeto de diseño ligero, elegante y seguro».

Ferrando, por su parte, recuerda que «la palabra diseño proviene del latín y significa “designio”. Por eso, para mi diseñar no es el dibujo, ni siquiera la belleza, sino la herramienta para crear intenciones. Es el elemento con el que emocionar a las personas. Y es a través de las emociones y la belleza cuando conseguimos inspirar actitudes positivas. Un cambio que nos lleve a un porvenir mejor».

Romper las reglas

Para García, que el casco se venda en el MoMA «es un mimo profesional y un escaparate internacional que siempre suma a la hora de reposicionar el talento made in Spain fuera de nuestro país. Sin embargo, y a modo personal, siempre sentí que el mayor premio que nos ha dado este producto es su tangibilidad, la naturalidad de poder ver a la gente en bici por la calle llevando el casco». «Recuerdo cómo en una ocasión se me acercó una chica y me dijo que ‘estaba deseando ir en bicicleta para ponerse el casco’. Que te diga algo así un usuario es el halago máximo para un diseñador industrial; la capacidad de crear un objeto que rompa las barreras tradicionales y defina una nueva categoría es algo increíble».

Sobre si estamos ante un icono, Ferrando reflexiona: «Un icono es algo que transmite un mensaje, un símbolo. Podemos hablar de un icono del cambio. Mi sueño cuando inicié el proyecto Closca ha sido sumar valor a la sociedad y hacerlo de la mejor forma que sé: a través del diseño».

«En su día pulimos de tal manera el resultado que no sé cómo podríamos modificar este producto sin empeorarlo. Y eso sin duda es mérito del trabajo colectivo y la búsqueda constante de diseñadores, técnicos y marca», dice Pepe García, fundador de CuldeSac.