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MÚSICA CRÍTICA

Joyas y joyitas

Joyas y joyitas Justo Romero

Fue un programa curioso y placentero, conformado con joyas y joyitas del piano español. En el teclado, como responsable de dar vida y realidad al tesoro, el malagueño afincado en València Juan Lago. Daba gusto escuchar esas populares joyitas albenicianas que por su aparente sencillez rara se escuchan en concierto. Así, junto a piezas de la temprana Suite española, como las evocadoras «Asturias», «Cádiz» y «Sevilla», Juan Lago se adentró, además, en el misterio enseñoreado y gongorino de «Córdoba», la cadenciosa evocación habanera del Tango en Re, y la rítmica gracia popular de la Malagueña, cuya copla central se escuchó cantada con jondura y resonancias guitarrísticas.

Junto con estas «joyitas» maestras -algunas tan poco fáciles como «Asturias» y sus arriesgados saltos en ambas manos-, el Albéniz último y de plenitud creadora estuvo representado por el segundo cuaderno de la monumental Iberia, donde Lago impuso el ritmo contagioso de «Rondeña», fraseó con recreada parsimonia la copla prodigiosa de «Almería» y se sumergió con pulso y matices en el ágil ritmo de sevillanas de la más que difícil «Triana».

Antes de adentrarse en este bienvenido y dispar «festín» Albéniz, el solista abrió el recital, incluido en el ciclo de cámara que desarrolla el Palau de la Música en el ruidoso Centre Cultural l’Almodí, con la música de Enrique Granados, paisano y amigo del genial creador de Iberia. Las menudas y populares danzas españolas «Oriental» y «Andaluza» fueron preludio de la magia goyesca y dolida de Quejas o la maja y el ruiseñor, y del radiante Allegro de concierto.

Piezas a pieza, joya a joyita, Juan Lago y su pianismo indagador y veterano hicieron asomar las incontables maravillas que entrañan estas páginas cargadas de inspiración, personalidad y sabor popular. También de saber pianístico. Como no hay dos sin tres, y ante tanto aplauso y bravos, regaló fuera de programa música de Manuel de Falla, el otro y más capital pilar de la nueva música española junto con Albéniz y Granados. Fue con la previsible y pertinente Danza ritual del fuego, que se escuchó enfatizada en los muy pronunciados fortísimos y bien cantada en su melodioso fondo jondo y gitano. Un placer.

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