Italia despide desde este miércoles y hasta el viernes a su diva Raffaella Carrà, fallecida el lunes a los 78 años, y lo hace con un cortejo fúnebre, una capilla ardiente y un funeral en Roma, la ciudad en la que alcanzó el éxito. El país, conmocionado aún por la inesperada noticia de su muerte, se vuelca en estas exequias para honrar por todo lo alto a una de sus artistas más populares y queridas, también en el extranjero, sobre todo en España y Latinoamérica.

El primer acto de la despedida en esta jornada de intenso calor en la capital italiana fue un cortejo fúnebre por los lugares que fueron importantes en la vida y obra de la presentadora y cantante. Su féretro, en un coche escoltado por motos de la policía, salió de la casa en la que residió los últimos cuarenta años, en la Vía Nemea del barrio Vigna Clara. Fue parando en varias sedes de la televisión pública italiana, la RAI, templos del espectáculo donde conquistó al público son sus canciones, bailes y su simpatía en los numerosos programas en los que participó a lo largo de su dilatada carrera. El primer punto donde se detuvo fue el auditorio de la RAI en el Foro Italico, al lado del estadio Olímpico, que ya han propuesto que sea bautizado con su nombre en un futuro. A sus puertas, decenas de trabajadores y seguidores le dedicaron un emotivo aplauso.

Después pasó por la sede de la RAI de vía Teulada, donde se rodó el mítico programa «Studio Uno» en el que Raffaella apareció en la década de los sesenta y el cortejo también desfiló por la sede central del ente en la calle Mazzini.

El cortejo fúnebre tocó a su fin en el complejo del Camidoglio, sede del ayuntamiento y que acoge la capilla ardiente de la estrella hasta el próximo viernes, para permitir a su legión de seguidores despedirla.

En el lugar, y a la sombra, se congregaban cientos de personas, entre ellos también muchos jóvenes, para ser los primeros en decir adiós a aquella enjuta y sonriente mujer de brillante melena rubia con la que crecieron a través de la pantalla o de las ondas. Una de ellas es Mery, de 59 años, que recuerda las veces que tuvo contacto con la diva después de entrar a trabajar en el vestuario de la RAI: «Hizo mucho bien a los jóvenes», sostiene emocionada y con un ramo de flores blancas en la mano.