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Crítica

¡Bendita juventud!

Sé bueno, no les des mucha caña, que son estudiantes», dijo amistosamente al crítico una responsable del concierto protagonizado el lunes por la Orquestra Filharmònica de la Universitat de València en el Festival Serenates. ¡Como si lo de «estudiante» diera patente de corso! Por fortuna, no hace falta recurrir a la generosidad para contar las bondades de lo que ocurrió y se escuchó en un concierto que contó, además, con la participación sobresaliente de alumnos de canto del Conservatorio Superior de Música Joaquín Rodrigo de València, en los que la mano maestra de la gran soprano Ofelia Sala asoma en la calidad, estilo y maneras de los cinco prometedores cantantes que intervinieron con arias de óperas de Verdi.

¡Bendita juventud!

Tras el preámbulo orquestal de un discreto arreglo para metales de la händeliana Música para los Reales fuegos de artificio firmado por Elgar Howarth, y otros para vientos de las oberturas de las óperas de la trilogía Da Ponte-Mozart, en los que la titular de la formación universitaria, la paiportina Beatriz Fernández, lució tablas y efectividad, llegó la parte lírica, y con ello el disfrute del buen canto verdiano, en los que se sucedieron arias de Giovanna D’Arco, Rigoletto, Un ballo un maschera, Don Carlo y La Traviata. Cinco magníficas voces moldeadas y mimadas por el saber y magisterio de Ofelia Sala, un lujo de catedrática, como han dejado bien de manifiesto los solistas de este festín verdiano, en el que faltó, desde luego, un final de fiesta conjunto.

La soprano Carmen Arrieta ya dejó bien patente el notable nivel vocal de la noche desde su intervención inicial, con el aria «O fatidica foresta», del segundo acto de Giovanna D’Arco, cuyo virtuosismo belcantista fue resuelto y expresado con voz caudalosa y detallista. El tenor Caio Durán se metió en la piel golfa del Duque de Mantua para cantar con intención, fineza chulesca y voz ligera la requetescucha La donna è mobile, de Rigoletto. La gran escena de la muerte de Posa, de Don Carlo, fue intensamente cantada y dramatizada por Pedro Luis Garcinuño, barítono de voz ancha, densa y profunda, con colores y registros casi de bajo.

Sorpresa bienvenida ha sido encontrar al pizpireto paje Óscar, de Un ballo in maschera, cantado por un sopranista, en lugar de una soprano ligera. Más aún si es interpretado con tanta perfección, afinación y estilo como lo hizo el sopranista Rafael Quirant, bisnieto de la malograda soprano valenciana de La Vall d'Uixó Carmen Tur (1900-1943). Su afinación, homegeneidad y agilidad delatan un artista de hermoso presente y prometedor futuro. Como la soprano Laura Cruz, que cerró la noche convertida en creíble y convicente Violetta Valéry. Todos contaron con el cuidado y dispuesto acompañamiento de la maestra Beatriz Fernández. También disfrutaron de un público receptivo y entusiasta en el que abundaban amigos y estudiantes. ¡Bendita juventud!

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