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Purificació Mascarell, autora del libro de relatos «Cartilla de redención», hace unos días en València. | GERMÁN CABALLERO

Purificació Mascarell

"La cultura no puede salvarnos de las cosas desagradables"

«Para mí lo menos importante de una historia es la trama. Por muy buena que sea, si la cuentas mal la historia no va a funcionar»

Los presos franquistas tenían una «cartilla de redención» en la que la que los funcionarios apuntaban los méritos morales del condenado para expiar su culpa. La ‘Cartilla de redención’ (Altamarea, 2021) de Purificació Mascarell (Xàtiva, 1985) recoge a través de siete relatos «esa idea delirante e imposible de documentar por medios tangibles un proceso tan íntimo como el del arrepentimiento o la salvación».

¿Por qué este interés por la redención?

Porque tenemos un sustrato católico muy importante detrás. Yo fui hasta los 17 años católica e incluso catequista, crecí en esa educación hasta que con el tiempo me despegué. Pero está ahí y forma parte de mi esencia. Pienso mucho en esa idea de si es posible, cuando hacemos algo malo, subvertirlo con el perdón de los demás o de uno mismo. Y por otro lado, todas las protagonistas de mis historias son mujeres, y la culpa y el pecado que las mujeres arrastran por el patriarcado ha sido una constante en la historia.

En estas historias siempre choca un mundo culto y ordenado con otro que es justo lo contrario.

Es algo que me genera mucha desazón. ¿Qué pasa cuando esos mundos chocan? ¿Cómo afecta eso al que se piensa que está protegido por la burbuja de la cultura? La niña de «La cornea», por ejemplo, está dentro de esa burbuja perfecta, y cuando la burbuja estalla se desvela que ese mundo no es tan maravilloso. Se derrumba lo que sus padres han construido sobre valores de la ilustración. ¿La cultura puede salvarnos de las cosas desagradables y malas? No, es imposible.

También aparece en el fondo de estas historias los efectos del poder entre quienes lo ejercen y lo padecen.

Sí, es otro tema que me obsesiona. Una carrera universitaria que se llamara «El poder» y que analizara todos sus vericuetos sería la ideal porque realmente estamos totalmente atravesados por las dinámicas de poder. Yo eso lo descubro a base de estudiar e impartir mucha docencia sobre teoría del genero y teoría feminista, pero se puede extrapolar a la raza, a la clase social…

Tengo la impresión de que si hay algo que ha hecho avanzar el feminismo y la igualdad en los últimos años es la literatura.

Estoy de acuerdo. La literatura y el mundo editorial es lo que más está dando cabida hoy en día a las mujeres. Mucho más que el mundo del arte o de la música clásica, por ejemplo. Se está haciendo un trabajo alucinante desde las editoriales para recuperar a escritoras olvidadas y dar a conocer a las contemporáneas. El campo literario está llevando la vanguardia de la reivindicación femenina. Yo cada vez compro más libros de mujeres, no por compromiso sino porque cada vez hay más y más interesantes.

¿Por qué los relatos son tan diferentes entre sí formalmente?

Porque he intentado trabajar cada relato con su propio estilo. Para mí lo menos importante en una historia es la trama. La acción es una excusa, una anécdota, la maroma para construir algo que según tú lo cuentes funciona o no. Esta claro que si la historia es impactante, tiene un punto de morbo y es fuerte, te va a atrapar. Pero si esa historia, por muy buena que sea, la cuentas mal, no va a funcionar. Encontrar la manera acertada de contar la trama es una de mis grandes preocupaciones.

¿Le ha tirado mucho la bronca la profesora Mascarell a la escritora Mascarell durante el proceso?

Parto de la base de que he estudiado tantos relatos magistrales como profesora que sé que los míos no lo son. Conocer bien a los maestros hace que tenga los pies en el suelo, pero también me permite tener claras qué cosas funcionan mejor o peor… En este libro he puesto en práctica los conocimientos teóricos que se han acumulado durante muchos años en mi cabeza.

¿Por qué dedica el libro a sus alumnos?

Me he acordado mucho de ellos mientras escribía. Una cartilla también es un libro donde se reúnen unos conocimientos sobre algo, y también he pensado este libro como un material para aprender, como un compendio de lo que enseño a mis alumnos, una plantilla literaria o una aplicación práctica de muchos de los conceptos que les explico.

«Una historia inglesa», por ejemplo, es una lección de literatura gótica.

Si me preguntaras nunca diría que mi literatura preferida es la inglesa. Pero después, pensándolo, me doy cuenta de que me he pasado la vida leyendo literatura inglesa y que siempre me ha gustado. Y por eso he querido hacer un homenaje llevado al presente a esas novelas de institutriz del siglo XIX, a las hermanas Bronte, a Poe, a la literatura gótica…

¿Cree que los jóvenes aprenden bien en los institutos y en la universidad a amar la literatura?

Es muy complejo contestar a eso porque cada profesor tiene su forma de transmitir ese amor a la literatura. Pero hay una cosa que detecto y me preocupa: que aún se da una memorización banal de la historia literaria y que, en cambio, se fomenta demasiado poco el pensamiento crítico, poder coger un texto literario y discernir por qué es bueno o no. La gente no tiene criterio literario, no está formada para saber por qué un texto no está bien escrito. Eso se consigue leyendo buenos textos y fomentando que se lean por placer y para emocionarte.

¿Desterramos al Quijote y a la Regenta de los temarios?

Hay de ser capaz de compaginar el canon que te da una formación básica de la historia literaria con lecturas que te lleven a disfrutar y ampliar tu pensamiento crítico, porque eso te hace una persona más poderosa.

Y ahora que hemos terminado «Cartilla de redención», ¿qué leemos?

El mal camino’ de Sebastien Japrisot, que ha publicado Gatopardo. Cuenta la historia de amor de un adolescente de 14 años y una monja de 26 en la Francia ocupada por los nazis. El argumento es muy potente, pero la forma de contarlo, con un lenguaje muy pulido y preciso, me ha sorprendido muchísimo, es fascinante.

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